¿Cuál es la diferencia entre el error y el engaño? Tolomeo, quien durante cientos de años fue considerado uno de los mayores referentes de la ciencia por la publicación de Almagesto, serie de trece volúmenes donde revisa el conocimiento generado hasta el siglo II de nuestra era acerca del movimiento de los cuerpos celestas, en realidad plagió el contenido de los trabajos de Hiparco. A mediados del siglo XX, la cigarrera Camel se aprovechó de estudios sobre la nicotina para incrementar sus ventas. El mismo Donald Trump interpreta a su conveniencia estadísticas para justificar su política migratoria.
Si bien las encuestas o sondeos se pueden usar para explicar la realidad, también se usan para deformarla. Con el fin de aportar algo de luz en esta materia, el científico mexicano Gerardo Herrera Corral publica El azaroso arte del engaño (Taurus, México, 2018), que pretende aportar herramientas para una mejor comprensión de las cifras.
¿El engaño es humano?
Sí. Las pruebas psicológicas indican que en una conversación de diez minutos el 70 por ciento de la gente miente tres veces. El engaño es natural al ser humano. Por medio del libro, quería demostrar que así somos, pero específicamente quería mostrar que hay una nueva manera de mentir y que para poder detectarla se necesita formación. Si bien, en México reducimos el analfabetismo de manera considerable —es menor al cuatro por ciento—, tenemos un grave problema de comprensión lectora. Le gente ve los periódicos y está expuesta a las estadísticas todo el tiempo, pero no tiene las herramientas para comprenderlas.
Plantea una crítica puntual a los medios de comunicación.
Si tomas casi cualquier periódico, en su portada encontrarás una estadística. Si ves unas barras que indican números sin poner la base cero es una tarugada o un engaño, porque violenta la escala. Mi objetivo es aportar historias que den al lector herramientas para que pueda ser más crítico ante la información que nos bombardea.
Algunas de sus historias ejemplifican cómo se induce la información o las cifras para guiar o generar la opinión pública.
Cada historia ilustra una manera diferente de hacerlo. En el descubrimiento del Polo Norte se abusó del uso de la precisión. Robert Peary, quien se atribuyó haber sido el primero en llegar a aquella región, reportó mediciones con una precisión de segundos en su posición. Sabemos que con los instrumentos con los que contaba no podían tener semejante detalle, pero aun así lo hizo. Su ejemplo sirve para demostrar que una medición detallada o precisa impacta en el lector.
Vivimos una época en la que las encuestas se explotan hasta la saciedad. ¿Qué tan fiables son?
Las encuestas responden a distintos métodos y muy pocas muestran su metodología. Debería ser costumbre de quienes las realizan, dar a conocer los puntos centrales que las diferencian de otras. Pocas veces se dice a cuántas personas se encuestó. El buen periodista debe solicitar la desviación estándar de las mediciones o la sigma —anchura de la distribución que sirve para conocer el rango de certeza—. Son conceptos relativamente sencillos, solo necesitamos aprender a manejarlos.
Se habla de la frialdad de los números como algo casi inapelable.
Soy físico y para mí los números no son fríos. Los números pueden darnos una buena idea de lo que ocurre en la naturaleza y en la sociedad, dado que continuamente estamos expuestos a ellos. Claro que esto debe venir acompañado de un contexto o una historia. Quienes hacemos ciencias exactas tenemos la tarea de aportar en este sentido.
¿El fin de una encuesta determina la lectura o interpretación del número?
Toda encuesta lleva un sesgo y a menudo un fin. Si quiero demostrar que el crimen ha disminuido, hay manera de inducir los datos para conseguirlo. Por eso sería importante tener mecanismos independientes para hacer mediciones. En la física usamos técnicas para evitar el sesgo pero aun como científicos hacemos todo lo posible por demostrar nuestras tesis. A veces inducimos conscientemente, otras de manera inconsciente. Albert Einstein lo hizo. No se trata de culparlo, pero indujo el sesgo que necesitaba para medir el modelo magnético del electrón. El problema está en identificar los criterios. Por eso tenemos un método ciego. Quien analiza los datos no ve lo que ocurre paso a paso, los introducimos en una caja negra que no podemos ver. Desde nuestros programas estudiamos cortes, criterios y solo hasta el final del análisis se abre la caja para ver el resultado. Me parece que aquí hay una aportación recomendable para el momento de aplicar estadísticas.
En la época de las fake news se privilegia el culto a la cifra. Si después se desmiente, es lo de menos, lleva mano quien expone el primer dato.
Es verdad, es como el efecto de la bata blanca para anunciar un nuevo medicamento. El culto al número puede contrarrestarse con un lector educado y crítico. Por eso deberíamos leer las encuestas electorales como ejercicios de tendencia.
Llevamos casi veinte minutos hablando y es momento de volver a la primera pregunta: ¿cuántas mentiras me ha dicho?
De acuerdo con las estadísticas, te he contado seis mentiras. El problema es identificar cuáles. En realidad, hay que tomar la cifra con calma porque las mentiras o las exageraciones, en su mayoría, son dirigidas a mejorar nuestra propia imagen. En ese sentido no está tan mal.