La perfección no existe

Ciudad de México /

La plática fluye y salen a colación los primeros recuerdos con Mario, el cortejo, la vida en la Ciudad de México, el papel como ama de casa, el ascenso en la televisión y el precio de la fama

SERIE PERIODÍSTICA “EL ESTIGMA BEZARES” / CAPÍTULO IV


Conocí a Mario en la estética de una amiga en común de Monterrey que se llama Silvia Galván. Ella me dijo que me iba a presentar a alguien que salía en la televisión. Yo, miss, que sentía que el piso no me merecía, de pronto veo a un hombre mayor, así es que mejor le dije que no.

Yo venía de relaciones de otro tipo, él no era mi tipo de hombre. No me llamó la atención para nada, pero él no tenía como regresarse a su hotel. Estábamos en San Pedro y tenía que regresarse a Monterrey. Tampoco había taxis a esa hora, por lo que le dije que le iba a dar un ride a su hotel... Pero luego volteé, lo vi y dije “ay, no, que se vaya como pueda, yo qué”. Recuerdo que lo dejé y me fui. Así quedó.

Al día siguiente yo entregaba mi corona. Él estaba invitado por María del Sol al certamen. Ahí nos volvimos a topar. Él llevaba a su pareja y yo obviamente no tenía planeado tener una relación sentimental, pero a partir de ahí me lo empiezo a topar en todos los eventos. Si había un cóctel de no sé qué, si había una inauguración de no sé dónde, ahí estaba él. A mí me parecía raro, pero cuando lo veía me hacía reír, me divertía… aunque no había química.

La química se da cuando nos encontramos en un certamen en el que ambos éramos jurados, bueno, su hermano y yo éramos jurados, pero él estaba ahí. Después de eso ya empezamos a salir en bola y me hacía reír muchísimo. Yo siempre estirada, siempre estresada, siempre todo, veo a un hombre con el que puedo platicar de muchas cosas que a lo mejor no podía platicar con gente de mi edad. Veo a un hombre que sabe de cosas y con el que puedo platicar de libros y de cine y de arquitectura… entonces me llama la atención.

Y aparte de que me hace reír muchísimo, me la pasaba muy bien. Recuerdo que me dijo, “oye, vamos a ser novios”. Y le dije que no, que gracias, que yo tenía muchas cosas que hacer, que eso no estaba dentro de mis planes, pero él insistió, fue insistente y por ahí de la quinta vez dije, “ay”, le voy a decir que sí, total él se va para México y yo me quedo aquí en Monterrey, que sea algo tranquilo, pero no, cada vez me hacía sentir mejor y lo extrañaba cuando se iba.

Un día me dice por teléfono: “tú vas a ser la madre de mis hijos”. Yo le dije: “estás loco, nunca”; pero él me dijo: “sí, tú vas a ser la madre de mis hijos, te vas a casar conmigo. Es más, ¿te quieres casar conmigo?”. Me acuerdo que me propuso matrimonio por teléfono. Le dije, “¡Estás loco!, ¡claro que no!”.

Y así pasó como un mes. Tuve muchos problemas ese mes y él fue a visitarme a Monterrey y le dije que sí. Y él me dice: “¿sí qué?”. Le dije que sí me iba a casar y así pasó.

Diez meses después desperté y estaba en el Registro Civil firmando el acta de matrimonio.

***

Son los noventa. Me caso con Mario en 1991. Nuestro departamento en la Ciudad de México todavía no estaba listo, así es que me quedé a vivir con mi suegra tres meses. Era difícil. Imagínate toda la cultura del DF. Yo vengo de una cultura muy diferente a la que Mario tenía. Al principio éramos agua y aceite. Ahí en Monterrey se hace lo que la mamá dice, a lo mejor es un matriarcado, porque la mamá y la abuela, todas dicen qué es lo que tienes que hacer, pero acá, de este lado en DF, es una cosa más abierta.

La boda se realizó en 1991. Especial

Yo venía de un mundo muy aparte en el que me llamaba la atención ver tantas cosas, como el que todos se pudieran relacionar de una manera diferente. Nuestros valores eran muy, muy diferentes y tampoco nos conocíamos tanto porque él estaba conmigo lo poquito que iba cada vez a Monterrey a visitarme, así es que nos veíamos muy poco al mes.

