Los bomberos mexicanos enfrentan condiciones laborales que rozan la precariedad mientras se les exige responder con rapidez y eficacia ante emergencias cada vez más complejas. La modernidad y el cambio climático están elevando el nivel de exigencia, pero los recursos siguen siendo insuficientes.
Sin una norma nacional que regule la cantidad de estaciones y bomberos necesarios en cada ciudad, y sin un esquema de financiamiento claro, los llamados 'tragahumo' operan bajo presión y en riesgo constante.
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Bajo la tensión de las sirenas y el resplandor de las llamas, especialistas que operan en las principales zonas metropolitanas de México enfrentan una realidad asfixiante: bajos salarios, falta de personal, equipo insuficiente y unidades en condiciones precarias.

En este momento la situación se agrava con la llegada de la temporada de incendios forestales y el aumento de las temperaturas, lo que deja a los apagafuegos en una posición vulnerable ante emergencias cada vez más complejas.
Un análisis realizado por MILENIO revela que en México no existe una norma que defina cuántos bomberos o estaciones deben operar en cada ciudad.
En especial, el financiamiento y las condiciones laborales dependen en gran medida de las decisiones de los gobiernos estatales y municipales, o incluso de donaciones de patronatos privados. Desigualdades que ponen en riesgo no solo a los bomberos, sino a las comunidades que protegen.
“Estamos en una situación precaria. Todos los cuerpos de bomberos estamos mal, estamos olvidados y operamos en malas condiciones. No hay ni seguros de vida; cuando fallece un compañero, la familia se queda desamparada”, detalla en entrevista el secretario general del recién creado Sindicato de Bomberos, Paramédicos y Rescatistas del Estado de México, Ángel Abraham Reynoso Vera.
Un sistema desigual
En ciudades como la zona metropolitana de Puebla y Tehuacán (Puebla), la zona metropolitana de Toluca y Ecatepec (Estado de México), Guadalajara y Zapopan (Jalisco), Monterrey (Nuevo León), Pachuca (Hidalgo), Torreón y Gómez Palacio (Coahuila y Durango), así como la capital de este último estado, los bomberos enfrentan condiciones laborales que queman.
Los salarios oscilan entre los cinco mil y los 18 mil pesos mensuales, una cifra que difícilmente compensa el riesgo y la responsabilidad que implica el trabajo.
En Monterrey, los bomberos resisten con financiamiento mixto, aportado por el gobierno estatal, los municipios, la iniciativa privada y la sociedad civil. Sin un presupuesto definido, 144 elementos cubren seis municipios desde 14 estaciones, con salarios que oscilan entre los 12 mil y 19 mil pesos.
Puebla, con mil 161 bomberos y un presupuesto de 97.5 millones de pesos compartido con Protección Civil, representa una de las estructuras estatales más robustas. Sus 13 camiones y nueve estaciones son un reflejo de apoyo, aunque los salarios, que van de 8 mil 674 a 18 mil 513 pesos, muestran una brecha considerable entre los elementos.
Toluca y Ecatepec, en el Estado de México, operan en condiciones rudimentarias. Con financiamiento municipal y sin registros claros de presupuesto, Toluca apenas tiene 90 bomberos, dos estaciones y sueldos de cinco mil pesos mensuales. En Ecatepec, la situación no es mucho mejor: 94 elementos, dos estaciones y un salario promedio de seis mil pesos. Ambos municipios encarnan la dura realidad de muchos cuerpos de bomberos en el país, donde la vocación debe suplir la falta de recursos.
En Jalisco, el contraste entre Guadalajara y Zapopan es notorio. Mientras la primera ciudad ha logrado consolidar un cuerpo de bomberos bien equipado y con financiamiento municipal, Zapopan enfrenta restricciones presupuestales y un menor número de estaciones y personal, lo que limita su capacidad de respuesta.
El norte del país también refleja estas disparidades. En Saltillo, recientes inversiones han fortalecido su estructura, permitiendo mejorar su equipo y capacidad operativa. Sin embargo, en Torreón y Gómez Palacio, la falta de unidades móviles y estaciones adecuadas sigue siendo un obstáculo para la atención de emergencias.
