Sylvia Schmelkes: una experta en educación que apenas descubre Netflix… y le fascina

Entrevista

La consejera del INEE, con medio siglo de experiencia como investigadora en educación, comparte sus años como estudiante, el 68 y sus lecturas favoritas.

Sus padres, él checo y ella argentina, se conocieron antes de la Segunda Guerra Mundial, aunque ella nació en Ciudad de México. (Jesús Quintanar)
Alma Paola Wong
Ciudad de México /

Con casi 50 años de investigación en el terreno educativo y 20 de experiencia en la administración pública, Sylvia Schmelkes, consejera del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), conoce los problemas y aciertos del sistema educativo mexicano.

Con ese respaldo asegura que México carece de un plan transexenal en la materia, que permita formar a estudiantes con aprendizajes sólidos y en la interculturalidad, así como procurar una óptima formación inicial y continua para los docentes. Sus orígenes e historia familiar la hacen una socióloga profundamente interesada en los fenómenos multiculturales, la educación indígena y la intercultural bilingüe.

Sus padres, él checo y ella argentina, se conocieron en Filipinas poco antes de la Segunda Guerra Mundial, donde tuvieron a su primera hija, pero una vez comenzada la gran conflagración, el padre fue requerido para combatir, lo que lo llevó a alejarse de su familia por seis años.

En 1945, al término de la guerra, su padre regresó a México, donde su madre ya se había establecido con los abuelos. Tres años más tarde, el 28 de julio de 1948, nació en Ciudad de México la hoy investigadora egresada de la Universidad Iberoamericana.

Schmelkes fue educada en escuelas bilingües y si bien terminó su carrera en la Ibero, siempre buscó estudiar en la UNAM. En 1967, cuando inició su formación superior, se inscribió al mismo tiempo en ambas instituciones, pero los paros provocados por el movimiento estudiantil la llevaron a concluir sus estudios en la jesuita, sin dejar de participar activamente en el conflicto de 1968.

Schmelkes, consejera presidenta del INEE de 2013 a 2017 en los años de la implementación de la reforma educativa de Enrique Peña Nieto, disfruta de viajar en familia, con sus tres hijos, sin importar las distancias. Goza de la lectura de novelas, ficción y literatura científica y recién descubrió Netflix, servicio que le fascina para hallar películas nuevas.

¿Cómo vivió el movimiento estudiantil de 1968?

Después de vencer los deseos de mis padres de que estudiara administración, en el 67 me inscribí al mismo tiempo, una por la mañana y otra por la tarde, en la UNAM y la Ibero, en sociología, con la intención de decidirme por CU, pero ese año estaba la efervescencia ahí y tenía pocas clases. Lo bueno es que tenía los mismos maestros, es como si hubiera estado en la UNAM. Al año decido quedarme en la Ibero, pero eso no significó dejar de participar en el movimiento. Yo tuve una participación activa con sociología y ciencia política, que siempre estuvo presente en las asambleas. No estuve en Tlatelolco, porque ya existía un viaje al que debía acudir en esa fecha.

“Pero recuerdo mucho de esas reuniones, me acuerdo cómo se infiltraba Gobernación en las asambleas, era muy divertido ver quién podía ser, porque conocíamos a nuestros compañeros. Pero era como un juego, ver quién de los compañeros había sido cooptado y era fácil identificarlos. La realidad de que el movimiento estaba infiltrado, no se puede negar. El apoyo de la población era muy emocionante, cuando marchaban los estudiantes la gente estaba en las calles a los lados, echándoles porras y además uniéndose a las filas, entonces sí se sentía que el movimiento social era un reclamo de una transformación. Además, la solidaridad de otros países de América Latina, la relación con otros estudiantes, visitas, conferencias, era una gran unidad.”

¿Qué cambios ve desde el 68?

Ha habido muchas transformaciones. Fue un parteaguas el 68, la generación de esos años marcó muchísimos cambios, en materia de avances en combate a la pobreza. La educación era un privilegio, pero no era un derecho, ni estaba considerado como tal. Asistir a la secundaria era un privilegio de las zonas urbanas, en las zonas rurales no existía, hasta que se estableció la telesecundaria. Desde luego, la cobertura educativa creció mucho, también hubo un impacto del 68 en la orientación curricular, en el sentido de la necesidad de despertar un espíritu crítico en los estudiantes, la capacidad de hacer investigación, reconocer e indignarse por los problemas sociales. Lo que antes se aprendía en la escuela era el país idílico, que éramos un país homogéneo, que no había diferencias ni había diversidad, pero eso lo cambió el 68. Luis Echeverría manda a hacer una reforma educativa para responder a esas demandas y la del 72 da respuesta a eso, en la educación básica, que es cuando entra la educación sexual desde cuarto de primaria y los libros de ciencias sociales empiezan a reconocer los problemas.

¿Qué está leyendo?

Mi tierra prometida, de Ari Shavit. El libro da cuenta de la historia entera de su país a partir de la memoria familiar.

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