Filippo La Porta (1952) se considera más un historiador de la moral y un retratista, que un crítico, a pesar de escribir cada semana artículos sobre libros en el diario La Repubblica. Incluso, sostiene que las mujeres críticas, como Susan Sontag o Elsa Morante, han sido más radicales que colegas hombres.
El intelectual italiano, autor de La nueva narrativa italiana. Disfraces y estilos de finales de siglo (1994), Un diccionario de crítica militante (2007) o Pasolini, un gnóstico enamorado de la realidad (2002), volvió a México, para asistir esta vez a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, dictar una cátedra sobre su especialidad en la Universidad del Claustro de Sor Juana, y sostener un diálogo en El Colegio Nacional con Christopher Domínguez Michael, como el de su anterior viaje en 2018, para presentar ahí y en el Instituto Italiano de Cultura su más reciente libro, Como un rayo en el agua. Dante y la relación con el Otro, publicado por Ai Trani Editores y traducido por Fabrizio Cossalter.
Entre todas sus actividades, el articulista de Letras Libres conversa con Laberinto sobre el ser crítico.
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—¿En qué momento decidió dedicarse a la crítica literaria? ¿Qué es para usted ser crítico?
Cuando mi hijo me preguntaba qué significa que yo sea crítico, si me divertía criticar todo, le respondía que no. Para mí criticar no tiene el sentido de desaprobar, un crítico no desaprueba o culpa, no. La palabra “crítica” viene del griego, que significa exactamente “capacidad de evaluar”. Me convertí en crítico por casualidad. Estudié Historia, pero después de leer muchos libros de Historia, me di cuenta que no me importaba tanto esa disciplina. Y, por casualidad, Goffredo Fofi, que es un crítico importante italiano, hoy de 85 años, promotor cultural y fundador de muchas revistas culturales, me llamó para hacer reseñas de narrativa italiana contemporánea a finales de la década de los 70. Y empecé a escribir reseñas y artículos en la revista llamada La Linea D’ombra, como la novela de Joseph Conrad.
No me considero un crítico literario especialista, sino más bien un historiador de la moral que trabaja sobre un material literario. Un crítico debe tener imaginación sociológica, me siento un sociólogo, un antropólogo, un filósofo moral, un historiador de las costumbres, un semiólogo de la vida cotidiana. Pero ¿por qué hago crítica? Porque eso me garantiza un público de lectores. Cada semana, en La Reppublica, escribo un artículo sobre una novela, cuentos o ensayos, y el libro es para mí una ocasión para hablar de todo lo que me importa verdaderamente; tengo que hablar del libro y un libro siempre está hecho de palabras, y cada vez quisiera entender cómo ese orden de palabras me da una emoción.
—Ha escrito lo mismo sobre Dante que sobre Pier Paolo Pasolini; sobre Roberto Saviano que sobre Italo Calvino. ¿Cuál diría que es la diferencia entre un crítico y un especialista?
Me siento especialista solo en un sentido: soy especialista de la literatura italiana contemporánea; escribí muchos libros sobre la literatura italiana de hoy porque tengo mucha curiosidad hacia mis contemporáneos. La condición humana es siempre la misma, pero en cada época cambian las maneras de educar a los hijos, de hacer el amor, de tener miedo a la muerte. La condición humana es la misma, pero me interesa este cambio, y la literatura es un espejo fundamental de este cambio antropológico. Respeto mucho a los filólogos, pero ellos no se arriesgan, trabajan sobre autores clásicos. Yo me arriesgo cada vez más porque hago una apuesta sobre un autor que quizás mañana sea importante. En Italia, al crítico que se dedica a la literatura contemporánea se le llama “crítico militante”, es como una expresión técnica. Y soy un crítico militante que siempre se arriesga mucho, así que soy un especialista en un sentido relativo de la palabra. Pasolini no fue un especialista, él fue un crítico militante, pero lo que es muy importante es que él hace crítica militante también con Dante, Petrarca y Boccaccio. O sea, trata a los clásicos como nuestros contemporáneos. Pier Paolo fue una persona muy culta y escribió un ensayo sobre Dante, pero nunca fue un dantista. Además, Dante no escribió la Divina Comedia para los estudiosos, para los filólogos, sino para lectores capaces de interrogarse sobre los dilemas de la obra.
