Nacionalismo

Ciudad de México /

Gil meditaba y leía: a Eric Hobsbawm no le gustaba el nacionalismo. Como escribió en 1988 en una carta dirigida a un historiador nacionalista: “Sigo estando en la curiosa posición de rechazar, desconfiar, desaprobar y temer al nacionalismo allá donde exista […]. Los historiadores tienen una responsabilidad para con los hechos históricos en general, y a la hora de criticar el abuso político-ideológico de la historia particular” […].

El único teórico del siglo XIX con el que Hobsbawm se identifica, en una cita que repite a lo largo de toda su obra sobre el nacionalismo, es Ernest Renan, quien, en su famosa conferencia de 1882 en la Sorbona, ¿Qu’est-ce qu’une nation?, la definió como una “gran solidaridad construida por la idea común de los sacrificios hechos en el pasado y los que habrá que hacer en el futuro”. Pero este pasado, añadió inquietantemente, solía ser un pasado ficticio porque daba por supuesto el “olvido” (l’oubli), añadiendo que “el error histórico es un factor crucial en la creación de una nación, razón por la cual el progreso de los estudios históricos a menudo constituye una amenaza a la nación”. Hobsbawm interpretó que esto significaba que “los errores históricos constituyen una parte esencial del ser una nación”, señalando que la “profesión de historiador consiste en desmantelar tales mitologías, a menos que estén satisfechos —y me temo que los historiadores nacionales suelen estarlo— siervos de los ideólogos”. De Sobre el nacionalismo (Crítica, 2021) van estos fragmentos.

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“El pasado es un factor esencial —quizá el factor más esencial— de dichas ideologías (los nacionalismos). Y cuando no hay uno que resulte adecuado, siempre es posible inventarlo. De hecho, lo más normal es que no exista un pasado que se adecue por completo a las necesidades de tales movimientos, ya que, desde un punto de vista histórico, el fenómeno que pretenden justificar no es antiguo ni eterno, sino totalmente nuevo”.

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“El pasado legitima. Cuando el presente tiene poco que celebrar, el pasado proporciona un trasfondo más glorioso”.

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“Antes pensaba que la historia, a diferencia de otras disciplinas como, por ejemplo, la física nuclear, al menos no le hacía daño a nadie. Ahora sé que puede hacerlo y que existe la posibilidad de que nuestros estudios se conviertan en fábricas clandestinas de bombas como los talleres en los que el IRA ha aprendido a transformar los abonos químicos en explosivos”.

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…“las creencias nacionalistas constituyen una innovación histórica casi total producida en los dos últimos siglos…

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…“por razones sociológicas sobre las que queda mucho por explorar, el nacionalismo acarrea hoy una carga excepcionalmente pesada de necesidades emocionales. El nacionalismo no es un programa, sino una pasión que tiene consecuencias políticas. Por tanto, es bastante impermeable a la razón, aunque sus defensores más intelectuales procuren racionalizarlo en función de las modas imperantes en su época.

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…“esta tendencia del nacionalismo a vivir intelectualmente en un círculo cerrado y estanco es un hecho, como también lo son sus consecuencias para la discusión política e intelectual.

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…“los historiadores somos al nacionalismo lo que los cultivadores de adormidera a los adictos a la heroína: proporcionamos la materia prima esencial para el mercado. Las naciones sin pasado son una contradicción en términos. Lo que hace a una nación es el pasado; lo que justifica a una nación contra otras es el pasado, y los historiadores son las personas que lo producen”.

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“Permítame repetir una vez más las palabras de Ernest Renan en su famosa conferencia ‘¿Qué es una nación?’, de 1882: ‘El olvido y, de hecho, el error histórico (l’erreur historique), son factores esenciales en la formación de una nación, y ese es el motivo por el que el progreso de la investigación histórica a menudo constituye un peligro para la nacionalidad’”.

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“Citando a Hroch: ‘Allá donde un antiguo régimen se desintegra, allá donde las viejas relaciones sociales se han desestabilizado, en medio de la creciente inseguridad general, la pertenencia a una lengua y a una cultura común puede llegar a ser la única certidumbre de la sociedad, el único valor que trasciende la ambigüedad y la duda’.

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Como todos los viernes Gil toma la copa con amigos verdaderos. Mientras se acerca el mesero con la charola que soporta el Glenfiddich 15, Gamés pondrá a circular la frase de Einstein por el mantel tan blanco: “El nacionalismo es una enfermedad infantil. Es el sarampión de la humanidad”.

Gil s’en va


  • Gil Gamés
  • gil.games@milenio.com
  • Entre su obra destacan Me perderé contigo, Esta vez para siempre, Llamadas nocturnas, Paraísos duros de roer, Nos acompañan los muertos, El corazón es un gitano y El cerebro de mi hermano. Escribe bajo el pseudónomo de Gil Gamés de lunes a viernes su columna "Uno hasta el fondo" y todos los viernes su columna "Prácticas indecibles"
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