Yo vivía en un mundo color de rosa que tampoco tenía nada que ver con el medio artístico, así es que veía el mundo del espectáculo a través de sus ojos en las obras de teatro de sus hermanos. Iba a verlo al teatro y para mí era un mundo que me encantaba pero que no conocía, porque yo venía de una situación familiar muy cerrada en Monterrey. Así es que lo que yo veía me impactaba mucho.

También me daba miedo porque era algo que no conocía. Yo fui criada con la idea de que una se tiene que casar y como mujer de hogar, como mamá, tienes que quedarte en tu casa con tu familia y tus hijitos. Mi idea de vida era estar en mi casa con mis hijitos y cuidar a mi esposo. Recuerdo que hasta me metí a clases de cocina, me hice chef para ser la mejor cocinera y tener a mi esposo contento. De alguna manera así te educaban en esa época en que el marido era lo principal y tú tenías que tener a tu marido contento.

Entonces yo quería ser la esposa perfecta, la mamá perfecta, todo así a la perfección y la perfección no existe. Recuerdo también que en aquel entonces yo quería que no volteara a otro lado más que conmigo y que solo me viera a mí. Yo lo veía grande y lo admiraba por su trabajo artístico, pero también como hombre, como ser humano.

Mientras él trabajaba yo me dedicaba a mis hijitos, porque nos embarazamos muy pronto. Me quedaba en casa a cuidar a mis hijitos. Yo era la mamá que los llevaba al futbol, a clases de natación, la típica mamá regia, ya sabes, que hace todo por su familia, porque estén los niños bien, porque tengan un entorno adecuado.

Todo esto, sin embargo, era difícil porque Mario trabajaba de lunes a viernes y yo no lo veía para nada, nada más los fines de semana. Entonces era un problema muy grande cuando empezó a tener más y más y más éxito porque no podíamos salir a la calle sin que a él lo persiguieran o lo estuvieran acosando.

Y para mis hijos era muy difícil porque eran fotos y fotos. Recuerdo que le decían: “papá, diles que ya no, que estás comiendo o que estás conmigo”. Entonces explicarle eso a los niños también era difícil, porque no lo entendían en ese momento. Aparte, la fama siempre trae sus cosas malas y te pierdes, te puedes perder muy fácil en la fama.

Mario empezó a tomar. Yo lo conocí sin que tomara una gota y esa parte de él me encantaba. Yo lo conocí como un hombre sano en muchos aspectos. Y de pronto veo un hombre que ya no lo conozco porque la fama se lo lleva de un lado para otro y lo veo que toma y que es un hombre que no llega a la casa. Entonces ya era muy difícil esa situación porque él tenía un programa exitoso y luego otro y otro. Fue ganando mucha fama porque tenía muchísimo éxito con los programas que hacía.

***

Cuando conocí a Mario era actor en Anabel. Después le ofrecieron un programa que se llamaba T.V.O., donde dirigía escena. De hecho, yo hice casting para ese programa, pero casualmente salí embarazada. Como que él no quería que estuviera en los medios.

Entonces estuvo ahí en T.V.O y después se va a Llévatelo y de Llévatelo recuerdo que un día me dice: “ya me llegó mi oportunidad. Ya llegó porque voy a trabajar con el señor Stanley”. Y yo le decía: “¿Quién es él?” “Sí, voy a trabajar con el señor Stanley y fíjate que el programa” y que no sé qué. Así empieza a hacer Llévatelo a dirigirlo y luego se lo lleva a un programa que era ¡Pácatelas! Y ahí hacía pequeñas intervenciones.

Me acuerdo que cuando estaba en ¡Pácatelas! yo hacía muchísimos corajes. Yo le decía: “¿Por qué te dejas tratar así, por qué permites que te falte al respeto, por qué?, ¿por que te trata mal y te dice tal…?”. “No, es que ese es el rol, ese es el juego, es que así es”. Y yo le decía: “pero es que no me gusta, no me gusta que te trate mal ese señor es...”.

Siempre me peleaba con él porque lo trataba mal. 

CONTINUARÁ…

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