Al menos, 75 por ciento de la población vive con algún grado de estrés y ante el aislamiento recomendado como medida para reducir la posibilidad de contagios de coronavirus, aumenta la posibilidad de trastornos de ansiedad y depresión, aseguró José Leopoldo Castro Fernández de Lara, coordinador de la Licenciatura en Psicología de la Universidad Iberoamericana Puebla.
Señaló que, ante la contingencia, la convivencia en el hogar por tiempos prolongados puede complicarse debido a la tensión generalizada entre todos los miembros de la familia ya que se trata de situaciones no experimentadas.
Comentó que la imposibilidad de traslado y activación física puede aumentar la condición de estrés, lo cual, en los peores escenarios, puede derivar en diferentes trastornos de ansiedad y hasta situaciones de depresión.
Ante la convivencia en casa, el especialista de la Ibero Puebla resaltó la importancia de establecer reglas de cohabitación y mantener una comunicación para expresar los sentimientos y mitigar el impacto psicológico.
“Una de las mejores estrategias para mitigar el impacto psicológico de la cuarentena recae en el establecimiento de rutinas, pues, en la medida en que uno se aleja de las costumbres del diario vivir, todo se desajusta y se complica la adaptación. Dentro del escenario familiar, es recomendable normalizar la contingencia a través de la aceptación. Debemos comprender que el encierro no está en nuestro control y que debemos acatarlo. Al situar nuestro propio contexto en la realidad, podemos evitar hacer asunciones demasiado idealistas”, comentó.
Las familias suelen convivir por periodos breves diariamente, explicó el investigador en Psicología; sin embargo, en el confinamiento, la convivencia se vuelve permanente, lo cual genera tensiones naturales e inevitables.
"Tener un pensamiento positivo poco realista puede ser perjudicial, pues las personas terminan descubriendo que la convivencia en familia no es tan buena como se pensaba. Es importante proponer horarios de convivencia conjunta y espacios individuales como el tiempo para educación a distancia o teletrabajo. De igual manera, la implementación de nuevas dinámicas ha de darse de forma natural, sin forzar el llamado tiempo de calidad”, destacó el investigador.
Castro Fernández de Lara explicó que de la misma forma en que la pandemia es una realidad que no se puede eludir, las discrepancias en el núcleo familiar también son latentes debido a la tensión a la que todos los integrantes están sujetos.
“Es fundamental recordar que cada persona vive el proceso a su manera, por lo cual la tolerancia es clave en el resguardo. Aquí se va a notar la capacidad de resiliencia, es decir, nuestra capacidad de crecer ante la adversidad. Se trata de una oportunidad para crecer y aprender sobre nosotros mismos”, apuntó Fernández de Lara.
El académico de la Ibero Puebla recomendó que cada persona trabaje consigo mismo e impulse la tolerancia, en otras palabras, comprender que uno puede sentirse contrariado o fuera de sitio en las dinámicas de convivencia constante a las que no se está acostumbrado.
“El encierro es una oportunidad para conocernos a nosotros mismos y a los demás, asumirnos como seres sensibles y convivir en armonía. Tenemos arraigada la cultura del contacto, nos reconocemos unos a otros a través de la proximidad física. En tiempos de distanciamiento social, comenzamos a descubrir el poder del lenguaje para configurar nuestra realidad interna. Si bien el abrazo como recurso terapéutico puede continuar en el hogar, debemos pensar en estas otras formas de expresar lo que sentimos. Las relaciones se construyen en la medida en que uno se interesa por los demás, por lo que expresar las emociones y sentimientos, decir te quiero, es una buena forma de reforzar estos lazos”, finalizó.
mpl