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¿El fin de la comida chatarra en las escuelas?

Ciudad de México /

El próximo 29 de marzo quedará prohibido vender comida chatarra y bebidas azucaradas en las escuelas públicas de México, un aparente triunfo para la niñez mexicana, que puede esperar un menor índice de obesidad infantil y una mejor salud de largo plazo. ¿Será? No me queda claro.

Tras múltiples intentos fallidos, los defensores de una buena alimentación infantil finalmente lograron el apoyo legislativo necesario para retirar de las aulas alimentos poco nutritivos, como refrescos, papas fritas y dulces. En esta ocasión, a diferencia de esfuerzos pasados, el gobierno consiguió el apoyo de la industria alimenticia. Bajo la campaña Vive Saludable, Vive Feliz, varias empresas acordaron no ampararse y sumarse a la iniciativa. 

No cabe duda de que el problema es grave y que algo se tiene que hacer. México enfrenta una crisis de salud pública a raíz de la obesidad infantil: somos el país con mayor incidencia del mundo. Las enfermedades derivadas del sobrepeso, como la diabetes, no solo afectan la calidad de vida de quienes las padecen, sino que también representan un enorme costo para el sistema de salud.

En principio, parece difícil cuestionar la efectividad de una medida que a todas luces parece beneficiar a los niños. Estamos hablando de cambiar comida chatarra por una más nutritiva. El problema es que la implementación será compleja y puede terminar diluyendo muchos de los posibles beneficios. 

Arriba de la lista está el reto de cómo sustituir la comida chatarra. Mientras que los productos ultraprocesados suelen ser accesibles, baratos y fáciles de preparar, ocurre lo contrario con los saludables. La mayoría de las escuelas públicas no cuentan con cocinas equipadas ni personal para preparar alimentos frescos y nutritivos a precios razonables. Las cooperativas escolares pueden distribuirlos, siguiendo un manual de comida permitida por la SEP, pero ni la transición ni la aceptación por parte de los estudiantes será sencilla. Los legisladores pueden prohibir la comida chatarra, pero no pueden obligar a los niños a comer la alternativa.

Otro desafío será garantizar que las escuelas cumplan con la regulación. Supervisar que miles de planteles en todo el país sigan los lineamientos será en sí complicado, pero la legislación también prohíbe que se venda comida chatarra en los alrededores de las escuelas. ¿Cómo controlar a los vendedores ambulantes que dependen de estas ventas? Y si la comida dentro de las aulas no es atractiva, estoy seguro de que los niños buscarán alternativas fuera. 

Para que esta política sea realmente efectiva, la prohibición por sí sola no basta. Es necesario inculcar desde la infancia hábitos alimenticios saludables y fomentar el ejercicio. Para su crédito, la campaña Vive Saludable, Vive Feliz incluye estas estrategias. Sin embargo, transformar una cultura alimentaria arraigada lleva tiempo y me queda la duda de que el gobierno tenga la paciencia y las herramientas necesarias para realizar un cambio tan profundo.


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