En la zona del Golfo de México, los bomberos de Tampico y Altamira dependen del financiamiento municipal y estatal. Mientras Tampico dispone de más estaciones y unidades, Altamira opera con un menor número de bomberos y equipo, lo que reduce su alcance y eficacia en situaciones críticas.
Exigencias que crecen
Pero las dificultades van más allá del salario. La labor de los bomberos es cada vez más diversa y exigente. No solo combaten incendios en fábricas, terrenos baldíos o zonas forestales, sino que también atienden accidentes viales, rescates de mascotas, inundaciones y hasta situaciones insólitas, como el desalojo de abejas o la inmovilización de cocodrilos.
También participan en labores humanitarias, repartiendo cobertores y bebidas calientes en temporada de frío.
"Hace falta muchísimo personal, pero tampoco hay unidades. De todo el parque vehicular de todas las estaciones solo funcionan aproximadamente seis u ocho. Además, todas las unidades tienen fallas mecánicas, especialmente en frenos y motor, y así tenemos que acudir a los servicios.
"Si hay una falla o un golpe, la debemos pagar nosotros. Por eso muchos ya no quieren manejar las unidades, porque no hay garantía ni protección de ningún tipo", denuncia un bombero de la Coordinación de Protección Civil y Bomberos de Toluca, que pide permanecer en el anonimato.
Alejandro Zúñiga, comandante operativo de Bomberos de Nuevo León, reconoce que el problema es estructural:
"Tenemos que actualizar el número de estaciones que se requieren para nuestra metrópoli y estar cerca de quien nos necesita, pero también es un tema administrativo y financiero. No solo se trata de abrir estaciones, sino de garantizar los recursos para mantenerlas y pagar sueldos y prestaciones".
El tema presupuestal, señala, es el factor fundamental.
“Claro que todo esto va de la mano con un tema financiero, no solo es pensar en crecer, sino en crecer, sostener y mantener con recursos esas estaciones, el tema de la necesidad de las estaciones desde hace mucho que lo tenemos perfectamente muy bien identificado.
“Pero ahora aún más, dado que ha crecido tanto la metrópoli en todos los sentidos: horizontales y verticales, comerciales, industriales, residenciales; al menos haría falta el doble de estaciones para poder dar un mejor servicio”, reitera.
El peso de la modernidad
A la falta de presupuesto, el uso de equipo obsoleto y las unidades en mal estado, se suman los desafíos que plantea la modernidad: los desarrollos inmobiliarios verticales y la proliferación de vehículos eléctricos con baterías de litio están redefiniendo las emergencias.
En materia de equipamiento, Reynoso Vera explica que en el mejor de los casos muchos bomberos cuentan con donaciones de equipos y unidades en su mayoría provenientes de Estados Unidos, pero ya usados, y en otros son ellos quienes deben comprarlos, también de segunda mano, para proteger su vida.
“Todo depende de la calidad y las especificaciones, pero uno nuevo ronda entre los 60 mil y 100 mil pesos”, señala.
Además, por lo costoso de los carros de bombero, la mayoría de las corporaciones tienen vehículos adaptados, comúnmente, tanques cisterna con una bomba de achique montados en una camioneta de 4.5 toneladas.
“Las unidades especializadas deben cumplir con las normas estadunidenses de la NFPA (Asociación Nacional de Protección contra Incendios, por sus siglas en inglés), pero aquí la mayoría no trae las especificaciones. Su vida útil debe ser de cinco años, pues 10 años es algo exagerado. Cuando en la Unión Americana cumplen su labor, son donados a México”.
Con todo ello, los bomberos del país enfrenta en la verticalidad de las ciudades un nuevo desafío.
El ex presidente municipal de Saltillo, José María Fraustro Siller, señaló durante su cargo que la construcción de edificios altos demanda inversiones urgentes.
"Necesitamos camiones de bomberos con escaleras telescópicas que alcancen los pisos altos. Antes teníamos unidades para casas tradicionales, pero hoy los edificios son más altos y requieren equipos especializados".