—¿Le gusta ser leído porque ejerce un género literario o para que lean a los autores que critica?
La crítica se convierte en un género literario cuando es ensayo personal; como ensayo, es un género literario. Montaigne por eso fue tan importante como Shakespeare, exactamente como Shakespeare. Voltaire como Balzac o Kierkegaard como Dostoievski. El ensayo es un género literario. Para mí, la crítica literaria se convierte en un género gracias a dos cosas: primero, la calidad de la escritura. Yo tengo una obsesión con el estilo, si una cosa no puedo decirla bien, prefiero no decirla; ese es el punto de convergencia entre el ensayista y el poeta, el poeta está obsesionado en cómo decir las cosas; el novelista es menos obsesionado, solo tiene que contar algo. El otro factor es la calidad de la mirada, porque la mirada es la del artista, que siempre ve el otro lado de las cosas, el lado oscuro de cada cosa.
—Ensalza la crítica de gente como Walter Benjamin o Karl Kraus como obra de arte. ¿Considera que la crítica que usted hace es una obra de arte también?
Ja, ja, ja. Una pregunta muy interrogativa. Cuando mi hijo pequeño me preguntaba qué significa crítica, una vez le respondí que yo me considero un retratista, en algunos de mis libros hice retratos muy precisos, muy imaginativos. Como retratista, quizás ahí soy un artista.
—¿Por qué es necesaria una visión política en la crítica literaria?
El intelectual, en la modernidad, desde la Ilustración, es un intelectual contra el poder, esta es la tradición de Occidente. También el crítico literario es una figura de la crítica del poder. Siempre me pregunto cuál es el poder de mi época histórica, cómo se manifiesta el poder. Michel Foucault escribió un importante ensayo, Microfísica del poder; el poder es algo de inaferrable, inalcanzable, que atraviesa a cada persona, no es un poder que esté sobre algo, y el crítico siempre tiene que estar sobre todas las lógicas del poder, ésta, para mí, es la visión política. Y también en el sentido de los conflictos de nuestro tiempo. Por ejemplo, siento que el principal conflicto de nuestra época es la relación con la naturaleza, con el ambiente; y, por otro lado, la cuestión de la mujer, el feminismo es la más importante revolución de nuestro tiempo, es una manera diferente de ver las cosas. En todas las escritoras siempre hay conocimiento pero sin dominio, esto es típico de la mujer. Un crítico debe saber todo eso.
—En México justo ahora se critica que se desdeñe a las mujeres que hacen crítica literaria, un género en el que se destaca más el trabajo de hombres. ¿Qué mujeres críticas le han interesado?
Para mí fue importante Susan Sontag, su famoso libro Contra la interpretación, importantísimo para mí; fue una gran crítica, una gran ensayista. En Italia hay algunas escritoras que quizás en México no son bien conocidas, por ejemplo, Elsa Morante. Ella escribió en los 60 muchos ensayos maravillosos, en particular A favor o en contra de la bomba atómica, ensayos en los que no solo hay una crítica al capitalismo o a la industrialización, sino a nuestra civilización, porque ella dijo que está basada sobre la bomba atómica. Entonces, yo encuentro más radicalidad de punto de vista en las escritoras.
—Regresó a presentar su libro sobre Dante y su relación con el Otro. La idea del Otro es radical en autores como Arthur Rimbaud, Fernando Pessoa u Octavio Paz. ¿Qué es el Otro en Dante?
