Entiendo que a muchos nunca les gustó el casting, que sus opiniones políticas chocaban contra las de las protagonistas de un lado y del otro y que es imposible superar la magia del primer gran largometraje clásico de la animación mundial. ¿Pero en serio?
Veo a la gente más ocupada por contar asientos no comprados en preventa, en grabar las escenas de la película en el cine para subirlas a redes a modo de “spoilers” y de, incluso, buscar fotografías nada halagadoras del pasado de la actriz principal para atacar a todo el proyecto. Y creo que ya estamos normalizando un tratamiento hostil de tal grado que sus peligros trascienden el fracaso de una cinta animada.
Esta nueva cultura del bullying político se ha apoderado también del entretenimiento. Y el juego de “la funa”, cuando algo no nos gusta, se festeja sin importar las consecuencias en absoluto. Y por supuesto que aquí no nos salvamos de ser esas personas a nuestro propio modo.
Por el otro lado cada vez es más difícil distinguir cuando una opinión colectiva es orgánica o no. ¿Es auténtica la apariencia colectiva sobre el júbilo de que a Blanca Nieves no le haya ido bien en taquilla? ¿Sirve para justificar todo ese odio que por más de dos años se ha estado arrojando al proyecto? Se ha sacado de proporción a tal grado que pareciera que “el fracaso” de la cinta es un triunfo político para todos.
¿No era suficiente con no ver la cinta si no la querían? Personalmente podría habérmela saltado de no ser porque la música me parece hermosa y sé que a pesar de todo perdurará. El resto, ojalá pase pronto porque hay muchísimo más veneno en el ambiente que en esa manzana que se come la princesa.