En Jalisco, José Luis Velázquez González, jefe de la Unidad de Protección Civil de la Universidad de Guadalajara, coincide en que el crecimiento vertical de las ciudades plantea un nuevo reto.
"Los equipos actuales fueron diseñados para ciudades horizontales, donde pocos edificios superaban los 20 pisos. Ahora enfrentamos una realidad distinta".
La modernidad también llega sobre ruedas. Alberto Neira, quien hasta febrero pasado fue director de Protección Civil de Saltillo, destacó que la atención de emergencias en vehículos híbridos o eléctricos ha obligado a capacitarse en el manejo de baterías de litio, que son más difíciles de extinguir y representan un riesgo adicional.
Fuego, basura y agua escasa
El director operativo de Bomberos de Nuevo León señala que los terrenos baldíos y las recicladoras irregulares son una bomba de tiempo.
"Tenemos un fuerte problema con los tiraderos de basura, clandestinos y no clandestinos, y las recicladoras. Muchas operan sin regulación ni control, lo que genera incendios que ponen en riesgo a las propiedades vecinas y al medio ambiente".
Prueba de ello, manifiesta, fueron los incendios del 4 de marzo en lotes baldíos de la zona metropolitana de Monterrey, los cuales provocaron pérdidas millonarias en empresas, comercios y hasta viviendas.
“Los lotes baldíos son el factor y común denominador que todos los días nos está pegando muy fuerte; los incendios en lotes baldíos complican mucho su atención, dado que algunos de ellos son de gran magnitud, y provocan fuertes daños.
“Y cuando se propagan y están cercanos a sectores residenciales, comerciales o industriales ponen en riesgo la infraestructura misma, como sucedió el 4 de marzo, que derivado de los incendios en terrenos baldíos, muchas de las empresas, comercios e inclusive viviendas sufrieron graves daños”, puntualiza.
La escasez de agua es otro factor que complica las operaciones de los bomberos.
Arturo, integrante del cuerpo de bomberos de Ecatepec, explica que deben trabajar con reservas limitadas.
"Hay poca agua en las bases porque hay escasez en muchas zonas. Por eso dejamos al menos un carro cargado para poder salir de inmediato, y si el incendio es grande, recurrimos al apoyo de compañeros de otros municipios".
Capacitación y equipo, la eterna deuda
Jorge Luis Juárez, titular de Protección Civil en Torreón, admite que la falta de equipo y la baja capacitación son dos grandes pendientes.
"Estamos evaluando la posibilidad de enviar a nuestros elementos a entrenamientos en el extranjero para mejorar la preparación del personal".
El secretario general del Sindicato de Bomberos, Paramédicos y Rescatistas del Estado de México explica que mucho del conocimiento que obtienen es empírico o transmitido por los compañeros más experimentados.
“Hacemos las prácticas y la teoría la buscamos por nuestros propios medios. Para nuestra labor diaria debemos conocer sobre el manejo y derrame de sustancias peligrosas, control de incendios forestales, urbanos y estructurales, rescate urbano y rescate vertical, extracción vehicular, control y manejo de gas”, enlista.
Un combatiente con 23 años en la Brigada Forestal de la zona norte de Guadalajara confirma las carencias.
"Estamos bajos en unidades, muchas están muy viejas y constantemente se están reparando. También falta herramienta manual, pero esperamos que pronto llegue equipo nuevo".
Así, las llamas no distinguen entre ciudades ricas o pobres, entre municipios con alto o bajo presupuesto. Sin embargo, los bomberos sí sienten la diferencia.
La disparidad en salarios, la falta de equipamiento y la ausencia de una estrategia nacional para fortalecer a estos guardianes del fuego subrayan una realidad innegable: proteger a quienes nos protegen debe ser una prioridad.
(Con información de Rosario Cerda, Carlos Morales, Alondra Ávila, Juan Camacho, Josefina Ruiz, Alejandro Reyes, Luis Alberto López, Gilberto Lastra, Isis Rábago, Anahy Meza y César Cubero).
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