El catedrático de Filosofía en la Universitat de Barcelona Antonio Gómez Villar vio por primera vez a Diego Armando Maradona a los siete años, en su debut en el Sevilla contra el Zaragoza, en 1992, cuando la estrella del futbol era ya supernova. El Pelusa se ganó entonces una ovación en el estadio no por anotar un gol más, sino porque sacó una bola de papel aluminio del campo dominándola con el pie.
Tres décadas después, el autor de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe: Populismo y hegemonía (Gedisa, 2021), recuperó esa imagen por los debates que surgieron tras la muerte del argentino, el 25 de noviembre de 2020, justo el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, para recopilar, editar y publicar Maradona, un mito plebeyo (NED, 2022), con 40 artículos de artistas, intelectuales, académicos y políticos de diversas tendencias ideológicas, y, en especial, de feministas.
El volumen de artículos, buena parte en primera persona, con prólogo de Gómez Villar, se suma así al boom post mortem de series, documentales y libros sobre el campeón con Argentina en el Mundial México 86, ganador con el Nápoles del scudetto de la liga italiana en 1987 y 1990, y de la Copa de la UEFA en 1988-1989, pero sobre todo autor de dos goles legendarios a Inglaterra que lo endiosaron.
Gómez Villar expone en entrevista desde Barcelona que el libro trata de analizar la fuerza y potencia que han tenido históricamente los mitos desde el punto de vista de las políticas plebeyas y emancipatorias. Como mito, sostiene, el caso de Diego Armando Maradona vincula, forja y funda una verdad, que en cierto modo es un dique de contención contra el desencantamiento del mundo.
“Es un intento por pensar que históricamente siempre hemos precisado de poéticas, de narrativas que cambien imaginarios, de superficies de inscripción que catalicen afectos; y, de alguna manera, ese componente político, emancipatorio, mítico, sería la aportación que plantea”, señala el filósofo.
A su juicio, todos los autores fueron “tocados por el Diego” y escriben desde el afecto y el dolor. “Está escrito y pensado desde el cuerpo, algo muy necesario, muchos de los textos están justamente en primera persona, frente a la supuesta objetividad y neutralidad que se esperaría del académico, capaz de tomar distancia de su objeto de estudio para no contaminar la supuesta objetividad”, subraya.
—¿Por qué un libro sobre Maradona desde enfoques multidisciplinarios?
“Pensé el libro después de su fallecimiento, algo más de un año, por las reacciones que se habían ido produciendo y en medio de un ruido ensordecedor con un tono moralizante, egocéntrico y cancelador. Había en medio de todo ese batiburrillo una idea de fondo, o una latencia, y eran perspectivas, voces, artículos, comentarios en redes sociales, a veces con comentarios agudos y atinados, que de alguna manera estaban atendiendo algo importante: cómo la figura de Maradona nos confrontaba ante el fin de una época, que tiene que ver con que su muerte nos devuelve la imagen de una época en la que tenemos ciertas dificultades para poder pensar mitos, imágenes, dispositivos simbólicos que expresen las formas políticas emancipatorias, plebeyas. Entonces, me pareció pertinente reunir personas, autores, autoras que podrían aportar una perspectiva en ese sentido. La heterogeneidad de miradas que componen el libro está atravesada por esa hipótesis de partida, por pensar la figura de Maradona más allá de condenarla o enviarla al corner de la Historia porque no se adecua a formas morales construidas a priori”.
Subraya que, aun procediendo los autores de tradiciones diferentes, esa hipótesis sobre el mito está presente, desplegada colectivamente. “¿Qué ha tenido el Diego para ser capaz de reunir a toda esta heterogeneidad de autores en un mismo libro, provenientes de posiciones populistas, autónomas, libertarias, del psicoanálisis, del feminismo? En esa reunión en torno a la figura del Diego, creo que hay algo de su dimensión mítica que nos hace pensar en ello, cómo ha logrado afianzar ciertos lazos de fraternidad. Esta sería la aportación del libro, dentro de las muchas producciones y artefactos políticos, culturales y artísticos que se van sucediendo en los últimos meses sobre Diego”, expone el catedrático.
—¿Cómo pasa de ídolo a mito la figura de Maradona, si hay alguna diferencia?
Si Maradona es un mito no fue por lo que hizo o dejó de hacer, sino por aquello que le hicimos hacer. Los mitos son solo un espacio de identificación, de inscripción, donde determinados anhelos, deseos, de parte de mucha gente, se proyectan, se expresan sobre esa figura mítica. La figura de Maradona es un mito porque posibilitó cierto vacío a partir del cual podemos proyectarnos sobre él.
