
“Puedo señalar el momento exacto en que mi salud cambió por completo, cuando sentí que empezaba a envejecer. No fue al cumplir cierta edad. Fue el día que me caí. Solo fueron dos escalones en la puerta de mi casa, nada espectacular, pero me fracturé el pie. El dolor era tan intenso que tuve que pedir ayuda para ir a urgencias. De ahí siguieron cirugías, reposo y rehabilitación. Desde entonces, mi salud nunca volvió a ser igual. Ese simple tropiezo marcó el inicio de mi envejecimiento”.
Bárbara, a sus 49 años, era el ejemplo de una madre activa y dinámica. Con dos adolescentes, su vida era un ir y venir: entrenamientos, eventos escolares y mantener todo en orden en casa. Había sido deportista durante años y nunca visitó un hospital, salvo para dar a luz. Pero todo cambió de forma inesperada y lo más sorprendente para ella fue un diagnóstico que nunca imaginó: osteoporosis.
La osteoporosis, conocida como la “enfermedad silenciosa”, debilita los huesos y los hace más propensos a fracturas sin previo aviso. Muchas veces no presenta síntomas hasta que ocurre una fractura, como en el caso de Bárbara. Las mujeres tienen mayor riesgo debido a los cambios hormonales durante la menopausia, cuando los niveles de estrógeno —clave para la densidad ósea— disminuyen drásticamente.
Una fractura menor puede desencadenar un sinfín de complicaciones: cirugías, largos periodos de reposo, rehabilitación y un impacto emocional, físico y económico. Además, suelen surgir problemas por la falta de movimiento como aumento del colesterol, que eleva el riesgo cardiovascular, desajustes en glucosa e insulina que afectan el metabolismo, y niveles altos de cortisol que ralentizan la recuperación y aumentan la grasa visceral.
La osteoporosis no solo afecta los huesos, afecta la calidad de vida. El miedo al dolor o a nuevas fracturas lleva a muchas pacientes, como Bárbara, a reducir su actividad física y limitar sus movimientos. Pero esta medida de precaución puede terminar afectando su ánimo y autoestima. Es una realidad que enfrentan muchas mujeres, donde las consecuencias emocionales y psicológicas son tan importantes como las físicas y merecen la misma atención.
Historias como la de Bárbara son comunes. He conocido a muchas mujeres en la misma situación, y por eso es crucial hablar de esta condición, ya que la osteoporosis es prevenible y la información puede hacer toda la diferencia.
¿Cómo saber si tienes este riesgo?
Existen estudios para detectarla a tiempo:
1. Densitometría ósea: Este es el estudio que mide la densidad mineral de los huesos y evalúa el riesgo de fracturas.
2. Niveles de Vitamina D3 en sangre: Su deficiencia es común pero pasa desapercibida si no se mide. Se corrige con suplementación.
3. Análisis hormonal: Realizar estudios de hormonas femeninas (como el estrógeno) puede ayudar a detectar desbalances que afecten la salud ósea.
Comparto contigo esta historia como un recordatorio de que prevenir siempre será mejor que tratar. Gracias a un enfoque integral, en el que colaboramos su ginecólogo, endocrinóloga, psicóloga y yo, Bárbara avanza con determinación hacia su meta: vivir más y vivir mejor.
Si eres, o conoces a una mujer de 40 años o más, es fundamental traer este tema a la mesa. En tu próxima cita médica, no pierdas la oportunidad de hablar sobre esto con tu especialista. Nunca es tarde para realizarte los estudios necesarios y desarrollar un plan adaptado a tus necesidades. Hay una frase sobre longevidad que dice: “No dejas de moverte porque envejeces; envejeces porque dejas de moverte” y esta historia lo comprueba.