¿Cómo nacen y se multiplican las teorías de conspiración? Expertos lo explican

Las redes sociales han permitido la difusión de información masiva, pero en su mayoría son noticias sin fuentes confiables y desafortunadamente, la sociedad las replica sin una búsqueda previa.

Las redes sociales han revolucionado la forma de hacer noticias
Alejandra Zárate
Ciudad de México /

En Estados Unidos, el surgimiento de movimientos como Qanon, PizzaGate y Proud Boys, ha influido en el rumbo del país. El discurso de estos grupos está basado en teorías de conspiración que involucran a diversos actores políticos e incluso personas del medio artístico. A pesar de tratarse de información no verificada, el gran número de simpatizantes que cada vez se suman a la causa, les otorga a estas asociaciones el poder de penetrar en la democracia.

Ante este fenómeno, expertos de diferentes áreas, explican las razones por las que una sociedad permite que proliferen este tipo de supuestos, al grado de desencadenar actos violentos que han costado la vida de aquellos que no comparten su ideología.

Determinar el origen de una teoría conspirativa es muy difícil; sin embargo, ganan popularidad debido a distintos factores, uno de ellos es la falta de certeza que recibimos por parte de organizaciones, instituciones e incluso por parte del gobierno, que en ocasiones comunican de forma sesgada o con huecos informativos. Esto se presta a que ciertos grupos saquen sus propias conclusiones y den pie a la conformación de movimientos que confían plenamente en estas teorías.

Si a esto le sumamos que el ciudadano no siempre tiene acceso a fuentes oficiales, a informaciones periodísticas o investigaciones certeras, se vuelve más vulnerable ante información de tercera mano, o proveniente de chismes y mitos, explicó para MILENIO, Erika Arteaga, profesora de la UNAM. Además, la facilidad que tienen estas desinformaciones de propagarse a través de redes sociales, ha permitido que cualquiera la asuma como verdad y la difunda.

Estas teorías de conspiración trabajan bajo la consigna de la crisis de veracidad que tienen muchos organismos o incluso gobiernos. “Si yo no creo en una organización o en un gobierno, mucho menos voy a creer en la información que circule sobre estas entidades, por lo tanto prefiero hacerle caso a otras teorías”, explicó la experta en teorías de comunicación.

Iliana Rodríguez, profesora de la escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tec de Monterrey, refiere que ante la revolución tecnológica que vivimos, se han exponenciado los mensajes ideológicos, mismos que son propensos a sufrir distorsiones en su interpretación por el apoderamiento de grupos extremos. “Los movimientos sociales que se gestaban a partir de la reivindicación de ideologías, en la actualidad se hallan dispersos y difusos por el uso de las redes sociales”, detalló la especialista en derecho y relaciones internacionales.

Erika Arteaga también planeta el hartazgo como un factor para que la sociedad prefiera engancharse con información no verídica, en lugar de ser partícipe de su cotidianidad. “Hay sociedades que se sienten cansadas del mismo discurso, de la falta de compromiso, de las promesas sin cumplir y tiran hacia estas otras explicaciones que de algún modo les pueden dar cierta esperanza, se sienten satisfechos al escuchar estas teorías e incluso le encuentran lógica”.

Algo que tienen en particular las teorías conspirativas, declara la catedrática, es que por más que las fuentes oficiales y la información periodística muestren evidencias que las desmantelen, siempre van a encontrar un pero, huecos informativos y absurdeces. Las teorías conspirativas van a estar dedicadas a desechar toda prueba; están bien argumentadas, bien maquilladas, bien manipuladas y por tanto pueden penetrar a un mayor número de simpatizantes.

Hay estudios de opinión pública, añadió, que enmarcan que estas teorías han tenido voceros, líderes de opinión e incluso figuras públicas para enganchar mejor y penetrar más en el público, de modo que se sienta no sólo identificado con la teoría, sino con este portavoz en otro nivel cognitivo que entraña pasiones como el fanatismo.