—Varios autores coinciden con el tema del “mito plebeyo” ¿Por qué es recurrente esa definición de Maradona entre más de 40 autores de distinto origen social, político e ideológico?
Efectivamente. Tiene que ver con cómo Maradona siempre pisó el barro, nunca traicionó su lugar de origen. Y, de alguna manera, lo plebeyo, que es un dispositivo de la política igualitaria, tiene que ver siempre con el exceso o con el desborde de las formas constituidas, de los órdenes dados, del cálculo, de lo medible, de lo que irrumpe. Las luchas plebeyas son siempre luchas que irrumpen, inesperadas, siempre hay alguien que grita por razones de clase, de género, raciales, y eso que irrumpe, que excede el orden dado, siempre es algo tumultuario, siempre una fundación impropia. En Maradona siempre hubo bastante de eso, bastante de exceder, en su futbol incluso, haciendo juego con esas formas de inadecuación, de anomalía, de conmoción. La metáfora de “la mano de Dios”, de aquel famoso gol en México 86, no deja de ser una expresión de la historia de las luchas plebeyas, aquello que desafía a lo divino, esa dimensión de expresión popular frente al recorte, a la cesura, al límite. En esa inadecuación del Diego a las formas del status quo reside la figura del mito y, por tanto, del mito plebeyo.
—Es muy curioso que ese partido Argentina-Inglaterra en el Mundial de México haya repercutido más en la psique de aficionados y analistas que la misma obtención de la Copa del Mundo. ¿A qué atribuye la trascendencia de ese juego, de esos dos goles tan disímbolos, el cielo y el infierno, Dios y el Diablo, encarnados en Maradona, justo contra Inglaterra, después de las Malvinas?
Quizás en esa imagen, en ese gol, Maradona nos confronta con un futbol, que es de alguna manera una negación del futbol entendido como mera eficacia, rendimiento, una mera producción capitalista. Porque, convengamos que en esas imágenes y otros gestos de Maradona se intuye una expresión de creatividad, un repudio a ser simplemente una fuerza productiva, y, frente a la sumisión a la táctica, al trabajo repetitivo, carente, Maradona reclamaba cierto orgullo en la posibilidad de la creación. Por eso, a Maradona no se le puede medir a través de estadísticas, de títulos conseguidos, número de goles, pases, asistencias, la media, como medimos el futbol hoy; asistir al futbol de Maradona era asistir al acontecimiento mismo de poder vivir el futbol de una manera muy distinta. Y quizás ese partido, con los dos goles, la jugada memorable y la “mano de Dios”, condensan esa doble invención del Diego.
—A lo largo de los artículos es recurrente la palabra “picardía”, muy española, me recuerda la gran tradición de la novela del siglo XVI, donde los pícaros justamente, a través del ingenio, confrontan y exhiben las debilidades humanas. ¿Qué nos enseña Maradona con su picardía?
Es interesante. A veces aparece el término. De alguna manera esas formas pícaras son formas en las que resuena toda experiencia popular. Diego nos convoca a un combate muy distinto, el combate quiere decir que los discursos del status quo, las formas de todo orden, entienden que los conflictos siempre se dan desde una simetría perfecta: existen individuos con sus intereses, que expresan sus opiniones a través de sus mecanismos de deliberación, etcétera, desde la igualdad de los individuos como punto de partida, que ha sido siempre la manera privilegiada justamente de neutralizar lo político, En cambio, los conflictos plebeyos, de clase, emancipatorios, siempre pusieron en la mesa una asimetría esencial, y en ella, las formas pícaras, lo que no termina de encajar, lo que trata de penetrar por otros lugares, justamente es un intento de negar la existencia de un campo político simétrico. Esa figura de la picardía tiene su correlato de la picaresca española, pero podríamos extenderla a la figura de tener “duende”, de Federico García Lorca, y a otras formas, afectos y maneras de ser inherentes a las luchas plebeyas.
—Llama la atención en el libro la cantidad de mujeres que escriben sobre Maradona, en especial por las relaciones que sostuvo éste con mujeres, por señalamientos de misoginia, machismo y aun de abuso de menores. No conozco otro libro, además, donde tantas mujeres hablen sobre futbol.
