Frida Escobedo: “Todo el tiempo, la arquitectura está mirando hacia el futuro”

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La arquitecta mexicana conversa sobre su proyecto renovador en el MET, sus influencias y su concepción del urbanismo.

Frida Escobedo, arquitecta mexicana. (Foto: Ana Hop)
Ciudad de México /

El domingo 13 de marzo la noticia recorrió el mundo: el New York Times dio a conocer que la arquitecta mexicana Frida Escobedo había sido elegida para diseñar la nueva ala de arte moderno del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, en un proyecto de 500 millones de dólares. “Me gustan los desafíos”, le respondió Escobedo a la reportera Robin Pogrebin, del NYT en una conversación telefónica. Le dijo también que, aunque era demasiado pronto para hablar del proyecto, este “se conectará con el resto del museo, se conectará con el parque, se conectará con la ciudad y representará la diversidad cultural de Nueva York”.

En entrevista exclusiva con Laberinto, a través de Zoom, la arquitecta que en 2018 fue la segunda mujer, después de la anglo-iraní Zaha Hadid (1950-2016), en asumir el diseño del Serpentine Pavilion, en Londres, habla de lo que significa para ella el proyecto del MET, pero también de su manera de ver y asumir su oficio, de sus referencias, de la gente que la obliga a superarse y del trabajo de las arquitectas mexicanas, que cada vez conquistan mayores espacios y reconocimiento en el mundo.

—Para ti, lo has mencionado algunas veces, es fundamental rodearte de gente que te cuestione, que te rete. ¿Quiénes han sido esas personas que te han obligado a superarte?

Ha habido muchas en el camino, desde amigos con los que después he tenido la oportunidad y la fortuna de trabajar, y de los que he aprendido mucho, por ejemplo José Rojas, hasta tutores extraoficiales, porque nunca trabajé para ninguna oficina. En algún momento tuve la beca de Jóvenes Creadores y mi tutor fue Mauricio Rocha, que fue importante, lo mismo que algunos profesores en la maestría, como Erika Naginski y Krzysztof Wodiczko. Aquí en la oficina hay personas que se han vuelto colaboradores valiosos… Ha sido muy variado. Me gusta estar en contacto con gente que me que me ayuda a crecer

—Siempre con nuevos retos por delante, ¿nunca has tenido la tentación de estar en una zona de confort?

Sí se me antoja, la verdad, porque de pronto (el trabajo) se vuelve muy agotador. La arquitectura es una carrera que demanda mucha energía y mucho tiempo. Por otro lado, también me parece que es peligroso (entrar a una zona de confort), porque entonces uno deja de crecer, se empieza a repetir y ya no hay aprendizaje, ya no hay reto. Una de las cosas más bonitas de la arquitectura es que te permite estar aprendiendo constantemente, porque vas trabajando con diferentes tipos de clientes, en diferentes tipos de proyectos, en diferentes programas. Siempre hay aprendizaje.

—¿Cuáles son las referencias con las que te identificas y te sirven de impulso en tu carrera?

Depende mucho del proyecto que estemos haciendo, porque tratamos de hacer un proceso de investigación anterior para saber cómo nos vamos a aproximar a él, porque no somos una oficina que se especialice en una tipología específica o en un tipo de edificio. No nos dedicamos exclusivamente a hacer proyectos residenciales o exclusivamente comerciales, sino que siempre estamos cambiando y tomando diferentes escalas de proyecto y diferentes programas. Eso hace que uno tenga que hacer un proceso de investigación previo para poder aproximarse al proyecto de manera correcta y tener un peso conceptual que ayude a desarrollar las ideas, que tiene que ver más con lo estético y con lo funcional. Entonces, dependiendo del proyecto, vamos investigando diferentes cosas.

Civic Stage. (© Catarina Botelho)

—Estás en un excelente momento en tu carrera a nivel internacional. ¿Alguna vez has sentido que ser joven y ser mujer ha sido un obstáculo para tu desarrollo?

Sí, porque la profesión de arquitectura requiere de muchos recursos materiales para poder ser realizada. Hay que tener esta parte donde el cliente tiene que confiar en uno —hace poco tuve una plática con una persona que me dijo una frase que me pareció muy interesante: “Nos tenemos que mover a la velocidad de la confianza que generamos”. Hay veces que los proyectos arquitectónicos toman tiempo para generar confianza, porque este es un oficio, entonces (primero) hay que probar que uno puede hacer las cosas para poder hacer las que siguen. Eso es un aprendizaje de paciencia, porque uno tiene que ir paso a paso construyendo esa confianza.

—En 2018 te convertiste en la segunda mujer en diseñar el célebre Serpentine Pavilion, en los jardines de Kensington, en Londres. ¿Qué significó para ti ese proyecto?

Ese proyecto es muy importante porque, además de la visibilidad que tiene, representa un reto porque tiene que tener una carga conceptual y simbólica muy importante. Es una oportunidad para los arquitectos para explorar cuáles son sus valores, cuáles son las cosas que interesan, qué se quiere decir con el tipo de arquitectura que uno está haciendo, con una pieza muy pequeña. Es un pabellón al final del día, pero hay tal cantidad de oportunidad creativa que se vuelve una forma de poder revisar qué es lo que a uno le importa. Por eso me parece fundamental.

