Migrar en pandemia: los cuerpos como armas y la ayuda comunitaria

A dos años de que inició la pandemia por covid-19, las formas en que nos relacionamos han cambiado, así como la manera en que ocupamos los espacios.

La organización social durante la pandemia ha lidiado con incertidumbres, desesperación y muerte. (Patricio Betteo)
Nexos
Ciudad de México /

Por: Ernesto Antonio Zarco Ortiz

Ilustración: Patricio Betteo, cortesía de Nexos

Durante la pandemia, la idea de que las personas en desplazamiento son canales de transferencia del virus se ha visto reforzada: los migrantes son vistos como una amenaza para la población que habita los lugares de exilio. Más allá de las discusiones en torno a los procesos de exclusión y discriminación, esta cualidad de “importación” de las enfermedades se debe principalmente a que los agentes patógenos (virus o bacterias) viajan como un polizonte en el cuerpo de cualquier persona en movilidad. Aunque cualquier viajante puede ser ese vehículo, con los migrantes la percepción de riesgo se exacerba debido a estructuras de pensamiento que asocian a los migrantes con lo insano, sucio, descuido e inseguro: cualidades negativas que son vistas como marcas corporales de la pobreza en quienes migran en condiciones no privilegiadas.

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