Daniel Manrique Arias, creador de Tepito Arte Acá, un colectivo que difundía la cultura y defensa del barrio, allá por los 70, fue un artista plástico que aprovechaba cualquier oportunidad para expresar su sentir en vecindades, incluso usando como pretexto las grietas en paredes para convertirlas en murales; pero en 1986 algo le sucedió.
En 1985, los sismos de septiembre habían sacudido toda la capital del país, en especial algunas colonias, como la Morelos, donde vivía Manrique, quien un año después tuvo motivos para migrar a la vecina Guerrero, también abatida por los movimientos telúricos, donde fue acogido por vecinos y entonces desarrolló gran parte de su obra.
La organización vecinal Campamentos Unidos, CU, que había surgido a raíz de los terremotos, le dio cobijo al artista y este año, en el 150 aniversario de la La Warrior, le rinde homenaje a quien acuñó una frase que hasta la fecha puede leerse en una de sus esculturas resguardada en un inmueble: Si todos jaláramos juntos la vida sería más chida.
Los integrantes de CU, asociación civil dirigida por María Dolores Gutiérrez Arellano y Antonio Paz Martínez, pusieron en práctica la autoconstrucción y a partir de entonces resguarda la obra plástica de Daniel Manrique, quien entregó gran parte de su vida a respaldar las causas vecinales del barrio, en cuyos muros dejó testimonio de su producción artística.
Además de los murales en vecindades y edificios de la Guerrero, Manrique hizo pintura de caballete, entre las que está su autorretrato y otras que reflejan la vida cotidiana y temas, como el protagonismo de la mujer, las madres, su preocupación por los niños y sus espacios para jugar y su seguridad, entre otras propuestas que se reflejan en su obra.
Las paredes del domicilio de CU, en la colonia Guerrero, están revestidas con la obra de Manrique.
“Hemos tratado de mantener el espacio como una galería en homenaje a Daniel, de lo que él donó a la organización; es el reflejo de lo que convivió con la gente durante la autoconstrucción y otras de sus propuestas; aquí las preservamos para que la gente las pueda ver”, comenta Paz Martínez.
—¿Qué decía Manrique cuando se integra con ustedes?
—Lo que le impacta mucho es el trabajo de la gente, principalmente la mujer, que por lo general no tenía dónde dejar a sus hijos, y también de cómo los niños aprendieron con su mamá a valorar lo que estaban haciendo, que era su casa. Eso Manrique lo refleja en sus cuadros, en las obras que dona, que hace para Campamentos, y esos cuadros son el reflejo de lo que convivió y le impresionó al llegar a Campamentos Unidos.
El espacio es una galería permanente de la obra de Daniel Manrique, además de que se pueden apreciar las macizas vigas que rescataron de vecindades antiguas y que ahora sirven de libreros.
—Y también hacía esculturas, según vemos aquí.
—Sí, son algunas que hizo en papel; aquí nos deja todo esto, y las muñecas que tenemos abajo, una colección que hizo de diferentes estados de la República; es un trabajo que iba a donar a los niños de una escuela con problemas motrices, pero ya no lo pudo hacer.
Y como tributo a Daniel Manrique Arias, quien falleciera en agosto de 2010, editaron el libro titulado El color del barrio, relatos de la memoria, coordinado por María Dolores Gutiérrez Arellano, también fundadora de CU, asociación civil a la que el artista se incorporó en 1986, un año después de los sismos que devastaron gran parte de la zona.
Es un homenaje a su participación en la colonia porque varias de las vecindades se autoconstruyeron. Son fotos que reflejan la forma en que los vecinos trabajaron codo a codo en la autoconstrucción, con la ayuda de organizaciones internacionales, como la Cruz Roja Internacional y un sindicato de obreros suizos.
“Fue el proceso de autoconstrucción hasta más o menos el año 2000, desde 1985”, recuerda Dolores. “Y durante ese tiempo Daniel Manrique estuvo participando, desde en 1986, el año en que llegó”.
—Que él fue vecino de Tepito.
—Él es vecino de Tepito, originario de Tepito. Llega a la colonia después de muchas situaciones que le suceden allá y aquí se siente arropado, identificado con gente de la colonia Guerrero, con las señoras, por supuesto, con ese lenguaje típico del barrio, ese albur que manejan…
Y Daniel Manrique empieza a participar con las señoras, con los albañiles, los vecinos, al mismo tiempo que hace sus murales, donde expresa lo que ve y lo que siente en diferentes predios.
En el libro, de 108 páginas en papel couché, aparecen fotografías de vecinos trabajando, de varios murales y esculturas que hay en vecindades, donde hace referencia a los oficios y al trabajo de las mujeres.
“A mí, en lo particular, me gusta mucho una imagen, aquí en el libro, que es de la que está en Camelia 82, pues Manrique fue amantes de los oficios”, refiere Dolores, quien menciona que, como un homenaje a la mujer, hizo una escultura en la vivienda marcada con el número 233 de la calle Pedro Moreno. “Es la silueta de una mujer tendiendo una sábana”.
Hay un texto publicado en el libro, cuyo el autor, quien se firma como El Ñerito, se lo dedica a Daniel Manrique Arias:
El muy picudo aparentaba que andaba en el lance del alucine, como en trance, poseído por ambrosía, se la pasaba siempre empeñoso escribiendo, dibujando, afilosofado y presto a desenvainar la lengua con su picaresco choro-chorizo que agustín, a leguas enseñaba su identidad barriera: Tepito, ¡a huevo!
Es la herencia plástica de Daniel Manrique, creador de Tepito Arte Acá, quien brincó de su barrio para depositar su obra en la Guerrero y acuñar varias frases, una de las cuales colocó en un mural —de chiquillos jugando— que sale al encuentro de quien visita el domicilio de Campamentos Unidos:
Si a las niñas y a los niños ya no podemos darles un mundo de amor y de armonía… es mejor que ya no nazcan.