¿Qué es traducir? Traducir, dice Selma Ancira, es comprender, es compartir. “Y, sobre todo, (…) es escribir”. Lo dice en su libro El tiempo de la mariposa, publicado por la editorial Gris Tormenta en su colección Editor, que “propone reflexiones sobre una industria que no suele contemplarse a sí misma muy a menudo”.
Con prólogo de Mónica Lavín, Selma comienza su historia con un epígrafe tomado de Ascética, de Nikos Kazantzakis: “¿Qué es lo más difícil? Eso quiero”. Es prácticamente una declaración de principios, una manera de asumir su oficio: con paciencia, con dedicación, con la obsesiva búsqueda de palabras, de atmósferas, de detalles que hagan de la traducción un verdadero ejercicio creativo que corresponda a la calidad y fuerza de la obra original. Por eso escribe: “Traducir es (…) conseguir ese sutil equilibrio entre literalidad y creatividad”.
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Primera persona dedicada a la traducción en recibir en 2022 el Premio Nacional de Artes y Literatura que otorga el gobierno mexicano, Selma Ancira ha volcado a nuestro idioma obras fundamentales de autores rusos y griegos, entre ellos Tolstói, Chéjov, Pushkin, Tsvietáieva, Kalafatis, Iordanidu y Kazantzakis, a cuya Zorba dedica este libro, que a veces parece más novela que ensayo, lleno de aventuras, de hallazgos, de la feliz complicidad con el azar.
Selma supo de Zorba cuando era tenía ocho años, por una película —que no vio, Zorba el griego, personaje interpretado por Anthony Quinn— de moda en aquellos años. No fueron las palabras sino la música la que se apoderó de ella. “Una música sugerente que invitaba a bailar”. Desde entonces quiso aprender griego, pero antes llegó a Rusia para cursar el doctorado en Literatura Comparada en la Universidad Estatal de Moscú, en la que comenzó a estudiar también el idioma de Kazantzakis.
Un día de primavera, Jaume Vallcorba, editor de Acantilado, le propuso traducir uno de los libros del autor de Cristo de nuevo crucificado y ella, naturalmente, eligió Zorba. “Y empezó la cruzada: leer y releer, descubrir y recordar, adentrarse en el mundo de Kazantzakis, conocer sus obsesiones, sus placeres, sus inquietudes. También sus frustraciones”.
La traducción la llevó a los escenarios donde transcurre la novela, a buscar lugares remotos y palabras perdidas. La suerte estuvo de su lado y en muchas partes el ábrete sésamo fueron sus palabras de presentación: “Buenos días. Me llamo Selma Ancira. Soy mexicana, traductora literaria, y ahora estoy intentando dar vida en español a las andanzas de Zorba. (…) Quisiera ver si ustedes me pueden ayudar”.
Y así, poco a poco, fue abriendo puertas, despejando sus dudas, llenado su libreta de anotaciones, acercándose al universo de un autor y una historia que la habían perseguido muchos años. Consciente de que su trabajo era lento, pero que no podía apresurarlo sin dañarlo de alguna manera. Era como a aquel capullo al que no se le permitió madurar, se abrió, surgió de él una mariposa condenada a una vida muy breve. Todavía no era su tiempo. El tiempo de la mariposa.
Con poco más de cien páginas, este es un libro bellamente editado en el que Selma cautiva por “la belleza de su prosa y el poder de su voz”, como dice en prólogo Mónica Lavín.
AQ