Incumple el 'brexit' con la expectativa conservadora

La visión de un Reino Unido con bajos impuestos y ligera regulación parece más remota que nunca; se ha abandonado el sueño de “una economía emprendedora y a la vanguardia”, lamentan

En este punto, los partidarios por la permanencia en la Unión Europea pueden permitirse una pequeña risa. Jessica Taylor/AFP
Robert Shrimsley
Londres /

“Disculpe, este no es el brexit que pedí”. Como un comensal que devuelve el tinto de la casa por no ser un clarete añejo, los principales conservadores se quejan de que su política estrella no cumple las expectativas.

El ministro del gabinete y principal negociador del brexit, lord Frost, fue quien mejor expresó este descontento en su dimisión del gabinete antes de Navidad. Lamentando el “rumbo actual” y se quejó de que el primer ministro Boris Johnson se aleja del sueño de “una economía poco regulada, de bajos impuestos y emprendedora, a la vanguardia de la ciencia moderna y del cambio económico”. 

Otros liberales económicos expresan preocupaciones similares. Iain Duncan Smith, ex líder conservador y coautor de un informe para Downing Street sobre posibles reformas tras el brexit, escribió recientemente: “Todavía no hemos visto que el gobierno aproveche esta oportunidad” de pasar del “principio de precaución de la Unión Europea, profundamente adverso al riesgo, a… un principio de proporcionalidad”.

Con los aumentos de los impuestos personales y corporativos que acaban de introducirse, los ministros prometiendo no reducir los derechos laborales y un papel cada vez más importante del Estado, la visión bucanera posterior al brexit de un Reino Unido con pocos impuestos y ligera regulación parece más remota que nunca. Adiós a Singapur del Támesis, hola a Suecia.

En su lugar, los ministros se dedican a buscar medidas totémicas pero intrascendentes, como el restablecimiento del sello de la corona en los vasos de cerveza. Se suponía que el brexit era el tratamiento de choque que obligaba a Gran Bretaña a volver a las costumbres empresariales del libre mercado. No es de extrañar que algunos conservadores se sientan decepcionados y se organicen para presionar a Johnson para que realice el brexit que querían.

En parte, esto se debe a la pandemia, que aumentó el gasto y desvió la atención ministerial. Pero también refleja una desconexión entre los líderes del brexit y sus partidarios. Para muchos de los leavers (partidarios de la salida), el brexit nunca tuvo que ver con la reducción del Estado. La mayoría de Johnson en 2019 es recordada por su promesa de “lograr el brexit”; casi tan destacados fueron los compromisos de invertir en atención de salud, escuelas y policía.

En este punto, los remainers (partidarios por la permanencia en la Unión Europea) pueden permitirse una pequeña risa. Al fin y al cabo, los partidarios del libre mercado se aseguraron su victoria gracias a este grupo más amplio y menos laissez-faire. Y, sin embargo, tienen razón en sentirse frustrados. Incluso los que se oponen al brexit deben ser capaces de ver que, al salir de la órbita de Bruselas, un enfoque diferente de la regulación puede aportar beneficios económicos y sociales.

Los cambios más claros hasta ahora son los nuevos regímenes de inmigración y de subsidios agrícolas, ninguno de ellos muy ligero. Las regulaciones sobre ayudas estatales y adquisiciones parecen más pensadas para facilitar la intervención gubernamental que para evitarla. En algunos sectores, la inflación salarial es casi una política oficial. El nuevo régimen de seguridad química ofrece más burocracia nacional a las multinacionales que también deben cumplir las regulaciones de la Unión Europea. Los ministros están dispuestos a liberarse de la legislación de la región en materia de datos, pero con razón se muestran nerviosos ante la posibilidad de ir demasiado lejos para que Reino Unido no pierda su certificación europea de adecuación de datos. En casi todos los acuerdos se renuncia a un valioso acceso al mercado a cambio de una soberanía que se utiliza poco.

En cuanto al tamaño del Estado, los conservadores se encuentran en una batalla cuesta arriba. Los ministros del parlamento pueden preocuparse por los niveles de impuestos, pero ni ellos ni sus votantes muestran mucho apetito por volver a la austeridad. Los recortes de impuestos o de gastos, si se encuentran, serán incrementales más que de transformación.

Pero en cuanto a la reforma regulatoria, 2022 tiene que ser un año en el que se busquen los posibles dividendos del brexit. Por razones de simplicidad legislativa, Reino Unido importó la mayor parte de la legislación de la Unión Europea a la salida, prometiendo recortarla después. Sin embargo, el progreso tiene un ritmo muy lento.

El Departamento del Tesoro todavía no presenta la tan prometida reforma de la regulación Solvency II para suavizar los requisitos de capital, dando a las aseguradoras más flexibilidad para invertir en infraestructuras y negocios en Reino Unido. Es discutible si esto liberará tantos miles de millones como se espera, pero, para un país que se supone que es ágil, el proceso es muy lento. El grupo de trabajo de Duncan Smith también identificó las normas sobre las fintech y los challenger banks (bancos ciento por ciento digitales) como un tema que está listo para ser reformado.

La genómica agrícola es otra área en la que Reino Unido puede beneficiarse con la salida de la Unión Europea. La edición de genes puede aumentar el rendimiento de los cultivos, reducir el uso de pesticidas y mejorar los beneficios para la salud de ciertos alimentos.

El coronavirus sin duda presentó el argumento para un régimen más ágil para los ensayos clínicos de medicamentos y la flexibilización de las normas sobre el uso de datos sobre los avances en inteligencia artificial y aprendizaje automático en el sector de atención de salud. Sin embargo, todavía no está claro hasta qué punto Reino Unido podrá cambiar la regulación de los datos, pero los ministros deben impulsar todo lo que puedan para convertir a la nación en un centro de tecnología sanitaria.

El sueño de los liberales partidarios del brexit de un Estado ultracompetitivo y de bajos impuestos tal vez se desvaneció. Pero a Johnson le vendría bien el impulso político que supone hacer reformas para sus desencantados ministros del arlamento. Y lo que es más importante, le debe a la economía hacer que Reino Unido sea lo más atractivo posible para las empresas. Tanto si uno ve el brexit como algo fabuloso o imprudente, es absurdo no aprovechar las victorias que están disponibles.



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