El pueblo y los jueces

Ciudad de México /

El régimen nacional-populista que nos gobierna habla siempre en nombre del “pueblo” y se arroga, por su cuenta, su muy exclusiva y absoluta representación. Haberse erigido en el supremo delegado de las masas justifica todo lo que doña 4T haga y deshaga. Estamos hablando del más rentable de los pretextos y la más legitimadora de las excusas.

No hay respuesta a un cuestionamiento en la que el oficialismo no invoque ser el máximo emisario de la voz popular, así sea que los datos exhiban un muy pobre manejo de lo público y que los resultados sean, en lo hechos, peores que los que entregaron en su momento quienes se desentendían presuntamente de atender a los sectores más desfavorecidos de la desigual e injusta sociedad mexicana.

Aquellos, los de antes, no han dejado en momento alguno de ser señalados, denunciados y denostados como los grandes culpables de todo lo que no funciona en este país. La tarea de dirigir hacia un grupo social el resentimiento de millones de personas es parte de la muy socorrida estrategia que los populistas implementan para ejercer sus dominios e imponer su agenda.

El pueblo no se ha enterado todavía de que es el poder, y no el bienestar, lo que realmente desean los mandamases de ahora: potestades absolutas para hacer lo que les venga en gana, todo el tiempo y sin rendirle cuentas a nadie; atribuciones totales para enriquecerse y beneficiarse como cualquier ambicioso de los que tanto pretenden diferenciarse; y, finalmente, satisfacer su vanidad de salvadores de la patria, aunque sea de palabra y mera retórica.

Para eso, y por eso, es que están arremetiendo contra el Poder Judicial y para eso, y por eso, es que quieren tener jueces a modo, no sólo sin la necesaria preparación para desempeñar con solvencia el cargo sino con la debida docilidad para responder a los dictados del poder.

No hemos vivido aquí en el mejor de los mundos pero éramos de todas maneras una República y nadie, en la historia moderna de este país, había perpetrado tan colosal asalto al orden democrático. Y que quieran, encima, que esto sea completamente irreversible no es más que otra muestra –una involuntaria declaración, miren ustedes—del sistema totalitario que se proponen instaurar.

El pueblo, a pesar de todos los pesares, contaba con los jueces y podía recurrir al aparato de la justicia para enfrentar las arbitrariedades y abusos que cometían los encargados de llevar la cosa pública.

Muy pronto, el Estado, avasallador y autoritario, ganará todos los juicios, todas las querellas, todos los litigios y todas las demandas. Es lo que quiere el pueblo, nos dicen los ejecutores de la perversa maniobra. Más bien, es lo que buscan ellos –y vaya que lo están logrando— para instaurar un modelo hecho enteramente a su medida y conveniencia. Una auténtica desgracia nacional, señoras y señores.


  • Román Revueltas Retes
  • revueltas@mac.com
  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
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