El cocodrilo

Ciudad de México /

SERIE PERIODÍSTICA “EL ESTIGMA BEZARES”/ CAPÍTULO V

Mario en su personaje de nopal en la obra Qué plantón. ESPECIAL

A mí me toca la época disco de los setenta, la mejor de todas las que hemos tenido, porque eran bailes maravillosos de pareja y de grupos. Me divertí mucho esos años en los que fui discotequero.

De hecho, apenas estábamos recordando que en la calle Florencia, en la Zona Rosa, estaban las mejores discotecas de la Ciudad de México: Papa Bills, Playoff, El Sótano y el Submarino Amarillo.

Como te digo, yo era un bailador que te bailaba absolutamente de todo. Desde niño bailaba rocanrol, mambo, chachachá y lo que me pusieras. Y en los setentas me vuelvo medio músico. Empecé a tocar la batería en una banda que se llamó Iguana. La discoteca donde tocábamos se llamaba 747 y estaba en un penthouse cerca de la Zona Rosa. Ahí hacíamos covers de Barry White y James Brown.

Para los setentas, mi hermano Rodolfo ya estaba haciendo teatro y ya era una persona conocida. Y en 1977 es cuando yo hice mi debut teatral. Tenía 18 años cuando viene mi debut en el Teatro Blanquita. Sí te puedo decir que me jacto de haber trabajado en los mejores teatros de aquel entonces, como el Blanquita, el Insurgentes, el República y el Hidalgo. Vaya, te puedo nombrar muchísimos teatros muy importantes de esa época.

Me dedicaba sobre todo a la comedia musical, como parte de los cuerpos de bailarines. El primer trabajo que hice fue gracias a que Guillermo Méndez Martínez, autor de la famosa obra Qué plantón, estaba buscando un suplente porque se iba a casar su hermano Pedro –al que le decíamos Perico– con Rocío Banquells. Como la boda iba a ser en Cuernavaca, no iba a estar esos días en la obra, así es que necesitaba un suplente de fin de semana para que lo cubrieran. Por mi bocota, yo le digo:

-Pues yo te cubro…

-Va, ¿en serio?

-Sí, yo te cubro.

La obra era Vaselina, que me encantaba, aunque no me sabía las canciones ni los bailes.

-Pues entonces, para que te vayas preparando, porque va a ser la próxima semana.

Hacían dos funciones diarias de martes a domingo y yo iba a trabajar nada más viernes, sábado y domingo.

-Vente el martes, la ves y así empezamos.

Fui el martes. Todos los amigos de mi hermano Rodolfo estaban ahí, por ende, me conocían. Se llevaban más con mi hermano que conmigo, pero como era el hermano, pues ya sabrás… Me empiezan a enseñar los doce bailes de las canciones. Yo tenía mucha facilidad para aprenderme los pasos. No era una persona profesional porque no era un bailarín preparado, pero lo bailaba todo; mi gran debut fue un viernes de septiembre.

Así fue como debuté haciendo Vaselina con Julissa y Benny Ibarra. Me acuerdo que el primer día me ponen una guitarra y estoy en medio de Julissa. Como soy zurdo, en lugar de voltear hacia la derecha, volteo hacia la izquierda y le meto un guitarrazo en el codo a Julissa. Dije “¡En la madre!, debut y despedida”, pero Julissa ni se inmutó. Seguimos bailando.

Ya de ahí, lo que son las cosas, en cuanto a mi destino y mi vida, María Antonieta de las Nieves, La Chilindrina, va a ver esos días la obra y me invita a su show, Los Desayunos de la Chilindrina, en el Hotel Continental; también estaba Milton, un coreógrafo de todos los programas musicales de Televisa, quien me invita a su ballet.

Por eso empiezo a obligarme a tomar clases. Me voy a la academia de Ema Pulido para aprender jazz, tap y demás. Me meto al INBA a hacer danza contemporánea, ya a mi edad… Una cosa va llevando a otra, así es como me invitan a hacer una obra de teatro que se llamó IVA Lolita parece que tuvo cuates, que era una revista en la que hablaban del impuesto del IVA que acababa de poner el gobierno.

En la obra del IVA yo era parte del cuerpo de baile. Había números musicales y sketchitos con Jorge Arvizu y Polo Ortín; también hicimos otra obra que se llamó Historia de un par de piernas. Así me empezaron a dar papelitos pequeños en los que solo entraba y decía cosas como: ‘Aquí está la carta señor Rey’, o dialoguitos así.

***

Hay una cosa que me enseñó Manuel El Loco Valdés. Cuando hice Peter Pan, yo era un cocodrilo y suplía bailarines. Mi personaje del cocodrilo aparecía a través de una escenografía que era una especie de montañitas, el cual se abría y de ahí salía el cocodrilo. Yo tenía que hacer el cocodrilo inclinado hacia abajo, como haciendo lagartijas y cargando además una cabeza que pesaba dos kilos y medio, para luego empezar a perseguir al Loco Valdés. Hacía el cocodrilo sin poner las rodillas, en cuatro, o sea, con pies y manos, ya luego de ahí me levantaban y bailaban todos los piratas e indios.

Un día se va uno de los piratas y dije, “de aquí soy”. Preparo al suplente del cocodrilo y en la primera función en la que debuta, yo ya vestido de pirata al lado del Loco Valdés, feliz, cantando y bailando, hasta que sale el cuate que hace al cocodrilo pero no calcula bien y la mano se le va. ¡Pum! Cae de pura cabeza. Se trata de incorporar, pero luego se le cae la cabeza, obviamente la gente se ríe… El Loco Valdés salva la escena con el ingenio que le caracterizaba. Al final, el pobre cocodrilo trata de bailar pero ya estaba todo desarmado.

Tras bambalinas, llega El Loco Valdés muy molesto a hablar con el equipo.

-¡¿Dónde está el Cocodrilo original?!

Entonces yo salgo de pirata:

-¡Aquí estoy!, ya soy pirata, señor.

-Mire, señor, yo le voy a decir una cosa… —porque hablaba a todos de usted— … le voy a decir una cosa: Usted no tiene ni idea de lo que está haciendo: un bailarín es un bailarín, toda la vida va a ser un bailarín y va a ser cuadro de baile, y nadie se va a acordar de eso, nadie. ¿Por qué? Porque siempre van a estar viendo al personaje central.

Pero si usted es el cocodrilo y usted hace maravillosamente y magistralmente al cocodrilo, ¿sabe qué?, sí se van a acordar de usted. Tal vez usted no se ha dado cuenta, pero en esta obra el cocodrilo es el villano del villano. Cuando usted sale y hace la forma de cocodrilo, la gente exclama “¡Oooh!”, y los niños se asustan, porque usted es el villano del villano.

Ojalá lo pueda entender: El cocodrilo es un personaje muy importante dentro de la obra. Lo que acaba de pasar fue risible, sí, pero echó a perder el cuadro que se pretendía hacer. Aprenda una cosa, por favor: no hay personaje pequeño, lo importante es la forma en la que usted lo puede interpretar, así es que con todo respeto, no sea pendejo, póngase el cocodrilo.

Pues debut y despedida; por supuesto que regresé a hacer el cocodrilo. 

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