La guerra sin buenos ni malos

Doble filo

Una parte de la filmografía de Amos Gitai y un documental de Hernán Zin ayudan a no ver el conflicto palestino-israelí como si fuera una telenovela.

Fotograma del documental 'Nacido en Gaza'. (Netflix)
Fernando Figueroa
Ciudad de México /

I

En enero y febrero del año en curso la Cineteca Nacional programó un ciclo con 25 títulos del israelí Amos Gitai, a quien también se otorgó una medalla en reconocimiento a toda su filmografía (1985-2020).

Gitai es un cineasta que busca la reconciliación entre judíos y árabes. Él mismo se considera un migrante perpetuo que pasa temporadas en Israel, Estados Unidos y Francia.

En una entrevista de 2004 con el diario argentino Clarín, le preguntaron si en Israel toleran su visión crítica de los conflictos en Oriente Medio. Respondió: “Siempre digo que lo hago en la buena tradición crítica del judaísmo. No soy una persona religiosa y creo que lo que ha hecho grande a la cultura judía es su contenido crítico. En la época del primer ministro Ben-Gurión se decidió que el cine era asunto de Estado. Quería tener control sobre las imágenes y hubo mucho tiempo en el que no se podía hacer gran cosa en cine. Yo critico porque quiero que las cosas mejoren”.

Respecto al conflicto palestino-israelí: “Hago cine para tratar de entender la realidad, más allá de lo que muestra la televisión. Ellos tratan de vender una telenovela, y el conflicto entre palestinos e israelíes es un material excelente para eso. Es ambiguo, no es fácil determinar bien quiénes son los buenos y quiénes los malos, ambos bandos tienen contradicciones. Un día piensas que los israelíes son unos bastardos por cómo tratan a los palestinos, y otro día sientes lo contrario. Estamos intoxicados por los medios y por cómo simplifican todo”.

En enero de 2023 Amos Gitai le dijo a José Juan de Ávila, de MILENIO, que conflictos como la guerra, el fanatismo religioso y el exilio “tienen una fuente común, que es el desplazamiento, y toda la humanidad está siendo desplazada”. En esa misma entrevista, definió el mal como “la falta de cualquier concepto de moralidad: las masacres, destrozar por completo otras civilizaciones. Y me parece que debemos hablar en contra de eso”.

Gitai ha dirigido alrededor de 40 películas documentales y de ficción, varias de las cuales abordan de manera directa o sesgada la problemática de su país con los países árabes, como Kippur (2000), Edén (2001), Zona libre (2005), Rabin, los últimos días (2015), Al oeste del río Jordán (2017), entre otras.

II

Aún en cartelera de la Cineteca Nacional, Ana Arabia (2013), de Amos Gitai, narra la historia de una joven reportera que entra a una vecindad dentro de Israel, donde alguna vez convivieron judíos y árabes de clase proletaria. El nombre del título hace referencia a una mujer judía, ya fallecida, que se convirtió a la religión musulmana por amor a su marido.

Situado entre la ficción y la realidad, la película se desarrolla en una sola toma que dura 85 minutos. Muestra un microcosmos urbano en extinción, donde las personas no aspiran a tener lujos sino una vida sencilla y autónoma. Se respira con nostalgia una época en la que era posible tener huertos productivos, aunque aún existe un pequeño pedazo de tierra donde se siembran hortalizas y crecen hierbas silvestres.

Por supuesto que no es una película palomera sino la sucesión de historias íntimas de los familiares de Ana y de algunos vecinos. De esa manera el director humaniza a quienes, en otro contexto, se define como enemigos irreconciliables.


III

Un dron sobrevuela una zona urbana de la franja de Gaza y lo único que se observa son edificios destruidos luego de varios bombardeos. ¿El año? No se trata de 2023, aunque pudiera serlo, sino 2014.

Tales imágenes pueden verse en el documental Nacido en Gaza, en el que se muestra la vida cotidiana de diez niños y niñas de Palestina que sufren los estragos de una interminable guerra. Ellos hablan ante la cámara de su situación y tienen nombre propio: Mohamed, Udai, Mahmud, Sondos, Rajaf, Malak, Hamada, Montasem, Bisan y Malak.

Se pudiera pensar que esto es parte de la guerra mediática de uno de los bandos, pero en realidad es un trabajo del periodista italiano-argentino Hernán Zin, quien ha cubierto varios conflictos bélicos, y la producción es española. Puede verse en Netflix.

El caso más dramático es el de unos niños que jugaban una cascarita de futbol y cuatro murieron, el resto quedó con secuelas físicas y emocionales. Uno de ellos, de plano, se encerró en sí mismo. Otro era primo de los cuatro que murieron. Todos se preguntan por qué no pueden tener una vida normal, como en otras partes del mundo.

La niña Sondos platica: “Se me salieron las tripas y el doctor dice que se me paró el corazón, estuve dos días inconsciente en el hospital”. Otra trae una venda alrededor de la cabeza; así se trepa a los columpios y otros juegos medio desvencijados, ríe feliz.

Udai trabajaba repartiendo refrescos embotellados que producía su papá en una pequeña fábrica, la cual fue destruida. Otro pequeñín era agricultor en una tierra que fue atacada once veces entre 2001 y 2014. Uno más recoge botellas de plástico para ganar aproximadamente un euro por día.

Uno de los más enojados no se explica por qué mataron a su papá si era chofer de una ambulancia de la Cruz Roja, además de haber sido un padre muy cariñoso.

Casi todos tienen la esperanza de que las cosas cambien para bien, aunque uno de ellos afirma que quiere “entrar a la resistencia para hacer justicia por mis primos”.

Las cifras que aparecen entre una y otra historia, hablan por sí mismas: “Entre el 7 de julio y el 26 de agosto de 2014 murieron 1,475 civiles palestinos”. “80 por ciento de la población de Gaza depende del agua potable que proviene de ayuda humanitaria”. “45 por ciento de la población está desempleada”. “24 mil familias de agricultores han abandonado sus tierras”. “3,600 familias de pescadores se han visto afectadas por las restricciones a la pesca en aguas profundas”.

IV

La reciente y perversa incursión de Hamás en Israel que dejó alrededor de 1,400 muertos, miles de heridos y más de un centenar de rehenes, desató en los medios la simplificación telenovelera de la que habla Gitai. De botepronto se dictaminó quiénes son los buenos y los malos, sin tomar en cuenta que en ambos bandos hay dirigencias indefendibles y que el conflicto no inició hace tres semanas.

También suele olvidarse que la maquinaria de guerra planetaria es uno de los principales carburantes del capitalismo salvaje, y el motivo para encenderla cada cierto tiempo es lo de menos; claro, con el típico barniz de ayuda humanitaria que aviva el maniqueísmo de quienes no ven nada más allá de sus intereses o ignorancia.

AQ

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.