El futbol mexicano, quien más quien menos, está en crisis que no se puede ocultar.
El dueño de club nacional que pretenda manifestar su agrado en la forma de percibir y definir el actual torneo, estará ocultando una verdad a todas luces clara.
Con excepción de los equipos regios, las entradas a los estadios están siendo raquíticas.
El pueblo manda sus mensajes sin tanta publicidad ni explicación. Ir a un partido del América es semejante a creer que quien juega es el Atlante; así de horrible.
Las aficiones no tienen la culpa.
Es el deterioro de las instituciones y el mal manejo del futbol cancha los responsables de la separación entre entusiasmo y empatía hacia el “nuevo futbol nacional”.
Cada región vive este espectáculo de muy distinta manera según el interés del dueño en cuestión.
Realmente hay dos ligas claramente separadas por el interés de las respectivas regiones y aficiones.
La industria del futbol en nuestro país no tiene suficiente respaldo emocional sostenido que demuestre interés por ser, estar, actuar y existir.
Las novedades en algunos resultados nos podrán ayudar a evaluar la excitación o desprecio de los hechos.
Los dueños deben estar inconformes con lo que sucede y más con lo que no acontece que debería estar presente. Atinarle es complicado pero sus esfuerzos no están alineados a lo que planearon, si es que lo hicieron.
Javier Aguirre y sus ayudantes, no han venido a modificar nada porque su aporte es nulo, pero así lo quisieron. Allá ellos.