Gerardo Herrera Corral, físico y escritor mexicano, ha dedicado buena parte de su vida a explorar los misterios del mundo microscópico. Su interés por la antimateria se remonta a su infancia en Delicias, Chihuahua, una ciudad pequeña donde la información científica llegaba con cuentagotas. “Escuché hablar de la antimateria cuando era niño, y eso despertó mi imaginación. ¿Cómo podía existir una antipartícula? ¿Cómo podía imaginar una "antipiedra" frente a una piedra?”, recuerda. Con los años, preguntas como éstas le permitieron trabajar en laboratorios donde la antimateria se produce y se estudia con rigor.
En su libro Antimateria. Los misterios que encierra y la promesa de sus aplicaciones (Sexto Piso, 2024), Herrera Corral nos invita a descubrir cómo esta sustancia desafía nuestras ideas sobre la realidad y abre nuevas preguntas sobre el funcionamiento del universo.
“La dualidad ha estado presente en la cultura desde tiempos inmemoriales,” explica. Desde los filósofos griegos, como Platón y Pitágoras, hasta las tradiciones orientales, la humanidad ha concebido la realidad como un encuentro de opuestos: luz y oscuridad, bien y mal, materia y antimateria. Esta percepción se ha mantenido incluso en la física moderna, donde se enfrentan constantemente dicotomías que buscan ser unificadas. "En mecánica cuántica, por ejemplo, tenemos la famosa dualidad onda-partícula", menciona el científico, recordando cómo la ciencia trabaja para encontrar una comprensión más profunda de estas dualidades.
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El descubrimiento de la antimateria es un relato cargado de teoría, experimentación y asombro. En 1928, el físico teórico Paul Dirac propuso una ecuación para describir el mundo microscópico, una fórmula que contenía dos soluciones aparentemente opuestas. En ese momento, se pensó que describía a los electrones y protones, pero las diferencias de masa entre ambas partículas no encajaban. Años después, se descubrió el positrón, la contraparte del electrón, lo que permitió comprender que la ecuación de Dirac había anticipado la existencia de la antimateria. “Dirac no sabía realmente qué significaban las soluciones de sus ecuaciones,” comenta Herrera Corral. "Es un ejemplo de cómo, en ocasiones, la teoría se adelanta a la experimentación y causa confusión entre los científicos".
Sin embargo, la antimateria es "casi" idéntica a la materia. “Esa pequeña diferencia, esa sutil ruptura de simetría, es lo que permitió que el universo sea de materia,” señala Herrera Corral. Esta ligera desviación es lo que probablemente causó que la antimateria prácticamente desapareciera, dejando un universo hecho de materia. “No sabemos si la antimateria aparece en algún lugar lejano del cosmos o si simplemente desapareció”, añade, destacando el misterio que aún envuelve a esta sustancia.
El papel de la imaginación en la ciencia es crucial en la exploración de la antimateria. "Cuando uno dice que existe una contraparte del mundo material, una imagen especular de la realidad, hay una explosión de posibilidades para la imaginación", expresa Herrera Corral. Este concepto ha permeado no solo la física, también el arte y la literatura. Obras como Ángeles y demonios de Dan Brown ilustran cómo la antimateria puede ser utilizada como un elemento central en tramas que oscilan entre la realidad y la fantasía. “Aunque la historia es ficticia, está basada en aspectos reales”, aclara el físico. La antimateria se fabrica y almacena en el CERN en botellas magnéticas, como se menciona en la novela, pero la cantidad necesaria para producir una explosión como la que se describe es inalcanzable con la tecnología actual. “Con todo lo que hemos producido de antimateria en los aceleradores del mundo, no logramos ni una mínima fracción de lo que se necesitaría para tal cosa”, asegura.
Más allá de la ficción, la antimateria ya tiene aplicaciones en la vida real. “En los hospitales, se usa en la tomografía por emisión de positrones (TEP) para obtener imágenes funcionales del cerebro”, explica Herrera Corral. Además, hay investigaciones en curso que exploran su uso como propulsor de naves espaciales debido a su eficiencia y potencial para mejorar la aceleración de los vehículos en el espacio.
Las implicaciones éticas y sociales de estos descubrimientos no pasan inadvertidas. A raíz de la reciente película Oppenheimer y la discusión sobre el Proyecto Manhattan, surge la pregunta sobre cómo la ciencia puede ser utilizada con fines políticos y económicos. Herrera Corral reflexiona: “La tecnología en sí no es buena ni mala; somos nosotros, como sociedad, quienes debemos decidir qué hacer con ella”. La antimateria, por su parte, podría convertirse en una herramienta con aplicaciones tanto beneficiosas como peligrosas, pero depende de la ética y las decisiones colectivas de la humanidad.
La conversación con Herrera Corral deja una sensación clara: la antimateria es un ejemplo de cómo lo más pequeño y aparentemente sutil puede desafiar la realidad que conocemos. Y aunque aún estamos lejos aún de desvelar todos sus secretos, el estudio de la antimateria es, sin duda, una exploración de lo posible, un elogio a aquello que nos aniquila y a la vez nos constituye.
ÁSS