Por: Rodrigo Castro Cornejo
Ilustración: Guillermo Préstegui, cortesía de Nexos
Dado los escándalos de presunta corrupción que recientemente se han dado a conocer en diversos medios de comunicación —alrededor del caso Lozoya o, más recientemente, el caso del hermano del presidente López Obrador, mucho se ha comentado sobre la forma en que las élites políticas parecieran juzgar selectivamente dichos actos. En pocas palabras, si quienes cometen los actos de corrupción son de su partido, los políticos suelen subestimar la corrupción e incluso encontrar justificaciones legales de esos actos. Por el contrario, si actos muy parecidos son cometidos por el partido contrario, los políticos suelen condenarlos y exigen que sean juzgados legalmente. Este comportamiento en realidad no es exclusivo de los políticos, los votantes también suelen juzgar de manera diferente actos de naturaleza parecida, dependiendo si su candidato o partido preferido están involucrados. Este proceso es conocido en estudios de opinión pública como “razonamiento motivado” lo que implica que los votantes perciben y juzgan los eventos que suceden en el mundo político con un sesgo partidista.