Crítica en primera persona

Reseña

En La tertulia. Ensayos sobre literatura mexicana, Guillermo Vega Zaragoza realiza una radiografía del paisaje literario de nuestro país a lo largo del siglo XX

Guillermo Vega Zaragoza ha colaborado en distintos medios culturales. (Foto. Universidad de Colima)
Silvia Herrera
Ciudad de México /

Textos que van de 1987 a 2017 se reúnen en La tertulia. Ensayos sobre literatura mexicana (El tapiz del unicornio, 2019) del también poeta, cronista y cuentista Guillermo Vega Zaragoza. Si bien el autor no se considera un crítico literario, porque en su opinión para realizar esta labor se necesita tener un buen estómago, ha conjuntado un volumen de poco más de 300 páginas. Vega Zaragoza prefiere llamar a lo que lleva a cabo, apropiándose de una expresión de Alberto Ruy Sánchez, “crítica en primera persona”, en la que ante todo busca contagiar al lector del entusiasmo que él sintió al leer las obras de las que escribe. Como buen lector de revistas y suplementos, aprendió sus técnicas acercándose a la sección de crítica. Federico Patán, Ignacio Trejo Fuentes y Sandro Cohen —excolaboradores de Sábado de uno más uno— se cuentan más entre sus admiraciones.

Propuesta de un canon personal y aportación a la historia literaria local, el libro de Vega Zaragoza recorre poco más de 30 autores. Hay nombres con un lugar indiscutible en nuestro paisaje (Martín Luis Guzmán, Carlos Fuentes, Elena Garro, Juan García Ponce, Sergio Pitol, Elena Poniatowska, Vicente Leñero), y la recuperación de otros que si bien han creado una obra de calidad reconocida no tienen la fama que se merecen (Miguel N. Lira, Gustavo Sainz, Juan Bañuelos, Jaime Augusto Shelley, Guillermo Samperio). El ordenamiento que ofrece Vega Zaragoza parece cronológico —abre con los autores de más edad y cierra con los jóvenes—, pero la parte media resulta más anárquica.


Los dos textos con los que abre —dedicados a Martín Luis Guzmán y Miguel N. Lira— brindan una perspectiva de su método de exposición: acercándose a un libro específico o realizando un análisis global. En el caso de quien fuera miembro del Ateneo de la Juventud, se desmarca de sus libros emblemáticos —La sombra del caudillo, El águila y la serpiente— y opta por un volumen de corte político en el que expone su ideario liberal: Necesidad de cumplir la Leyes de Reforma. Lo contradictorio de quien vio en la Reforma “la primera cristalización del ideal progresista de México” es que en la etapa final de su vida se volvió un conservador que apoyó la represión gubernamental en contra del movimiento estudiantil de 1968.

En el caso del también editor Miguel N. Lira (publicó la obra inicial de Octavio Paz y Efraín Huerta), Vega Zaragoza hace un repaso general de su obra que abarca poesía, teatro y novela, destacando especialmente su trabajo en este último género. La escondida, acaso la más famosa, fue llevada al cine por Roberto Gavaldón, con guion de José Revueltas y Gunther Gerzso. En el caso de Una mujer en soledad, su otra gran novela, un crítico la comparó con El infierno de Henri Barbuse.

Así, ofreciendo datos, apoyándose en el trabajo de otros colegas y haciendo perfiles de los autores, el ensayista comparte sus simpatías y diferencias. Pero por no considerarse crítico, en ocasiones introduce observaciones y disquisiciones, supongo que para hacer más amable lo que escribe, que al final obstaculizan y desvían la lectura del tema. Por ejemplo, al comentar el libro En esto creo, de Carlos Fuentes, en el que habla de su hijo Carlos, muerto prematuramente, acota entre paréntesis: “pero qué barbaridad estoy diciendo; ¡todos los fallecimientos son prematuros, y más si se trata de un joven de 25 años!” No sé si quiso hacer un chiste o verse ingenioso, pero fracasa en ambos casos. 

En el ensayo que le dedica a Vicente Leñero, comienza el texto con una larga introducción en la que cuenta que iba a entrevistarlo pero la grabadora se le descompuso y además que la revista que le hacía estos encargos no le pagaba. Al terminar de leer, uno se pregunta: ¿y esto qué tiene que ver con la obra de Leñero? En otros casos, como los ensayos dedicados a Hugo Gutiérrez Vega y Huberto Batis, que fueron sus maestros y editores, los recuerdos no están de más y sí refuerzan los textos.

En fin, para bien o para mal, este es el estilo “Vega Zaragoza”. Asumiendo mi ortodoxia, gocé más los textos donde se acerca a los autores sin rodeos. Así considero se dialoga mejor.

​LVC

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