En realidad, lo que hice fue invitar a compañeras que estaban expresando en el interior del feminismo ciertos discursos y perspectivas que me parecía interesante atender. En uno de los capítulos, “Gambeta desde los feminismos plebeyos”, además de otras autoras del libro, lo que nos venían a decir era: por un lado, querían vivir ese fervor popular, eso no quería decir en modo alguno obviar las acciones machistas del Diego, pero había que atender dos cosas: no podemos medir con el mismo rasero a todo el mundo, es decir, la idea de que existen individuos neutros, aislados, sin atender a sus contextos, en dónde nacieron, en qué condiciones, qué oportunidades tuvieron, etcétera. Eso importa en la construcción de las subjetividades de cada uno de nosotros. Segundo, poder hacernos cargo de la estructura contradictoria del deseo y desde ahí poder problematizar ese espacio.
Y, en tercer lugar, que un proyecto político emancipatorio no puede asumir sin más, de manera perezosa, la condena moral, porque ello imposibilita hacer lecturas políticas y, sobre todo, impide atender a lo subterráneo de los malestares que se expresan tras muchos discursos; es decir, si alcanzar la absoluta corrección ha sido siempre una estrategia del orden, que ha inscrito las únicas modalidades de protesta aceptables, como si de consumidores disciplinados se tratase (es decir, haz de decirme por los cauces establecidos qué no funciona), la verdad de los plebeyos siempre se escoró de alguna manera del lado de la moral nietzscheana, más allá del bien y del mal.
Y lo que estas compañeras nos vienen a decir es que las fuerzas emancipadoras no pueden convertirse en una mera máquina moralista, una potencia enjuiciadora, un régimen punitivo de los afectos, porque si no se corre el riesgo de que ese privilegio otorgado a la censura moral termine incluso desactivando aquello que podría tener componente subversivo; por tanto, hacen un esfuerzo importante desde el feminismo, desde el psicoanálisis, en tratar de situar el debate desde otro lugar y parámetros, problematizarlo y complejizarlo y, sin duda, es una de las grandes aportaciones del libro, por justamente las desafecciones de todas estas mujeres.
—Esta postura es desde la academia, desde intelectuales. Pero, en un contexto con protestas como el #MeToo, ¿cómo esto se aterriza en mujeres que viven en países como México, con feminicidios, violencia de género? ¿Cómo se puede reivindicar a una figura como Maradona ante las jóvenes?
Sí, por un lado, las reflexiones de las compañeras vienen a decir que si solo nos dedicamos a cancelar acciones individuales, lo que estamos haciendo es situar el problema evidente de los feminicidios, de las formas patriarcales y machistas que existen, que articulan nuestro universo simbólico de una manera brutal, si la única estrategia pasa por el señalamiento y creemos que el problema se ha terminado, entonces no estamos atendiendo cuáles son las estructuras de exclusión, de dominación de opresión que las explican. En el caso del movimiento #MeToo acerca de personas, de varones, blancos, de mediana edad, con posiciones de prestigio, que evidentemente no son mitos, ni son plebeyos, no hay nada que decir.
En cambio, en el interior del campo político emancipatorio, tenemos un problema: tratar de llevar el debate a otros términos, es lo que posibilitaría poder atender esas estructuras, esos malestares soterrados que nos harían desactivar, o posibilitarían desactivar, las estructuras que están en la base de esa opresión a los oprimidos. La pregunta que se vendrían a hacer no son unas diferencias de diagnóstico, de qué es lo que sucede ni de la gravedad de los hechos, ni de principios, sino una diferencia estratégica, o táctica, y en ella creen que la mera cancelación y la mera condenación moral de Maradona restan más que la problematización de su figura, la explicación por qué uno de los nuestros, en el interior del campo político emancipatorio, individualmente en su conducta, en su propia vida personal, pudo cometer este tipo de actos, por supuesto, condenables sin lugar a dudas.
—Con los ensayos de estas articulistas, ¿la figura de Maradona estaría confrontando a las feministas, dividiéndolas, o enriqueciendo un debate sobre estos temas de género?
Es un debate de largo recorrido, de tiempo, que tiene distintas intensidades, y Maradona es un caso más. No creo que haya intensificado un debate ya existente, sino que ha dado de alguna manera cuenta o ha sacado a la superficie determinados debates que quizás de un punto de vista más mediático, para un público más general o no directamente politizado, no habían alcanzado a ver la luz. Desde esa perspectiva, sí creo que cuando se publicó el libro, quienes en el año luego de la muerte de Maradona respondieron con la manera canceladora, con la condena moral, no digo que haya sido una labor de convencimiento, un proceso de evangelización, pero es cierto que las reflexiones de las compañeras han hecho al menos matizar, desplazar, o situar en otro lugar, determinadas perspectivas, o puntos de vista, eso sí creo que es un valor que ha aportado el libro en este sentido: una invitación a pensar la complejidad de la figura de Maradona desde otro lugar, porque. Y el libro ha sido una invitación a ello.
