Como antropólogo, Michael Toolan se adentró a la comunidad de Santa María Ixcatlán, a ese lugar en Oaxaca que tiene pacto con sus dioses para poder preparar el mezcal. Toolan, maravillado por esta tradición se dispuso a documentar todo el proceso de elaboración de esta bebida tradicional.
Después de varios años de trabajo logró su cometido y el resultado de esa investigación documental lo expone en la Galería Quetzalli, en la calle de Constitución 104-1, en el centro de la ciudad de Oaxaca, en el marco del festival Oaxaca Flavors/ El saber del sabor.
El fotógrafo, egresado de la University of British Columbia, en la carrera de antropología, explica cómo fue su trabajo en esta comunidad.
¿Por qué documentar la comunidad de Santa María Ixcatlán?
Ixcatlán es un poblado muy remoto y hermoso, en la región de la Cañada. Es una región ancestral, cuna del pueblo ixcateco, donde aún hoy quedan hablantes de su lengua originaria, el ixcateco. Se produce mezcal en esa población y el proceso es de lo más ancestral que haya visto.
¿Cómo llegaste a este lugar y por qué lo elegiste?
Mi documentación sobre la labor del maestro mezcalero, Amando Alvarado Jiménez y su familia de mezcaleros empezó en 2013 como parte de una comisión para la Fundación para la Reserva de la Biósfera Tehuacán-Cuicatlán. A través de esta comisión me hice amigo del maestro de modo que empecé a visitarlos por mi cuenta por espacio de cinco años.
Después del trabajo que emprendiste hace seis años, ¿esa curiosidad se convirtió en un trabajo documental?
Tengo una formación de antropólogo, un reflejo de mi interés por vidas distintas a la mía. Antes del trabajo de 2013 nunca había visto la producción de destilados. Ellos no solo usan ollas de barro como alambiques, sino que también usan palma blanca en lugar de petates o lonas de plástico para cubrir las “piñas” o “corazones” del agave en el horno. Las tinas para la fermentación se fabrican con piel de vaca, y en vez de usar un molino tirado por caballos, usan una molienda de piedra y un mazo de madera para hacer el machacado del agave manualmente. Es un proceso muy artesanal, con gran herencia cultural pero que se ha ido perdiendo.
¿Qué enseñanza te dejó fotografiar a los ixcatecos?
Además de familiarizarme con uno de los procesos más ancestrales en la elaboración del mezcal, tuve la oportunidad de ver de cerca todo el trabajo y el esfuerzo humano que requiere esta labor. También pude apreciar que este proceso es una forma de mantenerse en contacto con la comunidad, con su cultura, con la naturaleza; una forma de permanecer y resistir.
¿Cómo registraste con tu cámara el proceso de cosecha, horneado y destilado de mezcal?
Me he tomado mi tiempo, he hecho amigos. No todo es acerca de tomar fotografías, en un viaje fui a celebrar la fiesta del Cuarto Viernes de Cuaresma, sin hacer ningún trabajo para el proyecto. Una noche, antes de adentrarnos en lo profundo de las montañas para cortar maguey, Amando expresó sus dudas sobre mi capacidad para atravesar 13 kilómetros a pie. Yo tenía 20 años menos que él, y pensé: “si él puede hacerlo, pues yo también”. A la mañana siguiente salimos a las 4:30 de la mañana. Amando subió a su caballo y cabalgó a mi lado durante cuatro horas, mientras yo caminaba cargando mi equipo… Él tuvo razón, casi me muero...
¿Qué te llevas de la comunidad y qué le dejas a la comunidad?
Llevo mis fotos y la gratitud por permitirme entrar en sus vidas. Cuando me voy, dejo cosas de la ciudad: baterías, lámparas y corchos, pequeños gestos de amistad con la familia de Amando.
Antes ellos vendían su producción a marcas establecidas; a veces es complicado y costoso para los maestros mezcaleros tener su propia “marca” o el registro de su producción. La familia de Amando Alvarado ahora tiene su propia marca. El mezcal se llama Ixcateco, y usan mis imágenes para su promoción. Siempre un honor ser recibido por ellos, y un gran gusto tomar fotografías allí. La fotografía puede ser un pasaporte que me da acceso a mundos nuevos, y me siento afortunado por eso.
Y ADEMÁS
UN PACTO SELLADO CON LOS DIOSES
El historiador Giorgio Antei asegura que uno de los méritos de las fotografías de Michael Toolan “es que mientras documentan las fases de la preparación del mezcal, captan la dimensión imaginaria de faenas que sobreviven al borde de la realidad; una dimensión alucinada en la que la existencia de la comunidad se debe a un pacto sellado con los dioses: la vida a cambio de mezcal. Toolan rinde un homenaje a los ixcatecos, es un testimonio de su resistencia. Sin embargo, hay algo en sus fotografías que va más allá de la curiosidad y de la habilidad técnica: es una comprensión profunda del trabajo humano, del esfuerzo milenario para producir una bebida que de la tierra conduzca al cielo”.