Serpentine Pavilion. (© Rafael Gamo)

—Otro de tus proyectos es La Tallera, en 2010, en Cuernavaca. ¿Qué significó para ti la remodelación de este espacio creado por Siqueiros?

Es uno de los proyectos a los que más cariño les tengo, porque fue mi primera oportunidad de trabajar en un proyecto cultural de ese tamaño, y también en una obra pública. Fue una oportunidad de aprendizaje muy importante para entender realmente qué se necesitaba, cuáles eran las posibilidades de intervenir un espacio, pero también conectarlo con la ciudad. Entender que lo que hacemos en arquitectura no es de los muros hacia adentro, sino que cada cosa que estamos haciendo va a tener una repercusión hacia el exterior. Ese proyecto después se volvió una influencia importante para el resto de los proyectos de la oficina.

La Tallera. (© Rafael Gamo)

—¿Qué ha significado la tradición para ti, para tu trabajo como arquitecta?

Si bien uno va a la escuela y aprende ahí ciertas cosas, siento que (la arquitectura) es un oficio. Entonces hay que aprenderlo haciendo, y eso toma mucho tiempo, mucha paciencia y mucha energía. Pero también tiene que ver mucho con cómo uno empieza a conectar con las personas, a entender cuáles son sus necesidades, incluso con clientes con los que uno no puede tener una comunicación directa o que ni siquiera conoce —sobre todo cuando uno está haciendo, por ejemplo, obra pública o vivienda para alguien que no es un cliente específico. En el caso, por ejemplo, de la vivienda colectiva, uno está intuyendo ciertas situaciones que pueden suceder en el espacio y uno se imagina cómo pueden ser esas interacciones en el espacio, pero en realidad hay que desarrollar esa intuición, ir haciéndola mucho más fina, más aguda, para que pueda haber una arquitectura de calidad. Es estar mirando hacia el futuro todo el tiempo. Cuando uno está proyectando, en realidad lo que uno está dibujando va a suceder en un año o dos o tres, precisamente por la lentitud con la que suceden los procesos en la arquitectura. Es casi como estar visualizando cuáles serían esas interacciones en un futuro próximo. Eso me parece muy interesante del oficio.

—En este sentido, si vemos la arquitectura como un oficio y como la creación de espacios, ¿cómo debería ser el eje de la transformación urbana en ciudades como la de México? ¿Cómo podrían trabajar los arquitectos de la mano de otros profesionales para tener una mejor calidad de vida en nuestra ciudad?

Es una pregunta muy compleja, porque hay muchos procesos que, aunque están relacionados con la arquitectura, no necesariamente son los mismos. Hay un tema de territorialización que tiene que ver más con política, que tiene que ver más con la economía. Y la arquitectura llega ya un poco tarde a ese proceso. Entonces, nosotros como arquitectos muchas veces estamos reaccionando más que planeando esa situación. Por eso debería de ser muy sano poder tener una relación más importante en etapas muy iniciales de cómo se está construyendo el espacio y el entorno en el que vivimos. Yo siempre pienso que las escuelas de arquitectura deberían tener esta visión de que la arquitectura no es nada más el diseño, la materialidad, las formas, las proporciones, sino también tiene que ver con esos procesos que muchas veces no son estéticos, pero que influyen de manera muy importante en la calidad de vida de las personas. Tal vez si empezáramos a pensar que la arquitectura también puede tener injerencia en esos procesos que son más políticos o económicos, podríamos tener una mejor calidad espacial.

Habitación de Mar Tirreno. (© Rafael Gamo)

—¿Puedes hablarnos, por otra parte, del trabajo que realizas en tu taller y cómo lo tienes organizado?

En este momento estamos con la oficina en México y empezando a establecer la oficina en Nueva York. En la oficina de México, va fluctuando conforme pasan los años o los meses, pero somos alrededor de 20 personas. Estamos estructurados en células; entonces hay coordinadores de célula que van llevando los procesos con líderes de proyecto, que son los que están a cargo de cada uno de los proyectos que estamos haciendo en la oficina. La idea es que tengamos una conversación muy horizontal, que podamos mantener una oficina relativamente pequeña en la que podamos seguir platicando todas las ideas. Me parece muy importante oír la voz de todos mis colaboradores, ya sean practicantes, arquitectos junior o coordinadores. Y seguir experimentando y aprendiendo con un área de la oficina que se dedica a la comunicación y a la investigación, que es una parte muy importante porque nos ayuda a empezar a generar ideas desde otra perspectiva. No nada más es resolver el tema práctico, sino también entender qué es lo que podemos decir, qué cosas nos interesan, cuáles son las preguntas que nos generan los proyectos que nos van llegando a la oficina.

—¿Podrías mencionar alguna de estas cosas que les interesa desarrollar?