Uno de los objetivos que tienen estas teorías es desestabilizar a la opinión pública, sistemas, gobiernos, etc., para beneficiarse en algún sentido, ya sea económico o ideológico, y mientras más adeptos se tengan, es mucho mejor para estos conspiradores. Lo que hace el ciudadano es creer que es verdad porque ya muchos lo saben, ya cuentan con esa versión, y despierta en ellos un sentimiento similar a: “ya no nos van a engañar porque ahora sabemos la verdad”. Esto es contagioso, afirma Arteaga.

A final de cuentas el objetivo es cambiar la percepción, el paradigma o la forma de ver la realidad; al meternos la inquietud, hacernos perder la certeza en fuentes oficiales y voltear para cambiar nuestra forma de pensar e incluso de actuar. Esto dota a las teorías conspiracionales de tintes propagandísticos, porque lo que pensemos depende de la información o desinformación que tengamos para tomar una postura.

“¿Qué mejor que de manera virulenta se propaguen estas teorías conspirativas? Porque estoy logrando desestabilizar, que pierdan legitimidad estas organizaciones o gobiernos, e incluso de manera más preocupante o global, desestabilizar a la propia democracia”.

¿Por qué se reproduce información no verificada?

En este sentido, las redes sociales son imprescindibles debido a su uso como herramienta (des)informativa, pues el libre derecho a la opinión que ofrece el internet en general, propicia que los usuarios asuman como verdad lo que en realidad es un mito. Kofi Annan, ex secretario General de las Naciones Unidas, decía que el internet sirve para promover a la sociedad civil, pero también sirve para promover a la sociedad incivil.

El papel que están jugando las redes sociales para difundir como pólvora un mensaje, hace exponencial el impacto desde que existe el internet, alude Iliana Rodríguez. “Facebook es una plataforma de comunicación y contacto de redes sociales pero no es un medio noticioso; sin embargo, permite que se suban mensajes que parecieran informativos aunque no lo sean”.

Debido a esto, Mark Zuckerberg, ha comparecido ante el Senado de Estados Unidos, un Senado que la internacionalista describe como “bastante ignorante en el uso de la innovación tecnológica y la falta de comprensión a las redes sociales”. Zuckerberg ha sostenido que Facebook no es una agencia noticiosa, simplemente una red para el contacto social; sin embargo, allí no cabe ningún aspecto de responsabilidad que impida el posteo de mensajes que distorsionen la comunicación o que en todo caso puedan generar otro tipo de intenciones manipuladoras o propagandísticas, explicó.

Rodríguez advierte que “si no hay una buena educación que le facilite al individuo una capacidad de pensamiento crítico y le permita discernir a partir de lo que lee para tratar de verificar lo que hay, la tendencia a creer en cualquier rumor siempre va a existir”. Ante la imposibilidad de dar educación en todos los estados y en todos los niveles, es difícil lograr una formación que le confiera al individuo un desarrollo de habilidades y competencias para discriminar entre lo que es real y lo que no lo es.

Por su parte, Sergio Bárcena, profesor de la escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tec de Monterrey, explicó que desde la política institucional o formal, las personas buscan otras maneras de participación ante la falta de interés o la falta de vinculación con sus representantes, ocasionando que el ciudadano empiece a buscar información en fuentes alternas.

Este fenómeno de las teorías de conspiración, también tiene una explicación más antropológica y sociológica que institucional. La política tiene un fuerte contenido mitológico. El Estado, más allá de solidificarse como una institución, requiere de mitos, detalló el especialista en entrevista para este medio. “Por ejemplo, el mito del PRI fue la revolución mexicana, el mito de Morena fue el fraude de 2006, y existen otros mitos en la construcción de la imagen de varios líderes mundiales como Trump, Bolsonaro, López Obrador, etc.”.

