Hablar de deporte nos remite casi en directo a hablar de competencia, sea con un rival o con uno mismo, y siendo el deporte una actividad no solo deseable sino esencial, competir puede parecer algo igualmente positivo, para el yoga, en cambio, esto no es así.
Lo cierto es que la “competencia”, especialmente cuando se refiere a contender con las propias limitaciones, es lo que lleva a la evolución tanto a nivel personal como a nivel colectivo, pero incluso esta forma sutil de competir puede convertirse también en una suerte de neurosis. En realidad, el tema de la competencia institucionalizada es solo el reflejo del programa que el sistema educativo inserta en los individuos.
Para Paul Verhaeghe, galardonado autor de origen belga, y profesor de psicología clínica y psicoanálisis, una cultura educativa que fomenta la competición —reforzada por calificaciones numéricas y basada en la motivación de adquirir capital en forma de tales notas, y que no dicen nada sobre las cualidades humanas de una persona—, conduce a una mentalidad de ganador/perdedor entre los alumnos:
“Este sistema tiende a valorar el materialismo, el consumismo, el individualismo, el narcisismo, la intolerancia a la diferencia, la xenofobia y a pensar que problemas como no tener trabajo, padecer una enfermedad, sufrir estrés, no tener seguro médico, ser refugiado, etc., son culpa de cada uno. ¿No sería más razonable ofrecer una educación basada no en la competición, sino en la solidaridad social?”.
Hablando de yoga, uno de sus textos sagrados, el Bhagavad Gita que data del Siglo II o I AC, aclara el dilema: “Pon todo tu corazón en la acción, pero nunca en su recompensa. No trabajes para un resultado, pero nunca dejes de hacer tu trabajo. Haz tu trabajo en la paz del yoga, y, libre de cualquier deseo egoísta, no te conmuevas por el éxito o el fracaso. El yoga es la ecuanimidad de la mente, una paz que siempre es igual”.
En ese sentido, te proponemos hoy tres posturas: Padmasana, el Loto, Ardha Padmasana, el medio Loto y Sukhasana, la postura Fácil. Realízalas, en la medida de tu posibilidad, sin establecer diferencia entre ellas y cuestiona tu idea de “perfección”, al final en cada una, con la mirada puesta en la conciencia de que nada existe separado, estarás haciendo yoga, sin importar el logro o el grado de dificultad.
(Con información de sadhanaencasa.com y waldorflibrary.org)