Muy joven salió de Paracho, Michoacán, rumbo a Ciudad de México, donde cursó estudios en diversas escuelas; cambió su nombre de Mario por el de María, y entonces se convirtió en una mujer trans, cuyas características físicas son: estatura alta, nariz afilada y extensa cabellera negra. Su figura es similar a la de una Chica Almodóvar, se le comenta, y rápido agradece la observación con una sonrisa, mientras menciona a Rossy de Palma.
Su nombre es María Ponce.
También es su marca desde hace 8 años.
Ponce ha participado en las grandes ligas de la moda; en Nueva York, por ejemplo, entre otras capitales, y hace poco fue invitada a la presentación de diseños de Carolina Herrera en un hotel de Polanco.
María recibe en su taller de un edificio antiguo de Ciudad de México, ubicado sobre la calle Artículo 123, donde a simple vista se manifiesta la creatividad de quien, desde temprana edad, como ella dice, descubrió su amor por el diseño, el arte y la belleza de la indumentaria.
Atrás quedaría su lugar de origen, al que regresa de vez en cuando, pues guarda recuerdos agradables de lo que ella nombra “la mítica y artesanal Meseta Purépecha, donde nací un 4 de octubre”.
—Por cierto, tienes un vestido de tu abuela—se le comenta, luego de mirar un maniquí con indumentaria de novia a la vuelta de la entrada.
—Sí, justamente lo encontré en mi casa, su casa, y me lo robé; me lo traje y dije: “Tengo que hacer algo con ese vestido”. Yo creo mucho en el poder de los objetos y de esta cuestión como que cuenta una historia.
Y es tal el apego a sus raíces, que su figura ha servido de inspiración a diversos colectivos LGBTTIQ +, además de ser cofundadora del Colectivo Creativo de Paracho, un “espacio de trabajo en donde el diseño social es la columna vertebral para mejorar a la sociedad en aspectos donde la creatividad proporciona soluciones sociales, económicas, de diversidad sexual y políticas a mujeres y comunidades de pueblos originarios”.
María Ponce, se añade en su semblanza, “lleva por filosofía el encuentro con la fantasía y la realidad a través de la indumentaria de vanguardia. Las colecciones llevan una forma de gabinetes de curiosidades que ejercen su diversidad en materiales, formas y siluetas, vistiendo cuerpos sin género, con el propósito de experimentar la moda teatral en ambientes cotidianos”.
—¿Quién es María Ponce?
—Creo en la inventiva que he tenido a lo largo de mi carrera acerca de crear ropa; siento que la ropa me hace a mí y yo la hago a ella, porque es una narrativa mágica, es una constante y de una poética también.
—Y a qué edad empiezas.
—Yo descubro mi identidad en Ciudad de México, en una temprana época, en mi universidad, y surgió como un proyecto artístico de performance en el que jugaba mucho con los roles de género de ser hombre y mujer, así como empezar con la ropa; decir, “me pongo tal prenda, tal prenda”. Y creo que no es porque el personaje se haya apoderado de mí, pero descubrí que era mucho más feliz siendo María que siendo Mario.
María admira, sobre todo, a mujeres destacadas, empezando por grandes protagonistas que llevan su nombre, como la actriz María Félix y la cantante de ópera María Callas.
“Y aparte es un nombre muy mexicano”, refiere. “Solamente cambia una vocal, de Mario a María, y creo que le hago honor justamente a ese nombre de mujeres que admiro muchísimo”.
—¿Cuáles serían tus diseñadores o diseñadoras favoritos?
—Yo creo que, más allá de diseñadores, admiro más a mujeres. Admiro a personalidades como María Félix y la bohemia de Chabela Vargas; sobre todo a mujeres extrañas: Rossy de Palma, Bimba Bosé… Esta peculiaridad de ser la mujer más bella y un poco la más interesante.
La modista, quien se ha presentado en pasarelas de Londres, Nueva York y Ciudad de México, entre otros lugares, habla de sus referentes.
“Yo creo que, de forma cronológica, está Elsa Schiaparelli, una italiana surrealista que colaboró con Salvador Dalí; también Viktor & Rolt, un dúo que tiene esta narrativa de las muñecas y el maximalismo”.
Y luego comenta:
“Yo creo que cerraría un poco con La Croac, Alexander McQueen y Jean Paul Gouthier; son nombres, sobre todo, que resuenan mucho con cierta teatralidad. Y uno de mis grandes, en este momento, es John Galliano.
—Llama la atención que McQueen se suicidó, ¿verdad?
—Sí, se suicidó; sí, creo que fue una de las personas que llevó el arte hasta sus últimas consecuencias, sin temor a un final que decidió.
Es María Ponce, dueña de una abultada biografía difícil de abreviar, quien hace suyas las palabras que Octavio Paz le dedicara a la actriz María Félix, de quien el poeta expresó que “nació dos veces: sus padres la engendraron y ella, después, se inventó así misma”.