Un Ulises argen-mex en la novela de Federico Bonasso

Literatura

El cantante y compositor de El juguete rabioso y La subversión, Federico Bonasso, presenta su primera novela, el entrañable "Diario negro de Buenos Aires"

Federico Bonasso, músico, compositor y escritor (Especial).
Verónica Maza Bustamante
CdMx /

"En este cuartito al final de la azotea, he puesto un velador sobre una silla y, cuando me recuesto bajo esa luz cálida, que enmarca a la vez mi pequeña pero sagrada intimidad, soy dichoso... La pequeña lámpara, los seis o siete libros, son lo único mío, y han hecho para mí un universo en aquel rincón."


Pareciera que los personajes de Federico Bonasso siempre están esperando. Que siempre están solos. Desconsolados. Que no son de aquí ni de allá. Pero, en el fondo, son de varios lados. Acompañados por todas las influencias de su creador, de su herencia literaria, de su migración con pérdidas y ganancias, discurren como el tiempo en las calles de un par de ciudades que, junto con sus habitantes, los tientan y los rechazan, los acogen pero los persiguen.

En realidad, únicamente están luchando por comprender de qué se trataría vivir fuera de frontera alguna. Sin pasaporte ni nacionalidad, sin anclas y sin miedos, brillando como los fuegos de San Telmo sobre la sombra de un ahuehuete.

Diario negro de Buenos Aires es el primer libro publicado por él, quien fuera cantante y compositor de El juguete rabioso, una de las bandas más recordadas de aquella época de esplendor del rock mexicano en los  años noventa. No obstante, al leerlo uno podría suponer que Federico ha escrito desde hace mucho. Y no está equivocada la sospecha porque sus canciones, tanto con aquel grupo como con La subversión, su proyecto musical más reciente, son pequeñas historias, reflexiones, crónicas que buscan ir más allá de un coro fácil y en donde se perfilan esos personajes tristes. No incomprendidos, sino que no comprenden las reglas de un mundo tan absurdo como el nuestro.

Leí la novela en un par de días. Transcurre suave, nostálgica, a la vez que reflexiva, curiosa y divertida, pues en pequeñas frases o momentos aparece un particular humor negro que se agradece.

En resumen, cuenta los hechos acontecidos durante diez semanas en la vida de un argen-mex recién llegado a Buenos Aires, tras haber vivido una larga temporada en México. No tiene un nombre y no es necesario conocerlo. Poco sabemos de su pasado reciente. Llega a vivir a la casa de un tío, donde comienza a experimentar situaciones irracionales o ilógicas para él pero racionales o lógicas para los otros. Sus modismos mexicanos lo salvan o lo someten, al igual que sus recuerdos de una ciudad argentina donde se adiestró desde pequeño en el difícil arte de saber escaparse, al ser sus padres unos perseguidos políticos.

Ese aprendizaje lo sigue acompañando, a los 30 años de edad, en su búsqueda por, paradójicamente, encontrarse. Si lo logra o no poco importa frente a las aparentemente efímeras historias que le suceden cada día y registra en un diario. Será por la muerte enamorada que va dejando polvo a su paso o será su memoria en donde ardía, pero el hombre busca ese sentido que le han robado. Y resulta que todo se va...

Hace unos meses vi a Federico Bonasso en el funeral de un amigo mutuo. Nos saludamos rápidamente, entre la melancolía. No sabía que estaba a punto de publicar un libro, así que me tomó por sorpresa ver su nombre en una bonita edición de Reservoir Books, con media portada de color amarillo. Diario negro de Buenos Aires, por título. Lo comencé a leer y no me soltó.

Así que una mañana de sol, hace unos días, nos quedamos de ver por un parque cercano a Rockotitlán, donde nos conocimos a principios de los noventa. Aquí, una parte de lo que conversamos.

¿Qué tanto hay de autobiográfico en Diario negro de Buenos Aires?

En general es ficción. Hay algunas cosas, como la escena absurda en la que el personaje trata de conseguir su pasaporte argentino o la muerte de ese amigo de la infancia con el que se quería encontrar. Es como si Buenos Aires fuera un cementerio. Los amigos o familiares que no murieron por la dictadura murieron por un virus. Hay cosas del libro que son delirantes y, sin embargo, muchos de los primeros lectores siguen considerándolas verosímiles. Es una exageración acerca de una sociedad neurótica, hiperpsicoanalizada, desquiciada por constantes crisis económicas, y que no ha resuelto del todo sus traumas del pasado reciente.

¿A qué edad llegaste a México?

