La Biblioteca Francisco de Burgoa de Oaxaca organiza exposiciones en las que da a conocer los tesoros que guarda en el convento de Santo Domingo. Hace tiempo, en una de esas exposiciones, di con un documento antiguo, titulado “Observatorio Meteorológico del Estado”, que decía esto: “Número de días de lluvia en cada mes y año, en un periodo de veintiún años (1883 a 1903)”. Era un registro de los días que había llovido, esos años, en la Ciudad de Oaxaca. Una nota aclaraba lo siguiente: “Tomamos por día de lluvia aquel en que hay precipitación, aun cuando sea inapreciable”. La tabla inicia, no en enero, sino en marzo, cuando comenzaban las lluvias en Oaxaca. En este orden: marzo, abril, mayo, junio, julio, agosto, septiembre, octubre, noviembre, diciembre, enero y febrero. Así, en el año de 1883, según ese documento, llovió 5 días en marzo, 5 en abril, 13 en junio, 11 en julio, 15 en agosto, 22 en septiembre, 10 en octubre, 5 en noviembre, 0 en diciembre, 0 en enero y 0 de nuevo en febrero. Aquel año de 1883 fue seco, llovió solo 107 días, aunque no tan seco como 1902, en que apenas llovió 76 días (la media anual, entre 1883 y 1903, fue de 114.2 días de lluvia).
En 1883 no llovió un solo día en enero, según un patrón que es similar para todos esos años en Oaxaca. Entre 1883 y 1903, en efecto, nunca llovió más de dos días en enero, y en la mayoría de los años no llovió un solo día. Era por mucho el mes más seco del año (0.7). La tabla nos indica que, por el contrario, el mes más lluvioso, entre 1883 y 1903, fue el mes de julio (19.2). Hoy en día, en cambio, los meses más lluviosos en la Ciudad de Oaxaca son agosto y septiembre, y es común que llueva en enero. El patrón de las lluvias ha cambiado.
El Observatorio Meteorológico de Oaxaca fue fundado en el techo del monasterio del Carmen Alto, en 1883, unos años después que el Observatorio de Meteorología de la Ciudad de México, instalado en 1877 en la azotea del Palacio Nacional. El fundador del observatorio de Oaxaca fue el general Luis Mier y Terán. Quiero detenerme aquí para contar su historia. Luis nació en Guanajuato, pero vivió desde niño en Oaxaca. La gente creía por esa razón que él mismo era oaxaqueño de nacimiento. Durante la Guerra de Reforma residió por unos años en Veracruz, donde hizo amistad con el presidente Benito Juárez y el general Ignacio Mejía. “Le tenían especial cariño”, dice un testimonio, “lo consideraban un muchacho alocado”.
Fue gobernador de Veracruz y, después, gobernador de Oaxaca. Amplió el presupuesto para los maestros, inauguró el Observatorio de Meteorología, modernizó el alumbrado de las calles, mejoró los hospitales, inició el servicio de tranvías, erigió en la Plaza de Armas un monumento a Juárez, restauró la Alameda, empezó a tender las vías del ferrocarril que uniría a Oaxaca con el resto de México. Estaba rodeado de personas talentosas (como su secretario, Emilio Rabasa). Porfirio Díaz era su amigo del alma, aunque su relación con él estaba obscurecida por la tragedia que trascendió en la historia con la frase de Mátalos en caliente. Mier y Terán fue, él mismo, el ejecutor de los asesinatos de Veracruz. Vivía atormentado por el recuerdo de aquella matanza. Moriría loco.