—¿Cómo se inserta Maradona, un mito plebeyo en la cultura de la cancelación?
Justamente ahí. Creo que esto que se ha llamado la cultura de la cancelación, es cierto que de alguna manera no deja de ser un instrumento necesario de quienes claman contra la civilización y las formas de dominación que sobre ellos han pesado. Es decir, la cancelación no es una mordaza del pensamiento, sino es la irrupción de algo nuevo que no ha terminado de hacerse sentido común; por tanto convengamos que el objetivo histórico de toda política emancipatoria ha sido cancelar la opresión de los oprimidos. La cultura de la cancelación, o mi diferencia con eso, no es de principio, sino más bien táctica, estrategia, porque incorporar el interior del campo político plebeyo como horizonte y estrategia la cultura de la cancelación implica creer que se gana una batalla política cuando se cancela a alguien, cuando en realidad la batalla política no ha cesado, no se ha comenzado ni a librar, porque de lo que siempre se trató no es de creer ilusoriamente que alguien gana porque se retira un libro o se aparta a un profesor de una universidad, o porque ya no se cita a un autor, sino que las políticas emancipatorias siempre ganaron cuando transformaron esas estructuras que creaban esas formas de dominación.
Por eso, la pretensión de alcanzar la absoluta corrección es una estrategia siempre del orden, y el eje de la lucha política no puede pasar por un énfasis permanente en cada uno de los agravios particulares o de las experiencias personales, porque no es un problema de manzanas podridas que hay que retirar del cesto, sino de condiciones estructurales: si no atendemos a los problemas sistémicos, vaciamos la carga emancipatoria. Desde esa perspectiva, pensar más allá desde el Diego es una aportación en este sentido. Resumo, el problema desde la cultura de la cancelación es chocar, simplemente en deshacer al otro; pero si eso es así, muchas veces la cancelación puede terminar reforzando las condiciones que explican los comportamientos clasistas, machistas, racistas, porque reproducir la violencia desde el gesto punitivo y ahondar en la exclusión es contribuir a la jerarquización, y, si solo de cancelar se trata, perpetuas el orden de las cosas tal como estaba antes de la acción canceladora, lo cual impide justamente su transformación. Y el libro del Diego es una manera de desplazar el debate o problematizarlo y llevarlo a otros terrenos”.
Diego: imágenes y letras
Maradona, un mito plebeyo llega a México justo cuando la película de Paolo Sorrentino Fue la mano de Dios (È stata la mano di Dio, 2021 se encuentra en la cartelera mexicana y en Netflix y se ha colado a las candidatas al Oscar a Mejor Película Internacional 2022. Y, además, en plataformas de televisión pueden verse documentales sobre ex jugador del Barcelona: Maradona en Sinaloa (2021, Netflix), una miniserie de siete capítulos sobre su efímero paso como director técnico en México con Dorados de Sinaloa (2018-2019), antes de regresar a Argentina para encabezar al equipo Gimnasia y Esgrima La Plata, con el que lo sorprendió la muerte en su casa en Dique Luján por insuficiencia cardíaca aguda que le generó un edema de pulmón, tras décadas de luchar contra las drogas, obesidad y el alcoholismo.
Además, se pueden ver los documentales: Diego Maradona, realizado por Asif Kapadia cuando el futbolista aún vivía, en 2019; el más reciente, de 2022, Diego, el último adiós, del argentino Sebastián Alfie, ambos en HBO, y, por supuesto, el clásico Maradona by Kusturica (2008), del también polémico cineasta serbio Emir Kusturica, quien nada menos comparaba al Pelusa con el mismo Jesucristo. Eso sin contar la serie argentina dramatizada con actores Maradona, sueño bendito (2021), en Amazon.
La vida de Maradona (1960-2020), quien nació y creció en Villa Fiorito, una barriada al sur del Gran Buenos Aires, una villa miseria que según el filósofo Gómez Villar siempre le acompañó porque nunca dejó su barro, también está contada en dos libros firmados por él: Yo soy el Diego (Planeta, 2008) y México 86: Así ganamos la copa (Debate, 2020), publicado un mes después de su muerte; y en Maradona: El pibe, el rebelde, el dios (Timun más, 2021), del periodista deportivo Guillem Balagué.
AQ