He vivido acá desde los 12 años y hasta la fecha, exceptuando el año que detonó este libro, de la mitad de 1999 a la mitad de 2000. Antes de esa llegada definitiva habíamos estado un año aquí, pero aún así el cambio fue brutal. México tiene tanta fuerza cultural que rápidamente caes enamorado por la magia de este país, es un gran magnetismo, y yo no fui la excepción. Al llegar tenía mucha nostalgia por Argentina, pero se fue transformado, como nos pasa a muchos migrantes. Comenzamos a salir del provincianismo, del chovinismo originario, para descubrir esta nueva tierra. Niegas un poco tu nacionalidad original, pero después te das cuenta de que no la olvidas por completo. Mi corazón está dividido: no puedo dejar un amor para hacer válida la otra parte. Con el paso del tiempo me convertí en argen-mex, con mucho orgullo.

Son las nuevas migraciones. Las fronteras parecieran desdibujarse. Uno es de ese lugar en donde se siente cómodo.

 Exacto. La identidad es fundamental para todo ser humano, y por tanto lo es, en parte, la nacionalidad. Es tan constitutiva que siempre buscas afianzarla, sobre todo cuando eres joven. Pero el hecho de migrar la sacude, la cuestiona. Las personas que son suficientemente sabias comprenden que hay una riqueza superior, que es pertenecer a la raza humana.

Reconocer esas identidades requiere una búsqueda, como la de tu personaje. Creo que mucha gente se pierde, no se encuentra, porque no logra dar ese paso.

Es el tema de Ulises, que regresa a Ítaca. En este caso un Ulises rioplatense que tiene un gran aprendizaje al sacudirse esa parte de la identidad que llamamos nacionalidad. Aunque no es fácil, porque la nacionalidad establece códigos compartidos, que muchas veces son valiosos o importantes. Moverte en un entorno sin esos códigos te puede confundir mucho. Lo curioso de este personaje, quizá, es que sus códigos son raros en ambas patrias. No están en un lugar, aunque él los busque con desesperación, sino en un momento del tiempo. Un momento al que no puede volver.

Hay una escena en tu novela en donde una pareja de bolivianos es acosada en el Metro de Buenos Aires por unos chicos argentinos, rubios y altos. El protagonista es testigo de ello y se obsesiona con lo acontecido, quizá porque también él se siente así de incomprendido.

¡No lo había visto así, pero me gusta mucho tu interpretación! Él comparte la humillación. También él se siente expulsado por gente capaz de cometer semejantes agresiones. El desprecio racista de ese porteño alto y güero le choca profundamente a él, que ya tiene otra visión de Latinoamérica.

¿Cómo fue que decidiste publicar Diario negro de Buenos Aires?

Yo escribo desde niño. Vengo de una familia de escritores. Algunos tan pudorosos, como mi abuelo, que jamás se animaron a publicar. Otros, como mi padre, que es un gran escritor y tiene una obra impresionante. Creo que yo ando en medio. Soy pudoroso y terriblemente autocrítico, pero creo que este libro merecía existir. Así lo entendieron en Reservoir Books, del grupo Penguin Random House, y me da gran alegría que lo hayan sacado. El trabajo con un editor, en este caso Romeo Tello, un gran profesional y gran escritor él mismo, y que entendió muy bien al libro, fue un agasajo para mí. La novela encontró, por suerte, a su editor y a su casa editorial. Creo que, finalmente, publicamos para encontrar nuestro lugar en el mundo.

Tu novela es suave, es sutil. Deduzco que ese ritmo y el acomodo de las palabras tiene que ver con que eres poeta.

Gracias, puede ser. Aunque yo dudo de ser realmente un poeta. Creo que la poesía es un arte diferente a la narrativa, a lo que llamamos literatura. Está hecha de palabras pero que no se usan como en la prosa. Es un juego diferente, para el que hace falta un don.

A la vez, tu narrativa tiene elementos cinematográficos, esa languidez de las películas de Bergman. Y creo que hay más referencias en sus páginas de filmes que de canciones, aunque haya menciones veladas de El juguete rabioso y de La subversión.

Soy un loco del cine. Del poder evocativo de ciertas escenas o imágenes. Escribiendo este libro descubrí que si apelaba a alguna de esas imágenes o al estilo de algunos directores, el público que los conociera podría entrar más rápido y mejor en mi propia escena.

No sé qué tanto hayas leído a Juan Rulfo, pero también me lo recordó tu novela, quizá por ese asunto de la búsqueda de una identidad, por la melancolía, por la tristeza sutil.

Soy feliz de que tú lo hayas mencionado como influencia que se ve en el libro. Adoro a Rulfo. Mi libro transcurre en Buenos Aires, cito a Borges y, sin embargo, el que realmente está con el personaje es Rulfo. Y un poquito Lovecraft, también. Finalmente todos son autores a los que les gusta hablar con fantasmas.

¿Cuándo presentas tu Diario?

El martes 24 de septiembre, en la sala Manuel M. Ponce, en el Palacio de Bellas Artes. Lo presentan Benito Taibo y Mariana H. También estarán Mario Santos en el piano y Pablo Ahmad en el bandoneón. Allá nos vemos a las 19 horas.

​VMB


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