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¿Somos felices?

Jalisco /

La felicidad se puede medir y además rankear, lo dice la empresa IPSOS que lo mismo encuesta el consumo de una sopa instantánea, la popularidad de un candidato a la presidencia, que de nuestro estado espiritual. A México le otorga el numero 25.

Las farmacéuticas usan esa encuesta como oportunidad de negocio, vender más antidepresivos en los países en donde hay menos felicidad y analizan sus números de venta en los primeros 50 lugares para checar los medicamentos responsables de la sonrisa de los habitantes.

La felicidad es un estado interno, personal que no se puede encuestar y cuantificar. Esas encuestas son una deformación comercial de un estado que es frágil y volátil. Entre los maestros de la felicidad está Epicuro, divide las necesidades humanas entre: Las naturales necesarias, las que su insatisfacción nos causa dolor, como alimentación y vestido. Las naturales no necesarias, como la satisfacción sexual. Las necesidades que no son naturales ni necesarias, como la fama, el poder, la riqueza, que son muy difíciles de satisfacer. En la persecución de la satisfacción de esas necesidades está nuestra felicidad o nuestra tristeza.

El problema es cuando decidimos que todo es necesario, indispensable, y que su ausencia nos provoca un dolor que controla el sentido de la existencia. La obsesión de Madame Bovary de ser como las heroínas de las novelas que leía, de tener esos sombreros, ser amada con el arrebato del clímax de un folletín, ese falso concepto de realidad es la puerta a la oscuridad del dolor, la moderna depresión. Los Estoicos por eso huían de la satisfacción, entre menos necesidades menos dolor, es el camino al estado de paz, de serenidad. La felicidad no es un punto de gozo, es un punto en el que el dolor no es el director de nuestra existencia.

Charles Bukowski en su poema Asalto, llama al dolor con este nombre, le habla “¿Hola Asalto, no quieres irte a dar un paseo?” le pide que no lo siga, que se vaya de su lado, sus amigos creen que está loco, no importa, es un poeta, usa las palabras para decir más que la gente común. El dolor persigue a la felicidad. Es su gran enemigo, hasta que le negamos la existencia. Los Epicuros lo advertían, deberíamos de huir de lo que causa dolor, y si la ausencia de algo te lo provoca, entonces deja eso de inmediato. Schopenhauer piensa que un carácter alegre es la cualidad que haya su recompensa en sí misma, es decir, ese carácter puede ver con alegría a la realidad sin algo externo que lo provoque. Entonces podemos decir que está dentro de nosotros, que debemos auto educarnos para ser felices, para valorar lo indispensable y discriminar lo fatuo que nos causa tanto dolor. La felicidad es un proceso espiritual porque hacemos conciencia de lo que deseamos, y eso exige humildad. En esta sociedad competitiva, que piensa en el éxito económico y social como una cima, alcanzar la profundidad del espíritu, la pobreza Estoica y la alegría Epicura está fuera de la encuesta. Mi espíritu no cabe en ese ranking, me lo he ganado.


  • Avelina Lésper
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