La estrategia que motiva a Trump a imponer aranceles

El presidente de EU sigue la realpolitik; si cree que las tasas lo van a beneficiar, no le importará a quién perjudique

El mandatario ya aplicó impuestos de 25% a automóviles importados a Estados Unidos. EFE
El mandatario ya aplicó impuestos de 25% a automóviles importados a Estados Unidos. EFE
Rana Foroohar
Nueva York /

El Día A —o el Día de los Aranceles-—llega mañana. O no. No lo sabremos hasta que llegue, dado que el presidente Donald Trump todos los días cambia de opinión sobre políticas. Pero suponiendo que los aranceles recíprocos entren en vigor, vale la pena pensar en ellos como lo hace el propio mandatario.

Los economistas pueden preocuparse por sus efectos inflacionarios, pero Trump no se rige por la teoría económica clásica. En el grado en que considere los aranceles en términos económicos, analizará la evidencia del aumento de las tasas contra China durante su primer mandato, entre 2018 y 2019, y señalará que, si bien éstas representaron un ajuste sustancial, tuvieron un efecto inflacionario mínimo.

Como lo expresó Stephen Miran, presidente del Consejo de Asesores Económicos de Trump, en su ahora trístemente célebre informe Guía del usuario para la reestructuración del sistema comercial global, el resultado de estos aranceles fue que “el dólar subió casi en la misma proporción que la tasa arancelaria, anulando gran parte del impacto macroeconómico, pero generando ingresos significativos. Dado que el poder adquisitivo de los consumidores chinos disminuyó con el debilitamiento de su moneda, China, en efecto, pagó por los ingresos arancelarios”.

Los lectores que deseen comprender la estrategia actual de aranceles de Estados Unidos deben pensar menos en la economía ortodoxa y más en la realpolitik que motiva a Trump. A continuación presentamos tres puntos a considerar.

La regla número uno de la realpolitik de Trump es que el reparto de cargas entre Estados Unidos y el resto del mundo debe cambiar. Ya sabemos esto en relación con la presión para un mayor gasto europeo en defensa. Pero en aranceles solo hay tres cifras que le importan a Trump: la tasa arancelaria promedio de EU para otros países es de 3 por ciento; el de Europa es de 5 por ciento y el de China es de 10. Para él, y para muchos estadunidenses, esas cifras parecen injustas. Si el presidente logra acercar esos promedios en cuatro años sin un impacto inflacionario importante ni una caída del mercado, eso representará un éxito para él y para muchos votantes.

La segunda regla de la realpolitik es que China es la amenaza geoestratégica más crucial para EU y se debe contrarrestar por todos los medios necesarios. Los déficits comerciales entre ambos países le importan a Trump, pero lo mismo ocurre con la seguridad. Esta es la razón por la que busca la desvinculación en áreas como barcos, tecnología, minerales críticos y energía, creando nodos separados de producción y consumo a escala mundial por razones de seguridad. Se trata de proyectar poder y fuerza, que son los factores, además de la riqueza, que lo motivan.

Aunque hay excepciones a esto. Por ejemplo, no tiene mucho sentido permitir que los estadunidenses financien la reconstrucción del ducto Nord Stream 2 para transportar gas ruso a Europa (de todos modos, no es que muchos europeos le lleguen a confiar su seguridad energética a Vladímir Putin), dada la estrecha relación entre Rusia y China. Es mucho más inteligente utilizar los recursos naturales estadunidenses baratos como moneda de cambio en las negociaciones comerciales con los europeos. Este tipo de decisiones trumpianas desconcertantes refuerzan la idea de que su única verdadera guía es el comercio y el transaccionalismo a corto plazo.

Aun así, la independencia de la cadena de suministro respecto a China es un objetivo declarado de la administración, no solo por razones comerciales, sino también de seguridad. Si no se tienen cadenas de suministro independientes para producir bienes cruciales, no se tiene seguridad nacional. O, como dijo Trump, “si no se tiene acero, no se tiene país”. EU ni siquiera quiere contar de manera incondicional con aliados que mantienen relaciones comerciales significativas con China, como sí las tiene Europa (China es el principal socio importador de la Unión Europea, y la dependencia comercial entre ambas regiones se incrementó en los últimos años), porque el gobierno no confía en ellos dada la dependencia que tienen de Pekín.

Por último, la tercera regla de la realpolitik es que la administración Trump considera al dólar tanto un privilegio exorbitante, como lo expresó el entonces ministro de finanzas francés, Valéry Giscard d’Estaing en la década de 1960, como una carga exorbitante. Hoy el énfasis está en lo último.

La posibilidad de un acuerdo de “Mar-a-Lago” para debilitar el dólar se basa, en aspectos generales, en el Acuerdo del Plaza de Ronald Reagan de 1985, que hizo lo mismo respecto a las monedas europea y japonesa. En ambos casos, el objetivo era aumentar la competitividad de las exportaciones estadunidenses.

Si bien muchas personas creen que Trump nunca haría nada para desestabilizar el dólar y, por tanto, potencialmente poner en peligro el mercado de valores estadunidense, conviene tener en cuenta que su reelección ya no está en juego. Sin duda, el precio de las acciones le importa, pero su legado le importa más. Ser el presidente que puso fin a la era de Bretton Woods sería un legado notable.

También hay que considerar que se tiene que debilitar el dólar para apoyar la reindustrialización, algo que es crucial para la segunda regla de la realpolitik. Esto también recuerda a la era Reagan, otro periodo en el que esta doctrina importaba tanto como la economía.

Reagan defendía el libre comercio, pero también era un político de línea dura en cuanto a la defensa. Le preocupaban las exportaciones estadunidenses y la seguridad de la cadena de suministro; de hecho, su representante comercial adjunto, Robert Lighthizer, que después fue el Representante Comercial de Estados Unidos (USTR, por su sigla en inglés) de Trump, presionó a Japón para que limitara las exportaciones de acero, coches y otros bienes, en parte por esta razón.

La realpolitik es práctica, no es moral ni ideológica. Si Trump cree que los aranceles lo van a beneficiar, no va a importarle a quien perjudique.

Financial Times Limited. Declaimer 2021

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