Inseguridad, odio y enojo, detonantes en linchamientos

La investigadora comentó que en el linchamiento las personas actúan fuera de la racionalidad intentando mostrar un desacuerdo contra la inseguridad.

Los actos de justicia por propia mano son una respuesta de un grupo social a un sentimiento de maltrato. (Archivo)
Jaime Zambrano
Puebla /

El odio, el enojo, la frustración, la inseguridad y la falta de resultados en materia de seguridad por parte del Estado desencadenan que las personas pierdan la conciencia, y decidan linchar a una persona por considerar que se trata de una amenaza.

De acuerdo con el análisis sobre los linchamientos en México y en la entidad poblana, realizado por Dulce María Judith Pérez Torres, investigadora en sociología por la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (Upaep), los actos de justicia por propia mano son una respuesta de un grupo social a un sentimiento de maltrato por parte de otro grupo.

“Es una cuestión que un grupo social lo siente y lo manifiesta. Se presentan tres momentos: un rumor sobre peligro para la comunidad; el segundo momento es la acción que se traduce en una efervescencia donde es difícil establecer un control; y luego llegará la resaca de la masa. Es un fenómeno que sucede a nivel de grupos que sienten que son amenazados”, comentó.

En entrevista para MILENIO Puebla, la especialista destacó que cuando se presenta un linchamiento como el ocurrido en San Marcos Tlacoyalco, Tlacotepec de Benito Juárez, se muestra una ruptura del marco normativo por diferentes factores ante una sensación de que no funcionan las estrategias de seguridad y de que se vive en un clima de injusticias.

Entre los integrantes de la comunidad que decide aplicar la justicia por propia mano, existe una relación de violencia y se aprovechan de una ineficiencia de las herramientas que tiene el Estado, explicó.

“La relación de las personas en un linchamiento está marcada por la violencia. Aprovechan la ineficiencia del aparato policial y del sistema penal porque se piensa que saldrá libre el delincuente. Entre ellos mismos se organizan y toman a la persona como rehén de la justicia del pueblo. Estas actitudes se vuelven como modelos para otras comunidades”, explicó.

El linchamiento, lamentó la investigadora, se convierte en una fiesta de sangre que se enmarca de una deformación de la realidad y las personas actúan fuera de la racionalidad intentando mostrar un desacuerdo contra la inseguridad.

“Dejan de respetar y se hace un festín de sangre. Se deforma la realidad, se actúa fuera del contexto de la racionalidad del ser humano”, agregó.

Ante el linchamiento en San Marcos Tlacoyalco, en el que los integrantes de la comunidad utilizaron una patrulla y la chocaron contra instalaciones municipales, la investigadora explicó que se trata de un intento por mandar un mensaje ante la percepción de inseguridad.

“Tomamos los medios que utiliza el Estado para dar a conocer que las herramientas no están funcionando para dar seguridad. Tiene un componente subjetivo muy fuerte, realizan juicios irracionales y hay una carga sentimental de odio, de frustración y la canalizan a este personaje que se le denomina, desde la sociología y la antropología, el chivo expiatorio que es quien paga todas las culpas y las situaciones que vive una comunidad”, explicó la especialista.

mpl

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