Un ejemplo, cuando estamos hablando de vivienda, estamos pensando en quiénes viven en ese espacio, pero también quiénes trabajan en ese espacio y cómo trabajan en él. Nos interesa mucho esta idea del trabajo doméstico, ya sea remunerado o no remunerado. Cómo poder empezar a generar mejores oportunidades para que esa carga, que es muy pesada y que forma parte muy importante de la economía, se pueda empezar a redistribuir, a reconocer y a remunerar de otra manera. Eso empieza a tener también una repercusión en cómo empezamos a ver el espacio público. Como mencionaba con el ejemplo de La Tallera: cada cosa que hagamos en un espacio que parece que es privado, tiene una repercusión en la esfera pública. Constantemente estamos pensando cómo visibilizar procesos que de alguna manera han sido relegados o que han sido invisibilizados por diferentes rutinas de la forma en cómo se manejan los diferentes procesos sociales. Son ese tipo de preguntas. Cuando estamos diseñando un espacio, ¿qué más nos puede decir? ¿Qué nos dice de las personas que habitan? ¿Cómo podemos generar mejores condiciones con eso?

—Durante muchos años, la arquitectura y la ingeniería fueron vistas como actividades exclusivas de hombres. En la actualidad vemos cada vez más mujeres participando en ellas. ¿Cómo ves esta incursión de la mujer con proyectos y reconocimiento en todo el mundo?

Creo que es algo que está sucediendo en todas las prácticas profesionales. Ya tenemos más oportunidades de poder estar en posiciones no nada más de soporte, sino también de dirección. En los últimos años se han generado más oportunidades, pero todavía hay mucho que hacer: hay que trabajar mucho para encontrar paridad salarial, para encontrar las mismas oportunidades (que los hombres). El tema de la confianza tiene que ver más con la edad, no con el género, pero sí siento que es algo en lo que todavía se está avanzando lentamente.

—El trabajo de las arquitectas mexicanas es muy estimado en la actualidad. ¿Qué piensas de estas mujeres que, como tú, comparten el mismo oficio y que trabajan y logran espacios importantes dentro y fuera de México? ¿Hay algunas que admires?

Hay muchas colegas mexicanas que admiro y respeto, y que además me han dado muchas oportunidades. Creo que las mujeres tenemos esa tendencia de colaborar, de buscar las formas de hacer las cosas juntas y de generar más oportunidades para todas las que vienen. En ese sentido, yo tengo mucha admiración y respeto por Tatiana Bilbao, Gabriela Carrillo, Fernanda Canales, Rozana Montiel, Saidee Springall, Sol Camacho… y la lista sigue y sigue. Hay muchísimas mujeres que están haciendo un trabajo muy interesante y muy importante.

—Con todo esto, ¿qué futuro le ves a la mujer en la arquitectura en el mundo?

Sí siento que ha habido muchas más oportunidades y también ha habido más visibilización para los proyectos que estamos haciendo, pero también que hay muchas áreas en donde no tenemos la representación y el reconocimiento que necesitamos. Se está haciendo un trabajo muy importante, pero no necesariamente hay las mismas oportunidades de desarrollar proyectos que necesitan recursos más grandes o más tiempo. Pienso que, por ejemplo, en la academia hace falta más representación a niveles directivos. En Estados Unidos hay muchas decanas, pero en México no hay ese mismo balance. Lo mismo sucede en muchas áreas que tienen que ver con dirección. Creo que las cosas van por buen camino, pero hay mucho trabajo por hacer.

—Fuiste elegida para diseñar el nuevo pabellón de arte del Museo Metropolitano de Nueva York. ¿Cómo asumes y qué expectativas te genera este proyecto?

Es una oportunidad, definitivamente. Es el proyecto que cualquier arquitecto quisiera hacer en algún momento de su carrera. Me siento muy afortunada de poder tener esa oportunidad. Además se vuelve una forma de trabajar con una institución que en este momento también está haciéndose preguntas importantes de cómo nos representamos culturalmente como sociedad, qué es lo que representa nuestra historia, nuestro pasado, cuáles son esos elementos culturales que nos representan y cómo podemos verlos de una manera que ya no sea nada más cronológica y geográfica, sino que más bien hable de cómo conectamos ciertos intereses, sentimientos, comportamientos, que se vuelven humanos y que se repiten en diferentes geografías y diferentes tiempos. Es una oportunidad muy interesante para mí, porque empiezo a aprender otras cosas en esos términos, a través del arte y en una institución que es una de las más importantes en su tipo. Además de que está en una ciudad que se vuelve muy icónica. Es un tema de conectar con la cultura humana, pero también conectar con una ciudad que es muy rica en diversidad y en expresiones. Nueva York es una ciudad de muchas ciudades, es tradicionalmente una ciudad de migrantes. Ahí hay muchas oportunidades de explorar quiénes somos y cómo nos representamos.

AQ

  • José Luis Martínez S.
  • Periodista y editor. Su libro más reciente es Herejías. Lecturas para tiempos difíciles (Madre Editorial, 2022). Publica su columna “El Santo Oficio” en Milenio todos los sábados.

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