La confianza en el sistema de salud se ha convertido en uno de los puntos más delicados a atender de cara a 2035, en un entorno donde las migraciones, las fronteras ideológicas y la proliferación de zonas sin acceso adecuado a la atención médica moldean la experiencia de millones de personas. Cuando las comunidades se reconfiguran de manera constante y los valores que impulsan las decisiones de salud varían radicalmente de una región a otra, la base de la relación médico-paciente se ve seriamente amenazada.
En México, donde la diversidad cultural y geográfica ya representa un desafío de gran magnitud, la erosión de la confianza introduce nuevas tensiones que afectan la efectividad de los tratamientos y la sostenibilidad de las instituciones. El Barómetro de Confianza de Edelman ha señalado que la falta de credibilidad en los líderes sociales y en las instituciones está en aumento. Este escenario genera un impacto directo sobre la estructura de salud, que tradicionalmente ha requerido de la cooperación entre el paciente y el profesional médico para lograr resultados positivos. Hoy, la formación de comunidades movidas por afinidades ideológicas o espirituales puede generar vacíos de atención en áreas donde las normas locales y la desconfianza hacia los métodos convencionales dificultan la implementación de estrategias de salud pública. En un país con desigualdades notables en la distribución de recursos, esta tendencia podría polarizar aún más el acceso a la atención y agravar disparidades que ya eran difíciles de combatir.
Ante el desgaste de la confianza, el riesgo de que las recomendaciones médicas sean ignoradas o cuestionadas sin fundamentos científicos aumenta considerablemente, esto se traduce en un círculo vicioso: pacientes que, por temor o escepticismo, retrasan las visitas a clínicas y hospitales, y proveedores de salud que enfrentan dificultades para convencer a la población de la importancia de medidas preventivas o de los beneficios de determinadas intervenciones. Además, la inseguridad financiera de las instituciones privadas puede crecer si el recelo hacia ellas provoca que menos personas busquen cobertura oportuna, lo cual, a su vez, repercute en su capacidad de ofrecer servicios de excelencia. La experiencia sugiere que la reconstrucción de la confianza no puede sustentarse en las mismas estrategias que se han utilizado durante décadas. Los tiempos actuales requieren iniciativas que vayan más allá de la comunicación tradicional para abordar de manera innovadora los temores y las creencias de los pacientes. Es crucial involucrar a las comunidades desde sus cimientos, aprovechando líderes locales y promotores de salud que puedan transmitir información confiable y culturalmente adecuada. En regiones con amplia diversidad lingüística, la traducción de materiales de divulgación a lenguas originarias y la participación de intérpretes capacitados son pasos indispensables para derribar las barreras que fomentan la desconfianza.
En paralelo, las instituciones médicas y los prestadores de servicios deben adoptar una actitud autocrítica, reconociendo que en más de una ocasión han carecido de transparencia o de un enfoque verdaderamente empático. Un proceso de revisión interna que promueva la ética y la honestidad en cada eslabón de la cadena, desde la recepción de un paciente hasta la facturación de los servicios, puede sentar las bases de una nueva relación de confianza. La tecnología ofrece oportunidades interesantes para facilitar la cercanía y la comunicación con la población. Las plataformas digitales y aplicaciones pueden ser herramientas valiosas para mantener un diálogo constante, compartir información verificada y generar un sentido de comunidad entre pacientes y profesionales, siempre y cuando se empleen con un enfoque de responsabilidad y se vigile la calidad del contenido.
Además, la participación activa de los médicos en redes sociales, produciendo y difundiendo mensajes basados en evidencia, puede contrarrestar la proliferación de mitos que alimentan la desconfianza.
En México, la clave estará en alinear la visión de las políticas públicas con el fortalecimiento de la educación sanitaria. Si la población crece con una mayor comprensión de los cuidados preventivos y un conocimiento adecuado de los recursos disponibles, el sistema de salud tendrá una base mucho más sólida para sostener los cambios que se vienen. Esto implica formar generaciones de profesionales que valoren la empatía y la comunicación como herramientas tan importantes como sus conocimientos clínicos.
Al concebir la confianza como un activo que se construye entre todos los actores del ecosistema, es posible frenar la erosión que observamos en la actualidad y generar un modelo de atención que responda con eficacia y sensibilidad a las nuevas realidades demográficas y culturales. La migración, sea física o virtual, exige un replanteamiento de la manera de ofrecer y recibir atención, colocando a la confianza como el cimiento indispensable para cualquier innovación que desee trascender fronteras y creencias individuales.