
Es probable que título y portada nos confundan.
Lo cierto es que Atusparia, segunda novela publicada por la peruana Gabriela Wiener (1975), es casi una recapitulación de las luchas revolucionarias emprendidas en nuestros territorios desde sus orígenes.
Una travesía que nos lleva, extraordinarias facturas narrativas y desafiando todo esquema probado, de las primeras resistencias indígenas en contra del violento invasor hasta la reivindicación de las mismas y sus propuestas de autogestión libertaria.
Siempre desde la narrativa literaria, subráyese la advertencia, puesto que la creación de los personajes y la trama (algo de autoficción habrá) hacen de Atusparia una gran novela.
Sabremos que Atusparia fue el nombre de uno de los dirigentes indígenas que en el XIX extendió las luchas de emancipación en Perú…
Que ese mismo nombre se le pondría a la escuela en la que la protagonista central cursó su educación primaria, de marcada influencia socialista… Mujer que asumiría el mismo mote para continuar su existencia…
Que como cientos de miles, millones, esa misma mujer asumiría como propios los deseos del cambio revolucionario, la ruptura, alentados a lo largo de los años por teorías, pensadores y experimentos sociopolíticos del tamaño del socialismo realmente existente…
Que, también como muchos, la protagonista arribaría a los terrenos del desaliento y el abandono y hasta el de las drogas (pastel de fresas acariciando mi sistema nervioso central). Además de ser actor principal del fenómeno central de los años más recientes, la migración (realidad que diseñan los dueños de este mundo)…
“El telón de acero de una obra en la que no actuamos” como fondo, Atusparia resume bien el medio siglo que nos antecede y recuerda mejor a autores que fijaron su mirada en los caminos que habrían de recorrerse para conseguir el cambio.
(De los años maravillosos. De los sueños revolucionarios. De los apagones. Del miedo. Del terror. De la dictadura. De los desaparecidos. De los presos. De los muertos). Realidad no exclusiva del país de la autora.
De Mariátegui a Scorza y de Gorbachov a Marcos, en la búsqueda de un mundo nuevo y, por qué no, de una nueva literatura.
“Salvo por los de la revolución china”, dice Asunción, el otro gran personaje de Atusparia, “los revolucionarios del campo siempre hemos sido revolucionarios sin esperanzas. Yo fui derrotada, lo admito, pero como decía Scorza: cuando todo lo demás no funciona aún nos queda este tribunal para apelar, el gran tribunal de apelación de la literatura”.
“Sí”, avanza la narración, “en la literatura es donde se vuelve a juzgar a la historia, donde se reabre el expediente. ¿Un libro puede ser llave, abrir un calabozo? No lo sé, pero lloro solo de pensar en algo tan extraordinario. Atusparia, sé que algún día la literatura reabrirá tu caso y se hará justicia. No pierdas la fe. Yo estaría expectante”.
También futurista, Atusparia (novela de revolución y utopía) tendrá su colofón en los años por venir.
“He enterrado tanto en esta vida, vivos y muertos”, que, leemos ya en su final, “si muevo solo un poco la superficie de tierra, con mis pezuñas empezarán a brotar los restos”.
“Y en esta última exhumación removeré del fondo de los gusanos a mis queridas camaradas, a las que dejé en herencia mi horrible desencanto de nosotras. Mi país entero me sonreirá desde su tumba temporal y a todos sus villanos les arrancaré el corazón para quemarlo”.
Gabriela Wiener publica semanalmente una columna para publico.es. Es creadora de varias performances que ha puesto en escena junto a su familia. Es parte de @Sudakasa, un proyecto colectivo de arte y escritura migrante. Undiscovered, la traducción al inglés de su novela Huaco retrato, fue finalista del Booker Prize Internacional 2024 y del PEN America.