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¿Adónde han ido todos los demócratas?

Opinión. Un nuevo libro muestra qué debe hacer la izquierda para reconstruir una coalición ganadora de los trabajadores

Rana Foroohar
Londres /

Ese es el título del próximo libro de John Judis y Ruy Teixeira, que he estado leyendo obsesivamente desde que recibí las pruebas de galeras. En 2002, el par publicó La mayoría demócrata emergente, una obra que creó el concepto de “la demografía es el destino”. Mucha gente tomó la idea como un hecho consumado, pero estaba claro que no habían leído el libro, que en realidad sostenía que una creciente coalición demócrata de jóvenes, profesionales urbanos, minorías y mujeres trabajadoras solteras solo podía ser una base ganadora si los demócratas conseguían también mantener a los blancos de clase trabajadora bajo la misma bandera. Eso no funcionó como se esperaba.

Los autores están de regreso para diseccionar por qué la coalición demócrata —que se formó durante el New Deal— funcionó tan bien durante tanto tiempo, por qué acabó desmoronándose y qué deben hacer los demócratas para reconstruir una coalición ganadora como partido de los trabajadores. Es la mejor visión que he visto hasta ahora —en información tanto macroeconómica como en micro— de por qué la política demócrata se ha vuelto tan extremista.

Es importante destacar que el libro va más allá del debate entre clase y raza —¿las políticas que tienen el objetivo de mejorar la vida de los trabajadores deben ir dirigidas a ayudar a las minorías raciales o a los estadunidenses más pobres de manera más general?— y habla de todas las formas en que los trabajadores han sido expulsados del partido. Son una infinidad. Incluyen el apoyo de los demócratas a acuerdos comerciales que provocaron el cierre de fábricas; el apoyo a proyectos de ley de gastos que pagaron las clases media y trabajadora, pero que beneficiaron principalmente a los pobres; el entusiasmo del partido por la inmigración de trabajadores no cualificados; el apoyo al derecho al aborto y al estricto control de armas; la hiperidentificación con la política identitaria y los estilos de vida vanguardistas, sobre todo entre los jóvenes (y, lo que tal vez es lo más importante, la denigración de quienes no los apoyaban de inmediato); por último, el esnobismo hacia las muestras abiertas de religiosidad o símbolos nacionales como la bandera estadunidense, que aún son actitudes mayoritarias en gran parte de este país.

Por separado, muchas de estas posturas están justificadas, pero cuando se toman en conjunto, empiezan a crear una división, como dicen los autores, entre “los grandes centros metropolitanos posindustriales como el Área de la Bahía, Atlanta, Austin, Los Ángeles, Chicago, Boston, Nueva York y Seattle” y todos los demás. Esto va muy acorde a lo que yo pienso. Existe la idea popular de que la gran división política en EU es entre los que tienen estudios y los que no los tienen, pero como persona con un nivel educativo muy alto que creció en la zona rural del Medio Oeste, puedo decir que hay mucha gente como yo en puestos de alto nivel en negocios, periodismo y el sector público lejos de las costas que ven las cosas de la misma manera.

De hecho, a menudo me encuentro con que, incluso siendo una persona que se inclina hacia la izquierda laborista, tendré una visión del mundo más común con, digamos, un líder empresarial de Columbus, Ohio, que con un joven promedio de mi barrio de Brooklyn, Park Slope. Me gusta el Día de la Bandera. Creo en Dios. No entiendo por qué en la izquierda dedicamos tanto tiempo a hablar de los derechos de los transexuales cuando las personas transgénero representan una parte tan pequeña de la población. Entiendo y apoyo que todo el mundo merezca los mismos derechos, pero también creo que dividir a la gente en grupos de identidad cada vez más pequeños es terrible para el Partido Demócrata y para la sociedad.

Este libro capta de forma crucial la paradoja de los demócratas de las costas de la actualidad. Los autores escriben sobre Mountain View, California, una ciudad lujosa de Silicon Valley. Tiene un salario mínimo de 18.15 dólares por hora, pero en 2020 respaldó una iniciativa que prohibía que las caravanas —la única vivienda viable para muchos trabajadores de servicios con salarios bajos— se estacionaran en la ciudad. Me recuerda a la vez que la Asociación de Padres y Maestros) de la escuela primaria de mis hijos quería eliminar la proteína animal del menú, ya que probablemente no se había surtido de un proveedor orgánico criado en libertad. Un funcionario municipal tuvo que recordarles que esta postura “progresista” perjudicaría a los alumnos más pobres, cuya principal fuente de proteínas son los almuerzos escolares.

Es este tipo de cosas lo que odia el Medio Oeste. Eso, junto con la creencia en algunos círculos liberales de que es inevitable que todos trabajemos en finanzas o software. Los que crecimos entre las costas también entendemos que algunas de las políticas que beneficiaron a los centros de finanzas, tecnología y electrónica fueron muy malas para otras partes del país. Eso no es solo un problema político —son las zonas que quedaron deterioradas que se volcaron en el fascismo al estilo Donald Trump— también económico, ya que Estados Unidos batalla para reindustrializarse.

