Hace poco más de un siglo, Luis Buñuel publicó por primera vez un texto en la revista Ultra, una especie de “boletín oficial del ultraísmo español” (enfrentado al modernismo, la corriente literaria que dominaba la poesía desde finales del siglo XIX), en la que colaboraban escritores como Ramón Gómez de la Serna o Gerardo Diego. Era un cuento titulado “Una traición incalificable” en donde satirizaba el proceso de creación literaria de un escritor, preocupado por realizar “su gran obra”, mientras cobran vida los objetos del cuarto donde trabaja.
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Luego el cineasta hispanomexicano continuó escribiendo, por lo menos un par de veces al año, sobre todo poemas y “esbozos narrativos”, como le gustaba llamar a la mayoría de sus textos, casi siempre de carácter surrealista. Pero lo que empezó a llamar la atención de los lectores fueron sus reseñas y comentarios cinematográficos, porque era algo nuevo para la época. “Buñuel fue el único miembro de la Generación del 27 que se adentró en un territorio, el cine, en el que apenas tenía precedentes a los que agarrarse, comparado con la pintura o la literatura, y pese a ello desarrolló una carrera bestial. Es cierto que de seguir en el mundo de la literatura hubiera tenido mucha competencia, pero es imposible menospreciar su obra escrita. Habrá distintas opiniones, claro, pero a mí concretamente me ha apasionado su literatura”, dice Jordi Xifra, actual director del Centro Buñuel de Calanda.
Xifra tenía 15 años cuando vio por primera vez una película del director que el próximo mes cumplirá 40 años de fallecido. “Era La edad de oro y la vi 15 veces. Después vi sus películas mexicanas y aquel hombre me entusiasmó más”, me contó hace unos días, al final de la presentación del nuevo número de Turia (con 534 páginas sin anuncios), la revista cultural que esta vez dedica su cartapacio central a las letras de Don Luis, como le decían sus discípulos en ambos lados del Atlántico. Era una tarde calurosa en la Residencia de Estudiantes, cómo no, un sitio todavía impregnado por los espíritus de Buñuel, Dalí y Lorca, que el público abarrotó. Manuel Hidalgo, director de El Cultural, aprovechó su intervención para subrayar que, de las 32 películas de Buñuel, 17 fueron adaptaciones de novelas y que el nacido en Calanda fue, seguramente, el cineasta con más amigos escritores. Varios de ellos, en realidad, no sólo fueron sus amigos sino también sus colaboradores, como Juan Rulfo, Carlos Fuentes o Gabriel García Márquez.
Hace unos meses, Jordi Xifra publicó la edición crítica de los textos literarios del ganador de la Palma de Oro del Festival de Cannes por Viridiana. Obra literaria reunida de Luis Buñuel (Cátedra) es el conjunto (y el análisis) de poemas, narraciones breves e hiperbreves, una incursión en la dramaturgia y ensayos sobre el cine del hombre que pasó su infancia y adolescencia en Zaragoza. “El libro incluye un cuento inédito, “La descomunal batalla entre las catedrales y los vagones”, que no estaba en ninguna de las dos ediciones de sus obras completas, publicadas en 1982 y en el año 2000”, destaca Xifra quien, hace casi una década, al instalarse definitivamente en el pueblo de Calanda para trabajar, compró la casa donde nació Buñuel. “Vi que estaba en venta, llamé, fui a verla, me dijeron el precio, me pareció muy asequible para ser la casa de Buñuel, dije para mis adentros “¡qué suerte tengo!” y me la quedé”, cuenta con una sonrisa el también profesor de comunicación audiovisual de la Universidad Pompeu Fabra.
Desde el punto de vista de Jordi Xifra, de todos los textos de Don Luis, el texto de mayor calidad literaria es Hamlet. “Me parece la quintaesencia del teatro surrealista, de lo insólito llevado a las tablas, y sin duda un precedente de lo que luego se luego se llamó el ‘Teatro del Absurdo.’ Es de una modernidad absoluta, al tiempo que conecta a Buñuel con el Siglo de Oro y con la comedia de Shakespeare. Para mí no tiene parangón en el teatro de la época, y aunque no me gustan ese tipo de comparaciones, podría decirse que “Hamlet” es al teatro lo que Un perro andaluz es al cine.” Podría decirse, también, que el hombre que veía la pantalla grande como un instrumento de la poesía fue un escritor eclipsado por su gran obra cinematográfica, pero de todos modos, como dijo Max Aub, “Buñuel escribió con la cámara.”
AQ