A mí me interesa el Dante ético, no el teológico ni el político, que sí son importantes. Y la ética de la Divina Comedia es superior a la ética de Dante como persona; quiero decir que es superior a los principios de un hombre de la Edad Media como fue Dante, quien creía en la venganza. Entonces, en la relación del Otro, la imagen que uso en mi ensayo la encuentras en los primeros cantos del Paraíso: Dante y Beatriz están en el primer cielo, que es el de la Luna. Caso extraño, Dante y Beatriz entran, atraviesan la luna, como puede suceder en un antiguo cuento de hadas, y Dante escribe que atraviesan la luna como un rayo de luz atraviesa el agua sin violar el agua, sin alterarla. Para mí es eso un modelo de relación con el Otro. Por ejemplo, si yo tengo una relación contigo, claro que puede ser intensa, profunda, pero yo tengo que ser atento para no alterar tu unidad, como un rayo de luz entra en el agua sin alterarla. Esto es la imagen y la idea de todo mi ensayo.
Dante fue un hombre medieval, lleno de contradicciones. Cree en una relación entre todas las cosas, pero al mismo tiempo celebra la guerra contra los herejes. En mi libro Como un rayo en el agua. Dante y la relación con el Otro, hablo de todas sus contradicciones. Esta idea del rayo de luz es muy fuerte, porque en ella plantea Dante que a cada persona se le debe dejar ser lo que es, que su identidad es importante, pero así también celebró la cruzada contra los albigenses. ¿Cómo es posible que celebre esto y a la vez plantee esta forma de respeto al otro? Para Dante la política, que es un hecho de conflicto, tiene como finalidad última la paz, y en aquella paz final cada quien podrá ser eso que es. En De Vulgari Eloquentia usa otra imagen maravillosa, en la que señala que estamos en relación con el mundo, que somos como los peces con el mar. Una imagen que recibe de Séneca y de Ovidio, pues está en Las metamorfosis. Esto significa que somos ciudadanos del mundo, es una imagen muy fuerte porque él es un patriota de Florencia, pero, él, que la segunda parte de su vida la pasó en el exilio, se siente como pez en el mar, ciudadano del mundo, supera esa visión del Otro. Todos somos Otro.
—Como ocurre con muchos clásicos, hay gente que cree haber leído la Divina Comedia, pero en realidad solo escuchó hablar de ella o leyó a algún crítico. ¿A qué atribuye esto como crítico?
Cierto. Pensaré un momento para dar una respuesta sensata. Es verdad, la gente cuando piensa en Dante lo hace solo pensando en el Infierno, que era el canto que les gustaba a los románticos, un canto escenográfico, espectacular. Yo hablo del Paraíso, que muy pocos han leído, quizá porque es más difícil. Por ejemplo, en el Paraíso, Dante encuentra sus espíritus y cada uno tiene una individualidad. Es una cosa increíble, hay una idea cristiana de la individualidad, incluso cuando son espíritus inmateriales, están llenos de luz. Con San Benedetto, Dante le pide verlo pero le dice que hay demasiada luz; él quiere ver a las personas, porque cada persona tiene su identidad de su cara, de sus características físicas; aun en el Paraíso hay este sentido del cuerpo. Es extraño porque son espíritus, y hay este sentido de individualidad. Así volvemos al tema del Otro: cada persona es única e irrepetible.
—¿Qué opina de la crítica en esta época digital, de redes sociales?
Podemos hablar que en la realidad hay 25 millones de críticos, una cantidad inmensa. Eso es positivo y negativo. Positivo, porque cualquiera en la red puede argumentar su crítica sin tener un papel institucional ni estatus, esto me parece muy liberador y democrático, porque yo no creo en el gremio de los críticos. Pero, en las redes sociales solo hay una crítica exclamativa, no argumentativa. La crítica está hecha de argumentación, si dices que Stephen King es mejor escritor que Franz Kafka tienes que argumentar por qué, si no solamente es un eslogan.
—Su crítica a Umberto Eco es muy fuerte.
Al Umberto Eco novelista; como semiótico, como ensayista, lo respeto. La idea de la literatura en las novelas de Eco no es mi idea de la literatura; es la idea de la literatura como un videojuego, en el que el lector de Eco se siente más culto, más inteligente. Para mí, la literatura es siempre molesta, la verdad de la literatura es una verdad en la que cuando lees debes hacerte interrogar, molestar por el libro.
AQ