Alfonso Cuarón

Ciudad de México /

Dios y los lectores saben que Gilga considera al cineasta un realizador de primera línea y ha dicho que Roma es una gran obra del cine y la memoria; por esto Gamés se ha llevado una sorpresa con Desprecio, un verdadero desastre

Repantigado en el mullido sillón de su amplísimo estudio, Gil repetía las líneas del clásico: “Retirado en la paz de estos desiertos, / con pocos pero doctos libros juntos, / vivo en conversación con los difuntos / y escucho con mis ojos a los muertos. // Si no siempre entendidos, siempre abiertos, / o enmiendan o fecundan mis asuntos”. Así es, un fragmento de un soneto de Quevedo, “Desde la torre”.

Retirado en la paz de sus desiertos, Gilga dejó sus libros abiertos y decidió incursionar en la nueva serie televisiva de Alfonso Cuarón: Disclaimer, Desprecio en español. Gamés vio cuatro capítulos de un tirón, semanalmente aparece uno nuevo en Apple-TV y si entendió bien Gil, cosa improbable, la miniserie cuenta con 7 capítulos.

Dios y los lectores saben que Gilga considera a Cuarón un realizador de primera línea en el mundo y ha dicho que su película Roma es una gran obra del cine y la memoria. Por estas razones Gilga se ha llevado una sorpresa con Desprecio, un verdadero desastre.

Gil no daba crédito y cobranza: dos o tres tiempos narrativos que se convierten en un puchero temporal donde el público no sabe si va o viene; una voz en off que cuenta exactamente lo que se ve en pantalla; un guión mal escrito resuelto en frases petulantes y sobre intelectualizadas. El resultado es una serie, hasta el capítulo cuatro, artificial, sin peso dramático. Total, una desgracia que le recordó a Gamés aquel chiste del hombre que le dice a su mujer: me voy, tardaré mucho tiempo en volver, pues asistiré a la guerra de los treinta años.

La maldita segunda persona

Basada en una novela de Renée Knigth, Desprecio cuenta la historia de una documentalista de gran éxito, Cate Blanchett actuando a una Catherine a quien ha alcanzado en su madurez un terrible secreto. Un día, Catherine recibe un libro, una edición de autor: El perfecto desconocido. Mientras lee las páginas de la novela, que ha resultado por cierto una “ficción extraordinaria”, ella se reconoce en la mujer que no sólo guarda un secreto a su marido, presidente de una organización civil y a un joven hijo que es un bodrio, su pasado negro guarda una vileza imperdonable. Gil no venderá la trama. Tan bien que se oye “vender la trama” y ya todos dicen “spoilerear”.

Quien le haya aconsejado a Cuarón que la voz en off narrara la trama en segunda persona del singular es su peor enemigo, tal vez él mismo. Si en la página impresa resulta la mayoría de las veces artificial la segunda persona del singular, en el cine es una locura. Gamés se refiere a esto: te levantas del mullido sillón, caminas sobre la duela de cedro blanco, te sirves un café, te sientas. Uff, que desesperante que alguien nos cuente lo que hace o ha hecho hablándose a sí mismo y, si además lo ve uno en la pantalla, el resultado es una repetición bochornosa.

Ciertamente, estamos ante un creador de altísima calidad y ante la fotografía de Lubezki: las escenas del mar se le dan a Cuarón como secuencias de una naturalidad extraordinaria, pero este gran cineasta ha querido contar una historia de pérdida, venganza, ambición, falta de solidaridad y en cambio ha creado una pieza de esnobismo internacional con un barniz de tragedia. Kevin Cline actúa a una especie de anciano tonto cuyo hijo a los dieciocho años asiste a una cena donde se comporta como un niño de diez.

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Jorge Carrión ha escrito un libro magnífico: Teleshakespeare (Errata naturae, 2011) y empieza así: “En el principio no fue el cine. En el principio fue la oración. Y la poesía y el mito y la tragedia y el cuento y la comedia. Y, después, la novela. Y el ensayo. Y la pintura. Y finalmente el cine. Y su hija la televisión”. La mezcla sin control de todo esto y sin orden ni concierto ha logrado un pucherazo hasta el final del capítulo cuatro. Ni hablar, a la mejor liebre se le va el cazador.

Todo es muy raro caracho, como diría Sandor Marai: “Nunca son tan peligrosos los hombres como cuando se vengan de los crímenes que ellos han cometido”

Gil s’en va

  • Gil Gamés
  • gil.games@milenio.com
  • Entre su obra destacan Me perderé contigo, Esta vez para siempre, Llamadas nocturnas, Paraísos duros de roer, Nos acompañan los muertos, El corazón es un gitano y El cerebro de mi hermano. Escribe bajo el pseudónomo de Gil Gamés de lunes a viernes su columna "Uno hasta el fondo" y todos los viernes su columna "Prácticas indecibles"
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