Puedo seguir hablando del libro y quizá lo haga en alguna columna en un futuro más cercano a su fecha de publicación a finales de este verano, pero mi pregunta mientras tanto para ti, Ed, es la siguiente: ¿qué factores pasaron por alto los autores de la lista anterior sobre por qué los demócratas perdieron su estatus de partido de los trabajadores estadunidenses? ¿Y qué recomiendas que hagan para recuperarlo?

Lecturas recomendadas

—Me interesó ver el artículo de Li Yuan en New York Times sobre cómo el Partido Comunista le dijo a los graduados universitarios chinos que tienen dificultades para encontrar trabajo que “coman amargura”, lo que hace referencia a un viejo dicho chino sobre aguantarse y seguir adelante. Básicamente, disfrutar la lucha. Me pregunto cómo le irá al partido.

—Es fascinante que State Farm, una de las firmas de seguros más grandes de EU, dejará  de vender cobertura a los propietarios de viviendas en California. No solo en las zonas de incendios forestales, sino en todas partes. Es un ejemplo de cómo el sector financiero está calculando por fin el riesgo del cambio climático.

—Me encantó el inesperado artículo de opinión de Nicholas Kristof en New York Times sobre lo que Mississippi —de todos los estados— hace bien en materia de educación. Es importante ofrecer historias de éxito para contrarrestar todas las malas noticias que hay en este momento, que suelen hacer que la gente se vuelva cínica no sobre el mundo y los medios.

—Aunque por lo regular no me encanta The New York Times Magazine, hace poco publicó un estupendo artículo de portada sobre lo que la ciudad de Viena puede decirle al resto del mundo sobre cómo crear viviendas asequibles. Se trata de un artículo muy muy inteligente.

—Esta semana se publicaron varios artículos magníficos en Financial Times: mi colega Sarah O’Connor explica el principio de la maleta del trabajo administrativo y por qué seguimos creando más trabajo para nosotros mismos por muy buena que sea la tecnología para hacerlo. Stephen Bush explica el nuevo enfoque de Reino Unido sobre la educación y la capacitación, así como los préstamos para esto, un interesante espejo de lo que está ocurriendo en EU. Y Joshua Chaffin hace el mejor resumen de por qué Succession es un programa de televisión que se tiene que ver.

Edward Luce responde

Rana, cuando regresé a vivir a EU en 2006, el libro de Teixeira y Judis estaba de moda. Entre los consultores demócratas profesionales, la idea de que la demografía era el destino era una especie de artículo de fe. En pocas palabras, su opinión era que la política de California, que acababa de convertirse en un estado donde “las minorías son las mayorías”, iba una generación por delante de la de Estados Unidos. Los republicanos se estaban reduciendo como partido en el estado dorado y corrían el riesgo de convertirse en un grupúsculo irrelevante. La elección de Barack Obama en 2008 reforzó la fe en que una coalición de blancos con estudios y no blancos en su mayoría con menos estudios lograría para los demócratas a escala nacional lo mismo que ocurría en la costa oeste.

Esta confianza en una visión de la lealtad política basada en la raza me pareció preocupante y equivocada porque tomaba la lealtad de ciertos grupos como algo axiomático, lo que engendra complacencia y negligencia. Entre los modelos demócratas de la ciudad, pensemos en Chicago, que cuenta con el apoyo automático del voto negro y, sin embargo, es incapaz de cambiar las oportunidades de vida de la gente de la sombría zona sur de la ciudad. Tiene que haber algo corruptor en un discurso electoral basado en la pregunta implícita: “¿A dónde más vas a ir”. El problema, como señalan en la actualidad Teixeira y Judis, es que cada vez son más los no blancos de clase trabajadora que responden: “Podemos ir con los republicanos”. El hecho de que los hispanos e incluso los afroamericanos puedan votar por Donald Trump está tan fuera del marco de referencia demócrata que en realidad no se debate, y a menudo apenas se reconoce. 

Mi respuesta al problema que planteas es que los demócratas deben enfocarse de manera incansable en lo que todos estos grupos, incluidos los obreros blancos, tienen en común: su falta de atención a la salud, la precariedad de sus ahorros, el precio que deben pagan por no poder acceder a la educación para alcanzar la felicidad meritocrática, etcétera. Hay que dejar de suponer que todos los blancos de clase trabajadora son racistas empecinados en que quieren recuperar un pasado nostálgico. De hecho, decir a cerca de 40 por ciento del electorado que está pasado de moda y que debe avergonzarse de su herencia nacional no es forma correcta de ganar elecciones. Como sabes, creo que la crítica a la globalización es una maniobra de distracción y le vende a la gente una promesa imposible de cumplir: el regreso de los empleos bien remunerados en la industria de fabricación pero, al menos va más allá de los estrechos enfoques étnicos que tanto han perjudicado a la marca demócrata, incluso entre aquellos a los que se dirige (no me hagas hablar de lo que los hispanos piensan del término “Latinx”).

Financial Times Limited. Declaimer 2021

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