En el caso de Trump, existe un discurso de posverdad, hay toda una teoría sobre la “verdadera” razón de su gobierno. En esta teoría el objetivo del mandatario es desmantelar una red de corrupción política y moral encabezada por sus opositores. Aunque este supuesto sólo se sustenta en la creación de ideas superficiales sin un respaldo verídico o científico, le ha ayudado mucho a Trump a posicionarse.

El experto en sociología, explicó que los seres humanos hemos estado buscando esta forma de hacer comunidad política: entendernos por nuestras ideologías y también dividirnos por ellas. En los años 50, los medios de comunicación masivos permitieron la construcción de esta colectividad, en donde uno veía la televisión, escuchaba la radio, le hacía caso al candidato y tomaba una decisión.

Actualmente, la sociedad permite que los mitos encabecen un movimiento porque ya no se tienen ni partidos políticos fuertes, ni medios creíbles, explicó. Al perder su credibilidad los medios como forma de comunión política, se han transferido a las redes sociales y las redes sociales tienen una característica: que todas las personas por el hecho de ser ciudadanas y tener una opinión, opinan tener la verdad. Esto es una tendencia mundial, lo que importa es la opinión aunque no sea una opinión informada.

Qanon nació por alguien que afirma tener información clasificada del gobierno de los Estados Unidos, esta persona utiliza la letra Q para guardar el anonimato y realiza publicaciones con textos codificados, por supuesto generó inquietud entre los usuarios y sus seguidores comenzaron a crear vínculos y redes de interpretación.

La facilidad de que la sociedad se enganche con este tipo de situaciones, se da porque ya no tienen a los referentes mediáticos que eran a quienes les creían anteriormente, la pregunta ahora es ¿A quien le van a creer? y las redes han provisto ese espacio para generar credibilidad aunque la credibilidad no esté basada en los hechos.

Cuando la gente no tiene referentes para comprender la política, cualquier opinión es válida, reveló Bárcena. “Basta con que 20 personas estén dando una opinión similar sobre el mismo tema para que la gente empiece a tomarlo como verdadero. Basta con que alguien diga que tiene información privilegiada para que la audiencia empiece a creer lo que dice.”

Una forma de darle poder a alguien sin poder, es ofreciéndole una cuenta de Twitter permitiéndole opinar cuando durante mucho tiempo se le negó la posibilidad de opinar. Estas personas que no tienen acceso a expresar su opiniones, o que no lo tenían en los medios tradicionales, ahora lo están teniendo en las redes sociales. Se trata de un objetivo individual de poder.

Iliana Rodríguez, afirma que el mensaje que emiten estos grupos, puede ser de carácter universal, porque se pueden adaptar o tropicalizar a la realidad de quien lo quiere escuchar y de quien cree en ellos o no conoce demasiado del tema y cree en esto ante la falta de información que pueda desenmarañar sus propias convicciones.

“Lo que hacen estos grupos de extrema derecha es reivindicar este pensamiento aún en contra de las mayorías y aún en contra de la propia democracia. Pueden fortalecer los movimientos en contra del partido que ha ganado las elecciones en EU y servir de perturbadores, generar disturbios para amedrentar la propia democracia, provocar molestias en el gobierno de Joe Biden y llevar a la conformación de cadenas mucho más extensas, solo por la propagación de un mensaje”.
“Estas teorías conspiranóicas dejan de serlo en el momento que asumen roles activos y empiezan a tener resultados reales, cuando generan la violencia que se puede observar, por ejemplo con la toma del Capitolio. Si es parte de una teoría conspiranoica, pasa a ser una teoría real en el momento que podemos ver cómo asume un rol donde han perecido cuatro personas”, destacó.

Empíricamente está comprobado que no son movimientos que surjan de la nada, resaltó Sergio Bárcena, son movimientos que casi siempre están acompañados de una demanda o petición o de un movimiento con presencia civil que después se refugió en las redes sociales.

FS

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